martes, 2 de enero de 2018

Nueva crónica portuguesa (2)

RIBERAS DEL BALSEMÂO O LA ESPERA DEL REY SISEBUTO

José I. Martín Benito

Sâo Pedro de Balsemâo.

S. Pedro de Balsemâo. Interior.
Sâo Pedro de Balsemâo es un templo tan camuflado como antiguo. Y no lo dicen los viajeros solo por el acceso, estrecho y sin quitamiedos hacia el angosto precipicio del río, que les recuerda la carretera a Porto de Sanabria, sino por lo irreconocible de su arquitectura. Por otro lado, no entienden muy bien que el gobierno portugués, tan celoso de recuperar el patrimonio del país, tenga escondida la joya visigótica en un camino donde no pueden cruzarse dos vehículos.

Son las diez de las mañana y el templo está fechado. No hay un alma en el lugar. A los pocos minutos llega un motorista por el maltrecho camino. Desciende de la montura, se quita el casco y asiente cuando los viajeros le preguntan si es la persona encargada de abrir la pequeña capela. Es un hombre de unos cincuenta años, que sabe muy bien la historia del lugar, que estudió latín y griego en el seminario, con el que no tardan en confraternizar. Los viajeros llegan a pensar si no será Leite de Vasconcelos redivivo, aquel sabio portugués nacido en la cercana Ucanha.

Inscripciones romanas, columnas, capiteles y un espléndido arco de herradura transportan el lugar a los tiempos romanos y visigodos, y hermanan la pequeña iglesia de Balsemâo con la de San Pedro de la Nave, a orillas del Esla. Todo ello, mucho antes de que leoneses y portugueses batallaran contra os mouros y entre sí, y mucho antes, también, que acordaran caminos separados.
A la salida del templo los viajeros se encuentran con dos gatos tomando el sol. Ya se dijo en alguna ocasión que los gatos siempre parecen acompañarles. Lo hicieron en Óbidos, Hydra, Roma, Córdoba, Mallorca, Coria... Esta vez están en la ribera del Balsemâo, quién sabe si esperando a Sisebuto, como los portugueses al rey don Sebastián. Allí esperan, como las cercanas olivas su cosecha.

Tras despedirse del guarda, los viajeros retornan a Lamego, por el Barrio da Ponte. Desandar el camino se les hace más corto, casi como un suspiro. Y ponen rumbo a Tarouca.

Gatos tomando el sol en Balsemâo
(CONTNUARÁ) 7 diciembre 2017

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