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jueves, 9 de agosto de 2018

Un asturiano por los Valles de Benavente

EL VIAJE DE JOVELLANOS EN 1791

Jovellanos, por Goya.
José Ignacio Martín Benito

El asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón 1744, Vega 1811) fue una de las figuras de la Ilustración española. Literato, político, economista, ocupó altos cargos en la administración del país. Fue alcalde del crimen (1767), oidor de la Audiencia de Sevilla en 1774 y alcalde de corte en Madrid en 1778. Miembro de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, dejó escritos varios tratados e informes sobre agricultura, enseñanza... Ocupó también la cartera de Gracia y Justicia con Godoy en 1797. Entre su vasta obra está su Diario, donde deja constancia de sus viajes por el país. 

En 1791 Jovellanos viajó en coche por la vía de la Plata, desde Salamanca a Zamora, Benavente y Asturias[1]. Entre Cubillos y Piedrahita de Castro observa mucha tierra sin poblar y sin cultivar. Se queja de la hospitalidad que le dieron en Moreruela, un frío recibimiento, sin que pudiera ver la iglesia ni el archivo. El Esla lo cruzó en barca, posiblemente en Barcial para dejar Benavente a la izquierda y dirigirse hacia San Cristóbal de Entreviñas y, desde aquí, a Villaquejida, donde hubo de albergarse en un “trístísmo mesón”. Jovellanos se queja igualmente de la posada de Villamañán, que encontró “sucia, fría e incómoda”, añadiendo “Dios nos saque en paz de ella”.

Posada en el siglo XVIII.
Diario 

“Día 16 [noviembre]. Tierna despedida de los amigos de Salamanca; mañana fría, sin ser mala; a Cubillas [Cubillos] una legua; de aquí a Piedrafita dos, y mucha tierra despoblada y sin cultivo; a Priego [Riego del Camino] otras dos; a Moreruela una. Aquí tuvimos un recibo tan frío como el tiempo; andaban los frailes a magostar en las recreaciones de anteadviento; malo el abad Fr. N. Canaval. Comimos, y sin ver la iglesia ni el archivo, partimos con tarde mala y lluviosa a dormir a Santovenia, donde estamos en casa del párroco D. Diego Aparicio, hombre fino, joven y al parecer instruído, primo de los Altamiranos, de quien traje carta.

Día 17. Noche cruelísima; salimos con una mañana igual; a Villaveza una legua, y otra a la barca; todo el camino lleno de charcos e inundado; pasé la barca en coche bien y luego, y dejando Benavente sobre la izquierda, seguimos por la orilla del río hasta San Cristóbal, dos leguas y media; de allí a Villaquejida, una y media: dicen que ésta es la patria de Santo Toribio Alonso Mogrovejo, que aunque de padres avencidados en Mayorga, nació aquí de paso. Tristísima patria escogió el santo bendito, y tristísimo mesón nos albergó a nosotros, careciendo de todo, hasta de asistencia y abrigo. Salimos a las tres hasta Toral de la Vega, legua y media; este camino y todo el de la mañana inundado desde la barca acá; cerca de Toral muchos barros; dejamos a Toral cerca de noche creyendo hallar a Villamañán en una legua de distancia, y está a dos; pasamos por San Millán ya de noche; a una legua sobre la derecha queda Valencia de don Juan donde hay otra barca sobre el Ezla. En Toral hay un palaciote con sus torreones que es del señor, y está mal conservado. Llegamos a Villamañán a las siete de la noche, habiendo andado hora y media en tinieblas, y más por agua que por tierra. Aún peor que esto es la posada, sucia, fría e incómoda. Dios nos saque en paz de ella; dicen que la noche está serena y acaso va a cambiar el tiempo con el menguante de la luna de mañana. Quiéralo Dios, y a toser y a dormir.” 

Monasterio de Moreruela.
 Luego sigue el trayecto de León a Gijón.

Día 26. Salida a León a las ocho y media de la mañana en el coche de San Marcos... 

[1] Obras de Gaspar Melchor de Jovellanos, Biblioteca de Autores Españoles, Tomo III, nº 85. Diarios. Diario Segundo, 1791. Madrid, 1956.

