lunes, 30 de mayo de 2016

Esculturas zoomorfas prerromanas

TOROS Y VERRACOS

José I. Martín Benito
Toros de Guisando (Ávila).

Una de las manifestaciones arqueológicas más llamativas de la Protohistoria de la Meseta española son una serie de esculturas zoomorfas en piedra, que se conocen generalmente con el nombre de “verracos”. Las especies representadas son toros, cerdos y jabalíes. Existe una abundante bibliografía científica sobre ello, pero uno de los catálogos más completos es el elaborado por el profesor Jesús R. Álvarez-Sanchís (Los vettones, 1999), autor a quien seguimos en esta exposición en su síntesis de 2001 (catálogo de la exposición Celtas y Vettones, pp. 271-274). Las esculturas suelen estar talladas en bloques de granito, donde se representa al animal de cuerpo entero, junto con el pedestal o peana que lo sustenta. La postura es siempre la misma, de pie y rigurosamente frontal.

Acostumbran a acusar un relativo esquematismo en las formas, aunque en ocasiones se detallan determinadas partes de la anatomía animal que permite identificar la especie. Sus dimensiones no son uniformes y van desde piezas de menos de un metro de longitud hasta las que superan los dos metros y medio.

Jabalí de Gallegos de Argañán. Museo de Salamanca.
El área de dispersión de estas esculturas se extiende por las provincias de Ávila, Salamanca y sur de Zamora (Sayago), Cáceres, oeste de Toledo y se asocia a un pueblo prerromano, el de los vettones. Algunos ejemplares han sido localizados también en Portugal (Castelo Mendo o Murça). Pero no todos los verracos son vettones. Los hay también en las ciudades de Toro (Zamora) y Coca (Segovia) que eran enclaves vacceos y que tienen también toros de piedra. La mayor concentración está en territorio vetton, pero los préstamos culturales e influencias se extienden a pueblos próximos.

Las esculturas se pueden fechar desde el siglo IV a. C. hasta el siglo I a.C, en su mayor parte, aunque hay piezas con inscripciones latinas de los siglos I y II d. C.

La interpretación ha sido objeto de controversia. Juan Cabré, basándose en el hallazgo de las esculturas del castro de Las Cogotas (Cardeñosa) y en las de La Mesa de Miranda (Chamartín), ambas en la provincia de Ávila, señaló su carácter apotropaico, relacionándolas con la protección y fertilidad de la ganadería. También se ha señalado su carácter de monumento funerario, sobre todo para aquellas piezas que aparecen asociadas a bloques de piedra prismáticos con una pequeña cavidad destinada a depositar las cenizas del difunto. Algunos verracos, realizados ya en época romana, llevan inscripciones latinas o epitafios en los que se indica el nombre del difunto y su filiación.

Verraco de Gallegos de Argañán (Ciudad Rodrigo).
A estas interpretaciones se suma en la actualidad una tercera, que insisten en una explicación de carácter económico y en la ubicación de estas figuras en el paisaje, ya que una buena parte de los hallazgos se han localizado junto a prados y pastizales, cerca de fuentes de agua y a varios kilómetros de los poblados. Cobraría así fuerza la idea de considerar a los verracos como delimitadores de áreas de propiedad, dentro de una sociedad jerarquizada, en la que la explotación de la tierra, el acceso a los pastos y el control de los recursos debieron ser los pilares de estos grupos dirigentes durante la Edad del Hierro.

Se conocen actualmente más de 230 esculturas. En Ávila, el profesor Alvarez-Sanchís, ha registrado 174 (Castros y verracos, 2006); en Salamanca, 33; en Zamora, 27 y en Segovia, 7 (Los vettones, op. cit).

Toro de la puente (Salamanca).
Algunas de estas esculturas son muy conocidas por diversas circunstancias. Entre ellas, cabe destacar los "Toros de Guisando" (El Tiemblo), donde el 19 de septiembre de 1468 tuvo lugar el famoso tratado entre el Rey Enrique IV y su hermana la princesa Isabel, en la que se reconocía a esta como princesa de Asturias y, por tanto, heredera a la Corona.  Otro toro muy conocido es el de la Puente de Salamanca, citado en el Lazarillo de Tormes:

"Salimos de Salamanca, y, llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal, y, allí puesto, me dijo:
-Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él.
Yo simplemente llegué, creyendo ser así. Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome:
-Necio, aprende, que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo.

Y rió mucho la burla.
Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba. Dije entre mí: «Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer»."
Escudo de Salamanca.

El toro de la puente de Salamanca fue adoptado como emblema heráldico y así figura en el escudo de su ciudad. También el escudo de Toro (Zamora), lleva un toro, acaso como referencia a la escultura pétrea que pudo dar nombre a la ciudad.

