sábado, 27 de enero de 2018

Oro y plata en Zamora (1)

EL DESCUBRIMIENTO DE UNA MINA DE ORO EN LUBIÁN

José I. Martín Benito
La riqueza minera de Zamora ha estado presente a lo largo del tiempo, desde la Prehistoria hasta el siglo XIX. Es a partir de los siglos XIX y XX cuando comienza a ser más conocida, sobre todo por las minas de Sayago (Villadepera) y Sanabria (Calabor).

Desde muy antiguo en el actual territorio de la provincia se explotó la sal, el oro, la plata, el plomo, el cobre, el estaño. Este potencial bien podría transformarse en un recurso económico para la zona rural provincial. ¿Cómo? Con la creación y promoción de rutas turísticas en la provincia en busca del pasado minero. Para ello, habría que hacer una selección de lugares visitables. Para eso es necesario contar con un conocimiento del territorio, realizando estudios previso y ver, así, las posibilidades de acercar e insertar los enclaves y restos de la minería histórica al gran público. Es una oportunidad que está ahí, esperando. Cuando el mundo rural se vacía, es preciso estimular el aprovechamiento de los recursos. Y este, el de la minería histórica como producto turístico, puede ser uno de ellos.

Noticias de descubrimientos de minas en Zamora hay varias. Hoy traemos aquí una relacionada con el descubrimiento de oro y plata en Lubián (Sanabria).

El descubrimiento de las minas de plata en Guadalcanal (Sevilla) en 1555 en Sierra Morena, generó una espacie de “fiebre minera” en el resto de España. Muchas gentes se lanzaron a explorar el campo, esperando encontrar un remedio rápido a su precaria situación. Así lo expresaba el corregidor de Segovia en 1556: “En esta ciudad y su tierra ay mucha nesçesidad y la gente está pobre, andan muchas jentes a buscar las dichas minas por los montes, sierras y términos de la dicha çibdad[1].

Las tierras zamoranas no fueron ajenas a esta situación, donde vecinos y naturales se lanzaron también a la búsqueda de minerales; no en balde los hallazgos se concentran, sobre todo, en 1556, particularmente en Sanabria y Sayago.

Entre los buscadores, debía haber gente experimentada, a la que se denominaba “maestro y descubridor de minas”, como fue el caso de Juan de Bustamante, vecino de la villa de Alcañices. En 1566, Bustamante exploró la Sierra de Sospacio, y halló una mina en término de Lubián, cuya explotación concertó con Antonio Pimentel, conde de Benavente[2].

A estar la mina en término del condado de Benavente, se llegó a un concierto entre Juan de Bustamante y el conde don Antonio Pimentel, firmado en la villa de Benavente el 4 de febrero de 1557. Ambas partes acordaban repartir los beneficios del oro, plata u otro metal que de la mina se sacase. El conde daba licencia a Juan de Bustamente para que este descubriera y se beneficiara de la explotación minera, pero corriendo con los gastos que de ello se derivaran, sin que el conde tuviera que pagar cosa alguna por esta tarea. 


Trabajos de minería. G. Agrícola, De re metallica (1556).
Los posibles beneficios de la mina de Lubián se repartirían de la siguiente manera: las tres cuartas partes para Bustamente, “por su trabajo, costa e industria” y la parte restante para el conde. Se especificaba además que si alguna vez el conde quería llevar la mitad del provecho de la mina, debía pagar al descubridor la mitad de los gastos que este hubiera realizado en la explotación.

La escritura de acuerdo estipulaba también que si Juan de Bustamante descubriere otras minas en tierras del conde de Benavente, debía regirse por el mismo concierto.

__________
El texto aquí recogido forma parte de un trabajo inédito, que se publicará en Brigecio 2018 con el titulo: La minería en Zamora. Una aproximación al siglo XVI y primer tercio del XVII.


[1]SÁNCHEZ GÓMEZ, Julio: De minería, metalúrgica y comercio de metales (1450-1610). La minería no férrica en el Reino de Castilla (1450-1610). Salamanca 1989. Acta salmanticensia. Estudios históricos y geográficos, 65. Vol. 2, pág. 640. Reproducen la cita JORDA BORDEHORE, L.; PUCH RIART, Octavio y MAZADIEGO MARTÍNEZ, Luis Felipe: La minería de los metales y la metalurgia en Madrid (1417-1983). Madrid 2005, pág. 38.