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martes, 5 de junio de 2018

Iglesias románicas de Benavente (2)

SAN JUAN DEL MERCADO

José Ignacio Martín Benito 


San Juan del Mercado.

De la construcción de San Juan del Mercado hay constancia documental de 1181. Este año, doña Aldonza, hija del conde Osorio y de la condesa Teresa llegaba a un acuerdo con Pedro de Areis, prior de la Orden del Hospital de San Juan, para seguir la construcción del templo que ella misma había iniciado en torno a 1164, esto es, en los años en que la corona leonesa lleva a cabo la repoblación de la villa. Desde 1181 pues la iglesia estuvo vinculada a los sanjuanistas. El interior tiene tres naves, con crucero que no sobresale en planta, pero sí en alzado. La cabecera lleva tres ábsides, uno por cada nave, con bóveda de crucería. En el exterior se abren tres portadas. La más monumental es la del mediodía, del siglo XIII, con programa iconográfico donde se representan profetas y precursores en las jambas y la Epifanía en el tímpano y arquivoltas. En el intradós del arco apuntado que cobija la portada van pintados, en grupos de dos, los ancianos del Apocalipsis. La puerta norte es similar a la misma de Santa María del Azogue, si bien la de San Juan es más pequeña. En la del oeste, que se abre a la nave central, van arquivoltas sobre molduras sin decorar, salvo la primera, con doce relieves, de temas florales y zoomorfos. Entre los capiteles de las columnas, destaca uno figurado donde se representa el tema de la dama y el caballero.

Varias son las pinturas al fresco que decoran los muros del interior, en especial las de la cabecera. Destaca la del ábside central con tema que alude al titular de la iglesia: San Juan bautizando a Cristo; en los lunetos, figuras de los evangelistas, mientras que la bóveda se decora con motivos platerescos. Los ábsides laterales recibieron también pinturas, así como parte del muro de la Epístola. Dentro del arte mueble varias son las piezas dispersas por la iglesia. Cabe señalar el retablo de la imposición de la casulla a San Ildefonso, con varias tablas: El Nacimiento, La Epifanía y otras dos alusivas al obispo toledano. En la predela, seis apóstoles, entre los que se ha representado a Santiago peregrino. Como obras escultóricas destacan dos piedades, un crucificado gótico y varias imágenes de santos: San Blas, San Antón, San Crispín, San Juan, Santa Lucía, Santa Águeda...), entre otras.

El resto de iglesias con que cuenta Benavente son de reciente factura. Entre ellas cabe señalar, como testimonio de la vinculación jacobea, la nueva parroquia de Santiago Apóstol, creada en 1988 en uno de los barrios situados en torno al camino de los Maragatos o de Astorga. La iglesia es obra el arquitecto Manuel Calvete y alberga modernas esculturas en madera de cedro del claretiano P. Segundo Gutiérrez, entre ellas una de Santiago peregrino.

Para saber más:

HIDALGO MUÑOZ: Elena: La iglesia de SanJuan del Mercado de Benavente. Centro deEstudios Benaventanos "Ledo del Pozo". Salamanca 1997. 
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jueves, 31 de mayo de 2018

Iglesias románicas de Benavente (1)

SANTA MARÍA DEL AZOGUE

José Ignacio Martín Benito

Introducción

Cabecera de Santa María del Azogue.
Del ingente patrimonio histórico eclesiástico desaparecido en Benavente en el pasado siglo XX (iglesias de San Andrés, de San Nicolás, de Renueva, conventos de Santo Domingo, de San Francisco, de Sancti-Spiritus, de San Bernardo, de Santa Clara) por mor de la especulación urbanística y la ausencia de una política de conservación, sólo quedan las iglesias de Santa María del Azogue y de San Juan del Mercado, ambas comenzadas a levantarse en los últimos años del siglo XII, dentro del estilo románico. También, extramuros, meros muñones del rico pasado histórico-artístico son la espadaña de la iglesia de San Lázaro y los escasos restos del monasterio de los jerónimos en la llamada huerta de don Pío.