En torno a estos animales circulan leyendas, como la del tesoro que tenía dentro la "yegua de Irueña" (Fuenteguinaldo); unos mozos quisieron comprobarlo y la volaron con dinamita. Del tesoro no hallaron nada y la pieza quedó fragmentada en pedazos, esperando que algún día pueda ser recompuesta y elevada en un lugar del castro que se pretende poner en valor (1).

Yegua de Irueña (Fuenteguinaldo), 23-10-2016.

El de Ciudad Rodrigo estuvo enclavado en el extremo del puente, en la margen izquierda del Águeda, y sirvió durante el Antiguo Régimen para cerrar el paso al tránsito previo al cobro del portazgo; el paso se cortaba con una cadena que iba sujeta al hocico del animal. En cierto momento, como protesta contra el tributo, el pueblo arrancó la cadena y el verraco fue arrojado al río y desprovisto del hocico. Allí estuvo hasta 1927 en que fue rescatado de las aguas y trasladado al interior de la ciudad, para reclamo de los turistas, no sin cierta oposición de los vecinos del Arrabal del Puente, que reclamaban su verraco. Para más información sobre este particular, pinchar aquí. Precisamente la Tierra de Ciudad Rodrigo es una zona destacada en la presencia de toros y verracos vettones. Cabe destacar, entre otros, los verracos de Lumbrales, San Felices de los Gallegos, Gallegos de Argañán y los ejemplares de Irueña (Fuenteguinaldo), entre otros.
Verraco. Ciudad Rodrigo.

La toponimia y los toros de piedra

Es muy probable que estas magnas esculturas, visibles en el paisaje, acabaran por denominar con el tiempo histórico al lugar en el que se enclavaban. En consecuenia, es también muy probable que algunos se convirtieran en epónimos. Sería el caso, entre otros, de los ejemplares de lugares como Villardiegua de la Ribera, en la comarca de Sayago (Sur de Zamora) y de Villatoro (Ávila). La pieza de Villardiegua es conocido allí como "La Yegua" y procede del próximo castro de San Mamede. Lo mismo ocurre con el nombre de Villatoro (Ávila), donde hay otro toro de piedra. Incluso, me atrevo a sostener que el toro de Toro daría también nombre al lugar. También en la misma provincia abulense, en Tierra de La Moraña, está el pueblo de El Oso; con este nombre denominan a un verraco situado frente a la iglesia, que se cree dio nombre a la localidad. La teoría de que Toro procede de Campus Gottorum, no es más que una mera conjetura y no tiene demasiada solidez, pues toda la Meseta era territorio (campo) "de los godos", una vez que los visigodos se instalaron definitivamente en ella, tras la caída de Roma (476 d.C.). Por esto, me inclino a pensar que la pieza de Toro pudo muy bien dar lugar al nombre de la ciudad (2). 

(1) La "yegua" de Irueña ha sido finalmente recompuesta y restaurada en octubre de 2017 y luce erguida en el castro, com puede verse en la foto que adjuntos infra.

(2) La pieza de Toro, que estaba en una rotonda de la N-122, ha sido trasladada (31 de mayo de 2018) al conjunto histórico, concretamente a la plaza de San Agustín, delante del alcázar, un lugar más arraigado y apropiado para su contemplación.


Toro de TORO (Zamora).
 
Verraco de San Felices de los Gallegos (Salamanca).
Yegua de Irueña restaurada (Foto Chema Dorado).

Verraco de El Oso (Ávila), conocido como "El oso".

Toro y verraco de Villanueva del Campillo (Ávila).
 
Toro de Ulaca (Solosancho, Ávila).
Verraco de Ulaca (Villaviciosa, Ávila).






Verraco de Ledesma (Salamanca).
Villardiegua de la Ribera (Zamora).
Verraco, Ávila.
Verraco de Coca (Segovia).
Verracos de Coca (Segovia)
Verracos en Castelo Mendo (Portugal).

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viernes, 27 de mayo de 2016

Los vettones

Castros prerromanos


José I. Martín Benito

Castro de Yecla de Yeltes (Salamanca)
El pueblo prerromano de los vettones habitó las tierras occidentales de la Meseta española durante la II Edad del Hierro, esto es entre los siglos V y I a. C. Las primeras noticias escritas que tenemos de ellos se deben a los autores clásicos que acompañaron a los ejércitos romanos en la conquista de Hispania. Por Estrabón, Plinio y Ptolomeo, sabemos que los vettones ocupaban un amplio territorio cuya zona nuclear debió situarse entre los ríos Tormes, Duero y Tajo, una extensión de unos 32.000 kilómetros cuadrados entre el suroeste de la provincia de Zamora, Salamanca, gran parte de la de Ávila, el occidente de Toledo y la mitad oriental de Cáceres.