[2] Archivo Histórico Nacional. Osuna. Caja 489.


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lunes, 22 de enero de 2018

Toros enmaromados

UN REPERTORIO ICONOGRÁFICO

José I. Martín Benito


Martirio de San Saturnino.
Entre los diversos lances y fiestas relacionadas con el toro, está la de correr un astado atado a una maroma. La modalidad se conoce con el nombre de "toros de cuerda", "toros ensogados", "enmaromados"... y es el fruto de una tradición que se ha mantenido en diversas poblaciones de la península Ibérica, entre otros en Benavente, Teruel, Cuenca, Grazalema (Cádiz), Onteniente (Valencia), La Puebla de Montalbán y Yuncos (Toledo), Azpeitia (Guipuzcoa), Beas de Segura (Jaén), Lodosa (Navarra)...

En origen, el atar a un animal buscaba el poder llevarlo y trasladarlo de un lugar a otro, lo que no siempre ha sido fácil, dado el ímpetu o la casta del animal, ya sea un toro o un caballo. Se ha supuesto que el origen de la tradición de los toros de cuerda en España está ligada al traslado del animal de los montes, pastizales o dehesas a las poblaciones. Sea como fuere, lo cierto es que la práctica de ensogar un toro es muy antigua, como veremos con algunos ejemplos e imágenes que insertamos en este post. Ejemplos de toros ensogados tenemos en el antiguo Egipto, la civilización cretense, Grecia... Y en efecto, unas veces - las más- se hizo como traslado del animal, pero hubo otras en las que ensogar un toro perseguía otros fines más dramáticos, como veremos.

Templo de Sethy I (Ábidos, Imperio Nuevo egipcio, II milenio a. C.)


Este templo es el mayor de los construidos en Abidos. Fue erigido por Sethy I (1294 a 1279 a. C.) en honor a Osiris. Entre los muchos relieves que guardan sus paredes está esta en la que Ramsés II y el joven príncipe Amonherjepeshef enlazan un toro.
Enlace de un toro. Templo de Sethy (Ábidos, Egipto).

Vaso minoico de oro (II milenio a. C., Creta)

El toro está muy presente en las civilizaciones mediterráneas antiguas. La cultura cretense es un ejemplo. Recordemos la leyenda del Minotauro en Creta. Esta civilización nos ha deparado una interesantísima orfebrería, entre la que destaca, sin duda, la conocida como "máscara de Agamenón". Pero también, nos ha dejado una serie de vasos de oro. En uno de ellos se representa en relieve repujado esta escena, en la que un hombre trata de sujetar a un toro con una maroma, cuando este ha embestido a otro hombre que se encuentra en el suelo.
Vaso de oro micénico.


Toro Farnesio (130 a. C, Rodas, Grecia)

En el Museo de Napóles se encuentra esta obra griega de época helenística, de la escuela de Rodas. De composición piramidal, reproduce el tema del suplicio de la hechicera Dirce, por los hijos de Antíope (Anfión y Zeto). Estos, deseando vengar a su madre, ataron a Dirce a un toro que la arrastró hasta matarla.
Toro Farnesio. Museo de Nápoles.

Castigo de Dirce (S. I. d. C.)

El mismo tema lo encontramos en uno de los frescos de la Casa de los Vetti, en Pompeya, la ciudad sepultada por las cenizas del Vesubio en el 79 d. C.
Castigo de Dirce (Casa de los Vetti, Pompeya).
Mosaico romano (s. I. d. C. Museo de Trípoli, Libia)

La caza y lucha de fieras fue común en los espectáculos de los anfiteatros romanos. Aquí reproducimos una escena que refleja la lucha entre un toro y un oso. Obsérvese como el oso está encadenado y el toro atado por un soga. El mosaico procede de la villa romana de Zliten (Dar Buc Ammera), (Tripolitania, Libia).
Mosaico de la villa romana de Zliten (Libia).
Martirio de San Saturnino (miniatura del siglo XV)

Atar un condenado a un toro para que este le arrastre y le ocasione la muerte, debió ser un castigo propio de los tiempos antiguos. Sant Sernin (Saturnino), primer obispo de Toulouse (Tolosa), fue martirizado mediante este procedimiento en el 257 d. C. tras la predicación del cristianismo en Aquitania (Galia), durante el consulado de Gracio y Decio. La imagen que incluimos es una miniatura del Misal de Juan de Foix, obispo de Comminges (1466-1501), cuyo original se encuentra en la Biblioteca Nationale de France de Paris (misal latino 16827, f. 223r.).