Santa María del Azogue

La iglesia de Santa María del Azogue se halla ubicada en el centro de la ciudad y debe su nombre de “azogue” a la antigua celebración en sus inmediaciones del zoco o mercado. El templo comenzó a construirse en la época de la repoblación fernandina, en las últimas décadas del siglo XII. El muro exterior contó con cuatro puertas, la del oeste o de los Apóstoles, la del norte, la del mediodía o del Cordero y una cuarta, también al mediodía, hoy incorporada al interior del templo, al abrirse en el siglo XVIII la capilla del Nazareno.

Agnus Dei.
Se trata de un edificio de planta de cruz latina. El interior tiene tres naves de cuatro tramos, separados por pilares construidos en diversas fases. Presenta crucero muy saliente, lo que faculta que en el testero se dispongan cinco ábsides, de tamaño decreciente desde el central hacia los laterales, con ventanas abocinadas. Es obra que presenta varias fases de construcción. La más antigua, dentro del románico final, es la del testero y parte baja del crucero, con las portadas norte y sur, así como parte de los pies del templo y alzado de las naves. La fábrica es de sillares bien labrados, colocados a soga, de pizarra silícea en la cabecera y parte del crucero, similar a la que se empleó en el monasterio de Moreruela.

En el hastial que mira al mediodía se abre la puerta del Cordero, con programa iconográfico que alude al pecado original y a su redención por Cristo. Así, en el centro del tímpano se fijó un Agnus Dei, rodeado por un círculo, en torno al cual van cuatro ángeles turiferarios. En el centro de la primera arquivolta sitúase una cabeza de Dios Todopoderoso, flanqueada por el Tetramorfos; el arco se completa en el extremo de la izquierda con la representación de Eva desnuda y la serpiente susurrándole al oído la tentación, mientras que en el extremo opuesto se sitúa la Virgen pisando la cabeza del demonio.

La portada norte carece de tímpano y las arquivoltas llevan decoración de pinzas, rosetas, arquillos sobre baquetón y zig-zag con bolas. Una tercera portada se abre en la nave sur, dentro de la capilla de Jesús Nazareno, con arquivoltas lisas y tímpano con bajorrelieve a bisel que dibuja motivos florales.

Puerta norte. Santa María.
Interrumpidas las obras en el primer tercio del siglo XIII, estas no se retomaron hasta el último cuarto de esa centuria, durante el reinado de Sancho IV. En esta fase se levanta la parte alta del crucero -que se cubre con bóveda de crucería- y se completan los pilares y arcos que rematan las naves y la torre, que se encuentra sobre el brazo norte, ya dentro del gótico inicial, todo ello en piedra distinta y de peor calidad.
En el siglo XVI asistimos a nuevas obras; es entonces cuando se cierra la nave central con bóvedas estrelladas y se construye una capilla paralela a la nave norte, que luego, en el siglo XVIII pasó a ser sacristía. Este espacio se cubre con bóveda de cañón con arcos fajones que reposan en contrafuertes y en línea de imposta. La bóveda se cubre con finísimas yeserías y se refuerza con delgados arcos fajones que arrancan de emblemas heráldicos sostenidos por niños desnudos, acompañados de grandes veneras invertidas. Los tres tramos se decoran con casetones oblicuos, que llevan pomos en los cruces y motivos platerescos. Tanto estas yeserías como las que cubren las naves recuerdan las obras de los Corral de Villalpando.

En 1735 se levantó, en sustitución de la Puerta de los Apóstoles, la portada occidental de la que son autores los arquitectos Valentín Antonio de Mazarrasa y Juan Antonio Vélez. La construcción es de sillares de piedra caliza, procedentes de las canteras de Mota del Marqués. También se construyó durante esta centuria la capilla de Jesús Nazareno en el muro sur.
Escudo de los Pimentel.

El interior de la iglesia es un auténtico museo, no sólo por los retablos e imágenes, tanto en bulto como en relieve, de la propia iglesia, sino también por haber sido ésta receptora de las imágenes de otras parroquias y conventos que se fueron cerrando o despareciendo desde el siglo XVIII y cuyo patrimonio fue agregado a Santa María. Destacan las imágenes en piedra de Santa María, de finales del XII, el relieve de la Anunciación, del siglo XIII, un Calvario del XV y los sepulcros del crucero. Además, los diversos retablos, tanto de las naves como los de los ábsides, entre ellos el central, de la segunda mitad del siglo XVII, obra de Jerónimo de Campo Redondo. Cabe señalar también, además del órgano del siglo XVIII, los frescos de la bóveda de la capilla mayor con signos zodiacales, las armas de los Pimentel en el brazo meridional del crucero y el de un San Cristóbal del siglo XVI, entre otros.





Para saber más:

HIDALGO MUÑOZ, Elena: La iglesia de Santa María del Azogue de Benavente. Centro de Estudios Benaventanos "Ledo del Pozo". Salamanca 1995.

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miércoles, 16 de mayo de 2018

Motines obreros (1)

MOTINES EN TÁBARA (ZAMORA) (I)

José Ignacio Martín Benito

Introducción

Plaza de Tábara (Zamora).
En 1911 el pueblo de Tábara se amotinó contra don Agustín Alfageme Pérez, propietario de gran parte de los bienes que habían sido del marquesado de esta villa[1]. El conflicto venía de lejos, mucho antes de que Alfageme apareciera en escena; incluso, en 1898 ya se había amotinado el vecindario y prendido fuego al palacio de los marqueses, preludio de los acontecimientos de 1911[2]. Por eso podemos decir que los sucesos de este último año en la villa tabarense eran el resultado de una situación larvada, como se verá. El primero de los motines de Tábara, el de 1898, hay que situarlo también dentro del contexto de la crisis de subsistencia y del elevado precio del trigo que ese año generó protestas en todo el país. Asimismo, en varios lugares de la provincia se vivieron otras escenas de conatos de motín o de motín mismo, como en Benavente, Fuentelapeña, Coreses, Moraleja del Vino o en Pobladura del Valle[3]. Por lo que respecta a Tábara, los sucesos comenzaron el martes 15 de marzo de 1898, cuando un grupo de mujeres se manifestó “acometiendo al pan y á las patatas”; los sucesos se agravaron al día siguiente: los amotinados prendieron fuego a la casa-palacio que un día fue de los marqueses de la villa y que, en esas fechas, estaba, según parece, en manos de los herederos de la duquesa viuda de Pastrana[4]. Tras los sucesos, fuerzas de la Guardia Civil de Benavente y Zamora se reconcentraron en Tábara[5].

La venta del monte del Encinar, el palacio, el convento y la iglesia

Pero vayamos con lo sucedido en la villa en febrero de 1911 y que, como se ha apuntado, responde a una situación que se venía gestando desde hacía tiempo. En efecto, liquidado el régimen señorial por la acción primero de las Cortes de Cádiz en 1811 y luego por la ley de 1837, los vecinos de la Villa y Tierra de Tábara pleitearon por conseguir la abolición de las rentas y prestaciones que debían dar al marquesado, sin conseguirlo. En 1844 el juzgado de primera instancia de Alcañices fallaba a favor del marqués como “señor territorial y solariego de la villa de Tábara y pueblos que habían integrado ese marquesado”. De nuevo el Tribunal Supremo en 1867 dio la razón al marqués contra las pretensiones de los vecinos de los pueblos de la Tierra tabarense[6].

Motín popular.

A finales del siglo XIX los herederos de la duquesa viuda de Pastrana, en quien recaía el marquesado, decidieron vender prácticamente todas las viejas rentas señoriales. Uno de los grandes compradores fue José Rodríguez, vecino de Benavente, junto con el senador Andrés Trueba y Prado, vecino de Tábara[7]. La viuda de Andrés Trueba debió vender buena parte de los mismos a Agustín Alfageme Pérez, vecino de Madrid, entre ellos el monte de encina y roble llamado El Encinar (en término de Tábara), varios foros y también el antiguo palacio de los marqueses de Tábara junto a las dependencias anejas, entre ellas el convento y la iglesia. Y es, precisamente, contra Alfageme contra quien se amotinó una multitud de vecinos en febrero de 1911. La causa directa que desencadenó los acontecimientos parece que fue la venta del Encinar a vecinos de Faramontanos, Pozuelo, Moreruela y Santa Eulalia de Tábara. Los vecinos de Tábara se debieron considerar perjudicados por esta venta, pues el concejo de la villa venía disfrutando el aprovechamiento de los pastos[8].