Martirio de Sant Sernin. BNF, Paris.
Basílica de Saint Sernin (Toulouse, Francia).

En la basílica de Saint Sernin, en Toulouse, encontramos variada iconografía sobre el martirio del santo. Entre ella, esta que os dejo aquí:

Martirio de San Saturnino (Toulouse).


El gayumbo, de Goya (1793)

Sabida es la afición que Francisco de Goya tuvo por la tauromaquía. Este cuadro, conocido como El gayumbo o El toro enmaromado, y que se encuentra en una colección particular de Suiza, fue pintado en 1793. Reproduce una escena que debía ser común en las fiestas populares de la España del siglo XVIII. La escena transcurre a las afueras de una ciudad, que bien podría ser Sevilla, por la semejanza de uno de los edificios a la Torre del Oro. En un primer plano vemos un grupo de hombres que tratan de dominar un toro enmaromado, ante el acoso de unos perros, tal vez para conducirlo a la ciudad. La cucaña en un segundo plano, y las talanqueras, nos indica que estamos ante un escenario festivo.

El gayumbo, de Francisco de Goya.

miércoles, 17 de enero de 2018

Minorías religiosas en la España medieval (1)

JUDÍOS EN CIUDAD RODRIGO

José Ignacio Martín Benito

Representación de judíos en Las Cantigas.

La minoría religiosa más destacada en Ciudad Rodrigo fue la de los judíos. A finales del siglo XV contaba la ciudad con una importante población que profesaba la religón hebrea. En el padrón elaborado para el repartimiento del reparo de la puente en 1486, figuran 76 cabezas de familia judías, lo que representaba el 9% aproximadamente de la población de la ciudad[1]. Se concentraban principalmente en la aljama que estaba intramuros, en torno al castillo, puerta de Santiago y los solares que posteriormente sirvieron para edificar el convento de San Agustín y del Hospital de la Pasión. A mediados del siglo XV la judería estaba cercada, delimitando los espacios cristiano y judío dentro de la ciudad. Las alcabalas de 1444 y 1475 citan el çerco de los judíos y el çerco de la judería[2]. Hacia 1482 se intentó separar más los barrios judío y cristiano, trasladando a aquellos al barrio de Carniceros. Ello se hacía en virtud de los acuerdos de las Cortes de Toledo de 1480:

Culto en la sinagoga.
"Porque dela continua conversacion e vivienda mezclada delos judios e moros con christianos resultan grandes danos e inconvenientes... ordenamos e mandamos que todos los judios e moros de todas e quales quier cibdades e villas e lugares destos nuestros reynnos... tengan sus juderias e morerias destintas e apartadas sobre si, e no moren a vueltas con los christianos, ni ayan barrios con ellos... para lo qual fazer e complir nos luego entendemos nombrar personas fiables para que fagan el dicho apartamiento, sennalando los suelos e casas e sitios donde buenamente puedan vivir e contractar en sus officios con las gentes"[3].

Los procuradores judíos Lumbroso y Yuçé Haray apelaron contra aquella disposición sintiéndose agraviados por considerar que aquello no era sino un "rincón e muladar el más apartado logar de la dicha çibdad por el qual muy poco continúan la gente de la dicha çibdad" y considerando que de llevarse a cabo la medida "los prinçipales e más ricos e trabtantes e mercaderes de la dicha judería... perderían sus trabtos e fasyendas en espeçial por las tales calles e barrios ser muy apartados del trabto de la dicha çibdad"[4]. La media, finalmente, no se llevó a efecto.