Comienzo del motín

El motín comenzó a las tres de la tarde del día 22, cuando grandes grupos formados por niños y mujeres recorrieron las calles, enarbolando banderas y letreros y dando mueras a don Agustín Alfageme.


(Continuará)

Este texto pertenece a mi trabajo: "Crisis obrera y conflictividad social en el nordeste zamorano (1898-1920). I. El periodo 1911-1913 ". Brigecio, 11. Benavente 2001, pp. 115-139.


[1]El marquesado de Tábara se extendía, además de la villa tabarense, a los lugares de Moreruela de Tábara, Faramontanos, San Martín de Tábara, Santa Eulalia, Litos, Escober, Ferreras de Arriba, Ferreruela... El primer marqués de Tábara fue don Bernardino Pimentel y Enríquez, el cual recibió el título de Carlos V en 1541.

[2] No fue el único motín que tenía como telón de fondo la situación heredada del suprimido régimen señorial. Años antes, también se amotinaron los vecinos de San Martín del Terroso contra la cobranza de los foros; los enfrentamientos con la de la Guardia Civil ocasionaron dos víctimas (un muerto y un herido) y varias detenciones, así como la intervención de la Audiencia territorial de Valladolid. El Heraldo de Zamora, 8, 11 y 25 de junio y 11 de julio de 1907.

[3] En Coreses, las mujeres impidieron que dos carros de trigo procedentes de Villalube embarcaran en el ferrocarril. El Correo de Zamora y El Heraldo de Zamora, 1 de marzo de 1898. En Pobladura del Valle, un grupo de mujeres y niños se amotinó el día 7 de marzo pidiendo que no saliera de la estación un vagón de trigo con destino a la fábrica de harinas de León (propiedad del señor Alfageme) y que, por el contrario, se vendiera en la localidad al precio de 14 reales la hemina. El alcalde no accedió a las peticiones y dio orden de trasladar el grano a la casa del secretario, al tiempo que reclamaba auxilio a Benavente para imponer su autoridad. Al día siguiente fuerzas de la benemérita custodiaron la casa del secretario. Varias mujeres y niños lanzaron piedras contra la casa y la Guardia Civil; dos hombres, apostados en al ángulo de la iglesia, realizaron disparos contra las fuerzas de orden público. Hubo intercambio de fuego, del que resultaron heridas dos mujeres. Finalmente la Guardia Civil logró abortar el motín y el juez de Benavente se trasladó al pueblo para instruir proceso (El Heraldo de Zamora, 10 de marzo de 1898). De estos sucesos dio cuenta también el semanario popular de Benavente La Mota, en su número 10, del domingo 13 de marzo. Por éste, sabemos que fueron detenidas seis mujeres y llevadas a la cárcel de Benavente. La crisis de subsistencia ocasionó también sonados alborotos en esta villa: el 2 de marzo las mujeres se manifestaron con una bandera que rezaba “Pan barato. Trabajo para la clase obrera. Ayudad á los pobres”. Al día siguiente, jueves, se reprodujo la manifestación; esta vez las mujeres detenían a “cuantos carros de trigo pasaban con dirección á las fabricas y Estación del ferro-carril, obligando a sus dueños, con amenazas, tomasen la dirección del mercado, donde se encontraban lo que pudiéramos llamar el Estado Mayor, formado por un grupo de mujeres que no pasaría de 25 ó 30 que armadas de sendos garrotes exigian á los vendedores de grano que lo vendieran á cuatro pesetas el doble decálitro”. Por la tarde las manifestantes,a compañadas de algunos hombres, se dirigieron a la estación del ferrocarril con el intento de impedir la salida de varios vagones de trigo. De todo ello se ocupó el semanario La Mota, en su número 9 (domingo 6 de marzo de 1898), que abrió con el titular: Manifestación Obrera. También el semanario católico de Benavente, El Áncora, se hace eco de la noticia en su número 23, del jueves 3 de marzo. Una breve referencia a estos sucesos hicimos en J. I. MARTÍN BENITO, 1998, Op. cit., pp. 212-213. También en Salamanca las mujeres y los niños asaltaron varios vagones de trigo en la estación de ferrocarril (El Correo de Zamora, 26 de marzo de 1898). En cuanto a lo sucedido en Moraleja del Vino, el motín comenzó cuando los jornaleros pidieron aumento de jornal; las mujeres recorrieron las calles al grito de “Pan y trabajo”; el gobernador, con fuerzas de la Guardia Civil, se trasladó a la localidad y logró apagar el levantamiento (El Correo de Zamora, 3 y 4 de marzo y El Heraldo de Zamora, 4 y de marzo de 1898. Para Benavente véase J. I. MARTÍN BENITO (1998): Op. cit., pp. 212-213.

[4] Eran éstos los religiosos jesuítas don Juan Ron Álvarez y D. Sebastián Zabaleta y Eguiburu, de 49 y 35 años de edad, respectivamente. Escritura de poder especial para administrar, cobrar y otras facultades otorgada por (los mismos) a favor de D. Manuel Conejo y Revilla, 2 de junio de 1898. Archivo familiar de D. Francisco Villalón (Tábara). Tanto esta escritura, firmada en Chamartín (Madrid), como otra de poder para litigar firmada en Zamora el 5 de diciembre de 1898, a favor también de D. Manuel Conejo Revilla (administrador), son posteriores a los sucesos de marzo, por lo que tal vez estén inspiradas por aquellos. Manuel Conejo, a su vez, delegó este poder de litigar a favor de D. Isidro Martínez Juárez y D. Agustín González Álvarez, procuradores de los tribunales de Alcañices y Zamora. El administrador Manuel Conejo era un hombre vinculado desde siempre a la Casa de Pastrana en Tábara. Su padre, Agustín Conejo, había sido guarda de a pie desde 1852 y él mismo había sido primero guarda montado de la casa, al menos desde 1876. Nombramientos a favor de Agustín Conejo y de Manuel Conejo Revilla como guarda de a pie y guarda montado, respectivamente. Archivo familiar de D. Francisco Villalón (Tábara).

[5] La Mota, semanario popular de Benavente, sábado 19 de marzo de 1898, número 11. Se hace eco también de estas noticias J. C. de la MATA GUERRA (2001): Sociedad y prensa en Benavente (siglos XIX y XX). Benavente, pp. 64 y 166, al cual agradecemos que nos haya suministrado la información.

[6]L. A. SÁNCHEZ GÓMEZ (1997): Tierra de Tábara. De señorío a reserva de caza. Zamora, pp. 64 y 65.

[7]José Rodríguez fue diputado provincial entre 1872-74 y 1876-81 y presidente de esta institución en 1881, 1883 y 1884; diputado en el Congreso tras las elecciones de 1886 y senador electo por Zamora en 1893 y 1898. Sobre su figura véase de S. GÓMEZ CAMBRONERO (1998): “Los hilos que tejen la trama del poder local: el ejemplo de la familia Rodríguez en la Restauración zamorana”. Brigecio, 8, pp. 193-210 y (1999): Familia, fortuna y poder: la saga política de los Rodríguez en la Restauración zamorana. Zamora; también en P. CARASA (dir.): Élites castellanas de la Restauración. Diccionario biográfico de parlamentarios castellanos y leoneses (1876-1923). Salamanca, pp. 482-483 y en J. C. de la MATA GUERRA, Op. cit., pág. 69. Andrés Trueba y Pardo era yerno de José Rodríguez; fue diputado por Puebla de Sanabria en 1893, 1898 y 1899 y senador por la provincia en 1901. P. CARASA, Op. cit., pp. 544-545.