Hospital de la Pasión. Solar de la judería de Ciudad Rodrigo.
La aljama existía ya en el siglo XIII[5]. Contaba con una sinagoga que, después de la expulsión, fue donada por los Reyes Católicos a la cofradía de la Pasión para la construcción de un Hospital, como ya vimos en un post anterior. Algunas referencias indirectas avalan que la sinagoga existía ya en 1402[6], aunque las citas documentales aludan a ella hacia 1460, según la declaración que en 1490 hizo Catalina González ante el tribunal de la Inquisición de Llerena:

"...dixo que puede aver beinte e ocho o treinta años poco mas o menso que este testigo bibia en la Rua nueva y tenian por becino Ysidro Gonzalez platero... por espacio de 6 o 7 años y en este tiempo bio que la muxer del dicho platero... la qual ya es difunta... ir muchas veces a la juderia la qual yva cobixada y a visto este testigo que llevava aceite a la sinagoga porque algunas veces la bio este testigo salir de dentro de la sinogoga"[7].

El cementerio

Arrabal del Puente. Ciudad Rodrigo.
El cementerio estaba en el Arrabal del Puente, al otro lado del río. Los Reyes lo entregaron después de la expulsión a García Gutiérrez, contino de las guardas y vecino de Ciudad Rodrigo[8]. Durante su estancia en Ciudad Rodrigo los judíos gozaron de las exenciones fiscales de los cristianos, al menos durante los reinados de los reyes Juan I y Enrique III. Ya en 1439 la aljama contribuía con 14.000 maravedís de moenda vieja, esto es unos 1.000 maravedís de moneda blanca. La aljama siguió contribuyendo con los pechos y pedidos durante todo el siglo XV. En 1482, el alcaide y tenente de la fortaleza Diego del Águila tenía asignados 12.000 maravedís en la alcabala de la carne judiega[9].

Oficios

Entre los oficios que desempeñaban, unos se ocupaban de coger las rentas de las alcabalas, tercias y yunterías de la ciudad; otros fueron mercaderes, médicos, físicos, cirujanos, artesanos... Ignoramos realmente las relaciones que mantenían con los cristianos; algunos cristianos vivían en la aljama, aunque los acontecimientos más críticos que se dieron en el reino tuvieron también repercusión en la comunidade hebrea de la ciudad, según el testimonio de los cronistas Yosef ben Zaddiq de Arévalo y Abrahán Zacuto, tales como las persecuciones y bautismos forzosos de 1230 y el pogrom de 1391[10]. Algunos conversos siguieron manteniendo de forma recatada su fe, como se desprende del testimonio de Cataliana Gómez sobre la mujer del platero Isidro González, pues, según la testigo, ésta llevaba aceite a la sinogoga, a donde "yva cobixada", esto es, tapada, ocultando su identidad.


[1] Mª F. García Casar, Fontes Iudaeorum Regni Castellae. El pasado judío de Ciudad Rodrigo. (Salamanca 1992 (Salamanca 1992, 36 y docs XXVI/1 y XXVI/2).
[2] Mª F. García Casar, Op. cit,. (Salamanca 1992, 22 y docs IV y V).
[3] Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, IV (Madrid 1882, 149).
[4] Mª F. García Casar, Op. cit,. (Salamanca 1992, doc. XVIII).
[5] Mª F. García Casar, Op. cit,. (Salamanca 1992, 27).
[6] A. Sánchez Cabañas, Historia Civitatense, citado por S. Malmierca, Judíos, moriscos e Inquisición en Ciudad Rodrigo (Salamanca 1990, 26).
[7] Citado por F. Sierro Malmierca, Judíos, moriscos e Inquisición en Ciudad Rodrigo (Salamanca 1990, 26).
[8] A.G.S. Registro General del Sello, 25 de julio de 1492. Peñafiel.
[9] Mª F. García Casar, Op. cit,. (Salamanca 1992,28‑30).
[10] Mª F. García Casar, Op. cit,. (Salamanca 1992, 35).