[8] Escritura de compra-venta y división de fincas y derechos reales otorgada por D. Agustín Alfageme Pérez, 5 de octubre de 1915, ante don Secundino Izarra Urturi, notario de la ciudad de Zamora. Archivo familiar de D. Manuel García Fincias (Tábara). El Encinar hacía setecientas fanegas (254,78 Has.) y fue vendido en treinta y dos lotes iguales que hacían de cabida cada uno 7,33 Has. Junto al Encinar fue vendido también el monte de encina y roble llamado de Majada Sardón (67,8 Has.), en cuya compra intervinieron varios vecinos de Tábara, al igual que en el monte llamado Corral de Tapias (33,54 Has.).


viernes, 11 de mayo de 2018

Obreros y jornaleros en Zamora a principios del siglo XX

LAS CONDICIONES DE VIDA: JORNALES, ALIMENTACIÓN Y VIVIENDA. BENAVENTE Y VILLALPANDO.


Jornaleros y labradores en un día de mercado en Benavente.
Las condiciones de vida de los asalariados en la provincia de Zamora a principios del siglo XX, en general, y de los jornaleros, en particular, no debía diferir mucho del de otras provincias limítrofes, de las que conocemos más información[1]. De ello se desprende una dieta desequilibrada, deficitaria en proteínas y con la consiguiente malnutrición. No deben extrañar pues las ayudas solicitadas a los ayuntamientos, entre ellos al de Benavente, especificando, en algún caso, que los hijos presentan síntomas de raquitismo. Tampoco deben, pues, extrañar, las peticiones de los jornaleros en la huelga de 1904 en Villalpando, cuando solicitaban de los patronos una alimentación donde estuviera presente "un cuarterón de bacalao y una libra de patatas por la mañana, media libra de legumbres, media de carne y cuarterón de tocino y la sopa al mediodía y media libra de habas y un cuarterón de carne por la noche", junto con tres libras de pan y 3 cuartillos de vino.

Segadores.
  Los jornales

C. Hermida ha estudiado las condiciones de vida del campesinado castellano durante este periodo[2], a través del informe Buylla (1905)[3]. Como resumen puede decirse que el trabajo era de sol a sol y que paraban tres horas a mediodía para comer y otra media hora por la tarde de descanso. En cuanto al salario, sabemos que en Fuentes de Ropel el jornal de los trabajadores dedicados al cultivo de cereales oscilaba entre 1,50 y 1,75 ptas. y que en Pontejos el jornal de un bracero era de 2 ptas, aproximadamente[4]. La soldada variaba de invierno a verano. En Benavente era de 0,90 ptas en invierno; 1,25 a 1,50 en primavera y 1,50 en verano. En 1904, el jornal de los segadores de algarrobas en Villapando era de 3 reales y un cuartillo de vino[5]. Las mujeres y los muchachos cobraban aproximadamente la mitad[6]. El salario resultaba prácticamente insuficiente si era sólo un miembro de la familia el que trabajaba. Se calcula que el total de gasto diario era de 1,73 ptas[7]. De ahí que en época de paro estacional o de falta de trabajo la situación de muchas familias fuera angustiosa, sobre todo cuando se producía una carestía en los alimentos.

Panorámica de Benavente a principios del siglo XX.
La alimentación

En cuanto a la alimentación, los patronos de Benavente suministraban a sus obreros sopa por la mañana, cocido con carne salada, generalmente en mal estado, al mediodía y pan y cebolla por la tarde[8]. En Villapando, la manutención consistía en: el almuerzo y la cena en pan y cebolla y la comida en muelas y algo de cecina, tal como se informaba en el I Congreso de Obreros Agrícolas celebrado en abril de 1904 en aquella villa y que fue el preludio de la agitación campesina de los meses de junio y julio de aquel mismo año[9].

El combustible: leña y paja

Mercado en Benavente.
Añádase además las penalidades para pasar el invierno en una región donde escaseaban los jornales y era necesario, además, asegurar el combustible para hacer frente a los rigores de los meses más fríos. En Benavente, algunos propietarios permitían a los jornaleros recoger leña en los montes de su propiedad; ello parecía responder a hacerse con una clientela fiel en momentos de elecciones municipales, provinciales o a las Cortes de la nación[10]. Junto a la leña, la paja era uno de los combustibles de primera necesidad; de ahí que entre las reivindicaciones de los obreros en la huelga de 1904 se pidieran "dos carros de paja buena" por jornalero y temporada[11].

Población jornalera

Familias enteras se dedicaban a las labores del campo. En Benavente, los barrios con predominio de población jornalera eran Santa Clara y La Sinoga[12], si nos atenemos al padrón de 1910. Este nos revela, en algunos casos, la temprana edad a la que comenzaban a trabajar los niños. Como ejemplos basten estos datos: la familia de Domingo Gutiérrez Sánchez estaba compuesta por el padre, de 61 años, jornalero con 3 hijos, uno practicante de farmacia y otros dos jornaleros, uno de 17 y otro de 11 años[13]; en la calle Santa Clara vivía un guardia civil, retirado con 60 años, natural de Alcañices, con esposa y cinco hijos, los cuatro varones de 26, 24, 22 y 16 años, jornaleros, y la hija de 13, costurera.

La vivienda

Las casas solían ser pequeñas y poco aireadas. En Villalpando, A. Buylla observó qua las casas de trabajadores eran "impropias para el uso á que se las destinaba, por la falta de luz y de ventilación, por la carencia de habitaciones (la mayor parte no tienen más que una alcoba, en donde duermen hacinados padres é hijos), y por su poco capacidad, que reduce considerablemente la cantidad de aire respirable"[14].

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Texto extraído de mi trabajo:
 "Crisis obrera y conflictividad social en el nordeste zamorano (1898-1920). I. El periodo 1898-1905 y la implantación del socialismo. Los sucesos de Villalpando, Santa Cristina y San Cristóbal". Brigecio, 8, Salamanca, 1998, pp. 211-240".

 [1] M. ESTEBAN DE VEGA y J. LÓPEZ SANTAMARÍA (1992): "La condición obrera en Salamanca durante la Restauración". I Congreso de Historia de Salamanca, 1989. III. Historia Contemporánea. pp. 57-63. Salamanca.

[2] C. HERMIDA REVILLA (1989): Economía agraria y agitaciones campesinas en Castilla la Vieja y León: 1900-1936, pp. 51 y ss.

[3]Adolfo Alvarez Buylla redactó un informe sobre la situación agraria en Castilla en octubre de 1905 por encargo del Instituto de Reformas Sociales. Ver. Miseria y conciencia del campesino castellano. Comentado por J. Aróstegui. Madrid, 1977. Cfr. P. BIGLINO (1986): El Socialismo español y la cuestión agraria (1890-1936). Madrid. Centro de Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. p. 50.

[4]C. HERMIDA : Op. cit., pág. 56

[5] El Correo de Zamora, 6 de junio de 1905.

[6]Informe A. Buylla, en Miseria y conciencia del campesino castellano, Op. cit., pág. 133.

[7]J. SÁNCHEZ JIMÉNEZ (1992): "La población, el campo y las ciudades". En: La población, la economía, la sociedad (1898-1931). Historia de España. Ramón Menéndez Pidal. Tomo XXXVII, pág. 342.

[8] Informe A. Buylla, en Miseria y conciencia del campesino castellano, Op. cit., pág. 133.

[9] El Heraldo de Zamora, lunes 18 de abril de 1904.

[10] Informe Buylla. En Memoria y conciencia..., pág. 133.

[11] Archivo Municipal de Villalpando (A.M.V.). Libro de copias de correspondencia (del 27 de abril de 1904 a Septiembre de 1914). Fol 12. El alcalde al gobernador, 7 de junio.

[12] Las calles con alta población de jornaleros eran la de Los Carros, Santa Clara, la Sinoga, Santa Catalina y Ancha.

[13]A.M.B. Padrón 1910, leg. 176. Cfr. con los datos referentes a la provincia de Ávila que aporta C. Hermida, op. cit., pág. 54.

[14] Informe A. Buylla, en Miseria y conciencia del campesino castellano, Op. cit., pág. 139.