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Texto extraído de mi trabajo: "La Iglesia de Ciudad Rodrigo". Historia de las Diócesis españolas. Ávila, Salmaanca y Ciudad Rdorigo. Coord. T. Egido. Madrid 2005

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viernes, 12 de enero de 2018

Hospitales históricos

CIUDAD RODRIGO Y SAN FELICES DE LOS GALLEGOS

José Ignacio Martín Benito

 

Fachada del Hospital de la Pasión (Ciudad Rodrigo).
Los últimos tiempos de la Edad Media fueron fecundos en cuanto a fundaciones benéficas en la diócesis. Sánchez Cabañas, al escribir su Historia civitatense en las primeras décadas del siglo XVII, afirma que antiguamente hubo tres hospitales: el de San Lázaro, extramuros, el de la catedral y el de Lerilla. Este último estaba entre el Campo de Carniceros y la Puerta del Sol. Como finalidad tenía la acogida de peregrinos, principalmente licenciados y estudiantes[1]. Muy posiblemente la iglesia de Santa Cruz contó también con un hospital. En el padrón de 1486 figura, tachado y en blanco, "el hospitalero de Santa Cruz" en la colación de San Vicente[2]. En cuanto al hospital de la catedral fue fundado a mediados del siglo XV por el Cabildo y se le conoció como Hospital de Santa María de la Catedral. El Cabildo aprovechó el solar de unas casas cercanas al templo catedralicio y ajustó en 1455 la obra de las tapias con Benito Sánchez y Pedro de Pedreros, vecinos de San Felices de los Gallegos y de Ciudad Rodrigo, respectivamente. Las obras seguían en ejecución hacia 1497, durante el pontificado de don Juan de Ortega. El hospital estaba destinado al cuidado de enfermos pobres, atendidos por los clérigos de la Catedral[3]. En tiempos de Cabañas debía de haber desaparecido, pues no lo incluye en los hospitales que existían en su época, primeras décadas del siglo XVII; sin embargo sí acertó a ver la inscripción de su fachada: "Haec est Domus Domini, refrigerium paupereum firmiter aedificata"[4].

La fundación del Hospital de la Pasión

Hospital de la Pasión. Interior.
Por esas mismas fechas se fundaba también el Hospital de la Pasión, junto a la muralla. La fundación data de 1479 y en ella intervinieron doce caballeros de la ciudad, reunidos en la iglesia de San Juan[5]. El 25 de mayo de 1492 los Reyes Católicos entregaron los solares de la antigua sinagoga de los judíos para que en ellos se construyera la iglesia y el Hospital:

"Don Fernando e doña Ysabel, [etc...] por fazer bien e merced a vos el cabildo e cofrades de la cofradia de la Pasion de la çibdad de Çibdad Rodrigo, acatando las obras pias e meritorias que por el dicho cavildo e cofrades de la dicha cofradia se an fecho e fazen de cada dia del serviçio de Dios nuestro señor segund la constituçion de vuestra regla ansi en acoger y proveer pobres e enfermos como en los sepultar e enterrar e otras muchas limosnas e obras pias e fasedes por que a nos es fecha relaçion que para acreçentar mas las dichas obras pias e meritorias el dicho cabildo e cofradia an mucho menester una casa para e yglesia en que se çelebren los divinos ofiçios e por la presente fazemos merced e limosna a la dicha cofradia e cofrades della de la Sinoga con su çerco e corrales que los judios e judias de la dicha Çiudad Rodrigo e aljama dellos tienen e an tenido e poseido fasta agora en la dicha çibdad con todas sus entradas e salidas e usos e costunbres e servidunbres para asi que fagades e se fagan en la dicha Sinoga una yglesia e ospital para la dicha cofradia e cabildo della que sea llamado e intitulado hospital de la Pasion de la qual dicha Sinoga e casa e çerco e corrales della sea agora e para sienpre jamas fazemos merced e limosna a vos el dicho cabildo e cofrades de la dicha cofradia de la Pasion de la dicha Çibdad Rodrigo e vos damos poder e facultad para que despues de pasado el termino del mes de julio primero que viene podades entrar e tomar la dicha casa Sinoga con el dicho çerco e corrales para que sea yglesia e ospital de la Pasion como dicho es. E por esta nuestra carta e por su traslado sygnado de escrivano publico rogamos e encargamos al reverendisimo padre obispo de la dicha Çibdad Rodrigo del nuestro consejo e mandamos al nuestro corregidor de la dicha çibdad e su lugarteniente e a cada uno e qualesquier dellos que agora son o fueren que con esta nuestra carta o con el dicho su traslado signado como dicho es fueren requeridos que despues de pasado el termino del fin del dicho mes de julio primero pongan en la posesion de la dicha casa de la dicha Sinoga o su çerco e corrales a vos el dicho cabildo e cofradia de la Pasion de la dicha Çibdad [...][6].

Capilla del Hospital de la Pasión (Ciudad Rodrigo).
Los fines benéficos del Hospital de la Pasión son, por consiguiente, parecidos a los de Santa María de la Catedral, si bien en aquella institución interviene como fundador el cabildo catedral y aquí lo hacen personas en su mayoría laicas. La Pasión contaba con una cofradía que se encargaba de la acogida y cuidado de los pobres y enfermos en el hospital, así como de hacerse cargo del entierro y darles cristiana sepultura. León X expidió una bula en favor del Hospital de la Pasión el 10 de marzo de 1519[7].

El Hospital de San Felices de los Gallegos


En la diócesis hubo otras instituciones benéficas. En San Felices de los Gallegos existía el Hospital de Roque Amador, junto a la ermita del mismo nombre. Toribio de Dios supone que, al menos, debía existir ya en el siglo XV[8]. Bajo la advocación de Nª Srª de Rocamador existieron en la Edad Media varias fundaciones ligadas a la hospitalidad de peregrinos. Rocamadour era una de las estaciones del Camino de Santiago en el departamento francés de Lot. J. Uría apunta que algunos monasterios franceses "tenían hospitales de peregrinos en tierra española", como en el caso de la villa burgalesa de Hornillos del Camino, que pasó a depender del monasterio enclavado en la misma villa de Nuestra Srª de Rocamador, dependiente a su vez de San Martín de Tulle, en la diócesis de Limoges. De este monasterio burgalés dependían, también, los hospitales de Mayorga (Valladolid) y Villalobos (Zamora)[9]; en Astorga[10] y Villalpando había también hospitales con este mismo nombre[11]. El hospital astorgano era regentado por la cofradía de Nª Srª de Rocamador, como en otros lugares, caso de Salamanca[12], lo que hace sospechar que en San Felices de los Gallegos debió existir también una cofradía que se ocupara de él.


[1] En 1590 se agregó al de la Pasión. M. Hernández Vegas, Ciudad Rodrigo. La catedral y la ciudad. T. I. (Salamanca 1935, 74 y nota 1).

[2] Mª F. García Casar, Fontes Iudaeorum Regni Castellae. El pasado judío de Ciudad Rodrigo. (Salamanca 1992, 84, doc XXVI/1). La iglesia, a decir de Hernández Vegas, había sido parroquia y después perteneció a los claustrales de Palomar. En 1517, cuando se cedió a doña Beatriz Pacheco para la fundación del convento de Santa Cruz, de religiosas agustinas, era de la catedral. Op. cit. (Salamanca 1935, 58).

[3] M. Hernández Vegas, Op. cit., I (Salamanca 1935, 243‑44).

[4] A. Sánchez Cabañas, Historia de la m. n. y m. l. ciudad de Ciudad Rodrigo (Ciudad Rodrigo 1861, 96).

[5] M. Hernández Vegas, Op. cit., I (Salamanca 1935, 243).

[6] Archivo Hospital de la Piedad. Merced que hicieron los señores Reies Catholicos Dn. Fernando y Dª Ysavel de la casa de la Sinagoga de los Judios, sitia donde se fundo la Yglesia del Hospital de la Passion.

[7] A. Sánchez Cabañas, Historia de la m. n. y m. l. ciudad de Ciudad Rodrigo (Ciudad Rodrigo 1861, 96‑7).

[8] Toribio de Dios, Historia de la villa de San Felices de los Gallegos (Valladolid 1940, 199).

[9] V. Uría, "La hospitalidad y el hospedaje", en L.Vázquez de Parga et alii, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, T. I. (Pamplona 1992, 302).

[10] En el caso de Astorga se documenta ya en 1310, pero todo hace pensar que existía ya en el siglo XII. A. Quintana Prieto, Hospitales astorganos. Beneficencia de la ciudad en la antigüedad. (Zamora 1993, 234‑43).

[11] L. Calvo Lozano, Historia de la villa de Villapando (Zamora 1981, 90‑92).

[12] J. Sánchez Herrero, Las Diócesis del Reino de León (León 1978, 469‑70). 



El texto está extraído de nuestra obra: "La Iglesia de Ciudad Rodrigo". Historia de las Diócesis españolas. Ávila, Salamanca y Ciudad Rodrigo. Coordinación T. Egido (Madrid 2005) 

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domingo, 7 de enero de 2018

Nueva crónica portuguesa (3)

MOSTEIROS Y PONTES

José Ignacio Martín Benito 

Mosteiro de San Joâo de Tarouca  
Iglesia de S. Joâo de Tarouca.
Sol y silencio en el valle del Varosa. Ni siquiera se oye el murmullo de los arroyos Pinheiro y Aveleira que, con la sequía, traen poco caudal para alimentar al río principal. En otro tiempo sirvieron para dar agua a los monjes blancos, que canalizaron sus aguas en el mismo monasterio. Pero los monjes se fueron y su obra, con el tiempo se fue desmantelando. Consecuencias de la desamortización.

De todo el conjunto monacal se salvó la iglesia, que quedó para el servicio parroquial de las aldeas próximas. Los viajeros entran en el templo y admiran tallas, pinturas y azulejos. En la sacristía firman en el libro de visitas, recordando el relato de su “Carnaval del peregrino”. Y es que, todo hay que decirlo, han venido a este mosteiro por el reclamo del apócrifo manuscrito.
Monasterio de S. Joâo de Tarouca.

Es Tarouca un monasterio renacido, pero sin monjes. Los arqueólogos han sacado de las entrañas de la tierra los cimientos de las dependencias de la vieja abadía en un trabajo lento, arduo y paciente; Entran los viajeros en el edificio que hace esquina entre el Largo do Terreiro y la avenida Antonio de Teixeira, donde se ha abierto un centro de interpretación del monasterio. Allí se expone la vajilla y otros objetos extraídos del subsuelo, mientras se cuenta todo el proceso de la ingente excavación, con más de 3.000 metros cuadrados, impulsada por el gobierno portugués.

Tiempo tendrán todavía los viajeros de recorrer en solitario, la explanada que otrora alojó a monjes y conversos y subir a los aterrazamientos donde su cultivaron hortalizas, frutas y verduras. Este lugar fue lagar, aquí ermita, de todo apenas quedan las señales. Y es que los monjes –ya se ha dicho- no están aquí para contarlo. Con todo, Tarouca se ha desperezado del moho de su ruina y de la herrumbre del tiempo, pero a pesar de ello, es una estructura fría, sin alma, pues todo pereció a partir de 1834.

Cuando salen de las cistercienses ruinas, el reloj marca la una de la tarde. Es hora pues de alimentar el cuerpo, y qué mejor que en una casa de comida regional, en la que les ofrecen y aceptan cozido del país, un plato a base de repolho, batatas, farinheira, chouriço, entrecosto y orelha de porco, eso sí, acompañado de arroz seco, un ingrediente que no falta en la cocina portuguesa. Cuando salen, relajados, apenas tendrán tres horas de luz para seguir el curso del Varosa y poder admiarar la torre de Ucanha y el mosterio de Santa María de Salzedas.

Ponte de Ucanha

Ponte fortificada de Ucanha, sobre el Varosa.
La ponte fortificada de Ucanha, sobre el Varosa, recuerda a los viajeros la burgalesa de Frías o la cordobesa de la Calahorra. Su altivez y grandeza hace encogerse a dos moinhos situados a ambas márgenes del río, convertidos en una mera reliquia de lo que fue in illo tempore el aprovechamiento de sus aguas. Ahora el cauce viene bajo, lo que aprovecharán los viajeros para adentrarse en él y hacer varias tomas fotográficas del conjunto pontino.

La recia torre ha sido rehabilitada y recoge en dos de sus plantas una exposición sobre su hijo más universal: José Leite de Vasconcelos (1858-1941). El sabio portugués esgrimió algunas razones para su construcción: la defensa del paso, la entrada al couto del mosteiro de Salzedas y la cobranza del pontazgo. Hoy no hay tributo alguno, pues la entrada al interior de la fortaleza es gratuita, aunque los visitantes dejarán un pequeño donativo.

Mosteiro de Salzedas

De Ucanha a Salzedas. Aquí la ruina no se cebó tanto como en San Joâo de Tarouca. Tal vez porque el monasterio estaba en el mismo pueblo. Además la iglesia, se conservó buena parte de los claustros y algunas dependencias. No obstante, en ambos, el Estado portugués se ha esforzado en su recuperación, para el disfrute de las modernas generaciones y de la visita pública.


Claustro del monasterio de Salzedas.
Los viajeros sienten una sana envidia de que ambas iglesias cistercienses se salvaran de la destrucción, al quedar como templos parroquiales. Peor suerte corrió la de Santa María de Moreruela, reducida a escombros. La monumental de Salzedas sirve para el culto de los 90 habitantes del lugar. De ahí que se quede grande, más teniendo en cuenta que “em todo mundo vem à missa”, advierte la joven encargada de atender a las visitas. Y es que, en estas tierras de la Beira, la gente emigró a Francia o a Suiza y solo vienen en verâo.

Como en Tarouca, en Salzedas hay también un centro interpretativo. Los viajeros ven un video sobre el proceso de restauración y visitan las salas musealizadas. Un breve paseo por las calles de la población, antes de retornar a Lamego, pondrá el punto y seguido a una jornada marcada por las huellas romanas, visigodas y cistercienses en estas tierras del Douro portugués.

7 Diciembre 2017 

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martes, 2 de enero de 2018

Nueva crónica portuguesa (2)

RIBERAS DEL BALSEMÂO O LA ESPERA DEL REY SISEBUTO

José I. Martín Benito

Sâo Pedro de Balsemâo.

S. Pedro de Balsemâo. Interior.
Sâo Pedro de Balsemâo es un templo tan camuflado como antiguo. Y no lo dicen los viajeros solo por el acceso, estrecho y sin quitamiedos hacia el angosto precipicio del río, que les recuerda la carretera a Porto de Sanabria, sino por lo irreconocible de su arquitectura. Por otro lado, no entienden muy bien que el gobierno portugués, tan celoso de recuperar el patrimonio del país, tenga escondida la joya visigótica en un camino donde no pueden cruzarse dos vehículos.

Son las diez de las mañana y el templo está fechado. No hay un alma en el lugar. A los pocos minutos llega un motorista por el maltrecho camino. Desciende de la montura, se quita el casco y asiente cuando los viajeros le preguntan si es la persona encargada de abrir la pequeña capela. Es un hombre de unos cincuenta años, que sabe muy bien la historia del lugar, que estudió latín y griego en el seminario, con el que no tardan en confraternizar. Los viajeros llegan a pensar si no será Leite de Vasconcelos redivivo, aquel sabio portugués nacido en la cercana Ucanha.

Inscripciones romanas, columnas, capiteles y un espléndido arco de herradura transportan el lugar a los tiempos romanos y visigodos, y hermanan la pequeña iglesia de Balsemâo con la de San Pedro de la Nave, a orillas del Esla. Todo ello, mucho antes de que leoneses y portugueses batallaran contra os mouros y entre sí, y mucho antes, también, que acordaran caminos separados.
A la salida del templo los viajeros se encuentran con dos gatos tomando el sol. Ya se dijo en alguna ocasión que los gatos siempre parecen acompañarles. Lo hicieron en Óbidos, Hydra, Roma, Córdoba, Mallorca, Coria... Esta vez están en la ribera del Balsemâo, quién sabe si esperando a Sisebuto, como los portugueses al rey don Sebastián. Allí esperan, como las cercanas olivas su cosecha.

Tras despedirse del guarda, los viajeros retornan a Lamego, por el Barrio da Ponte. Desandar el camino se les hace más corto, casi como un suspiro. Y ponen rumbo a Tarouca.

Gatos tomando el sol en Balsemâo
(CONTNUARÁ) 7 diciembre 2017

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