Dicho pueblo prerromano generalizó la metalurgia del hierro y adoptó el torno industrial para la fabricación de sus recipientes cerámicos. Los vettones, al igual que otros pueblos peninsulares, fortificaron sus poblados con murallas, torres y fosos. En el caso del pueblo que nos ocupa, eligieron para su hábitat lugares enclavados en espigones fluviales, en cerro o acrópolis, meandro o ladera. Siguiendo al profesor Jesús R. Álvarez-Sanchís en su síntesis de 2001 (catálogo de la exposición Celtas y Vettones, pp. 271-274), nos informa que los poblados están en lugares elevados y de difícil acceso, junto a las vías de comunicación.
 
Mesa de Miranda (Chamartín, Ávila).
La preocupación por la defensa natural se completa con obras artificiales de fortificación: murallas, torres, fosos y piedras hincadas. El acceso al poblado tiene lugar por puertas en embudo o en esviaje, reforzadas por bastiones. Los recintos fortificados dividen zonas dentro del asentamiento, esto es, establecen una compartimentación del espacio doméstico. Desde el punto de vista urbano, no hay un plano ordenado de manzanas de casas, ni propiamente calles, sino que las viviendas se agrupan irregularmente junto a la muralla o buscan la protección entre grandes bloques de rocas.
Las necrópolis, situadas a las puertas de los poblados, nos facilitan una buena información sobre la sociedad vettona. El estudio del material aparecido en las excavaciones de estos cementerios, especialmente la de La Osera, en el castro de La Mesa de Miranda (Chamartín, Ávila), revela una sociedad jerarquizada, con una aristocracia militar, que practicaba el ritual de incineración. Las necrópolis vettonas constituyen la fuente esencial para conocer la Segunda Edad del Hierro en la Meseta, tanto desde el punto de vista de la panoplia militar, como de la estructura social. “Una sociedad con una estructura piramidal, con una élite militar en la cúspide, con caballos y armas de lujo, que marcaba su posición frente a un grupo de guerreros más amplio con una panoplia más modesta. Por debajo estaría el grupo de artesanos y comerciantes. Y por último…los individuos más humildes y tal vez siervos y esclavos” (Álvarez-Sanchís, Op. cit. pág. 270).
Muralla de El Raso (Candeleda, Ávila).
En Castilla y León, el área de dispersión de castros se extiende por las provincias de Ávila, Salamanca y sur de Zamora, asociándose a un pueblo prerromano, el de los vettones. El sur de la provincia de Salamanca y en concreto en la comarca de Ciudad Rodrigo hay varios castros -prendientes de investigación- que podrían aportar información sobre el periodo protohistórico: Lerilla, Irueña, La Plaza (Gallegos) y la misma ciudad del Águeda.

Algunos de estos castros vettones han sido más o menos acondicionados para la visita por la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, caso de Las Cogotas (Cardeñosa), Ulaca (Solosancho), La Mesa de Miranda (Chamartín) o El Raso de Candelada, en la provincia de Ávila, o Yecla la Vieja (Yecla de Yeltes), El Castillo (Saldeana) y Las Merchanas (Lumbrales) en la de Salamanca.

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- Castros del Águeda


Piedras hincadas en "La Plaza" (Gallegos de Argañán, Salamanca)
Foso en "La Plaza" (Gallegos de Argañán, Salamanca).
Emplazamiento de "La Plaza", a orillas del Águeda, en la comarca de Ciudad Rodrigo.
Entrada a uno de los recintos de Ulaca (Ávila).

martes, 24 de mayo de 2016

Patrimonio etnográfico: trampas para lobos

Los "cortelhos" de la Alta Sanabria

José I. Martín Benito

Las trampas para lobos constituyen una muestra etnográfica del norte de la Península Ibérica. Se encuentran extendidas por Galicia, Cantabria, Navarra, Norte de Portugal y Castilla y León. Estas estructuras son denominadas de varias formas: “foxos”, “loberas”, “corral”, “curros”, “cortellos”, “cousos”, “chorcos”, “pozos”,“callejos”. De ellas ya se habla en el Libro de la Montería, de Alfonso XI. En nuestra comunidad hay diversos testimonios en el norte de las provincias de Zamora, León y Burgos.
Entrada al cortelho dos lobos, de Lubián (Zamora).
En la provincia de Zamora se conservan dos de estas construcciones, ambas en la Alta Sanabria: “O curro dos lobos" de Barjacoba y "o cortello dos lobos" de Lubián, que estuvieron activas hasta mediados del siglo pasado y que hoy vienen atrayendo la atención de numerosos visitantes, tanto de España como del resto de Europa.
Pertenecen ambas a lo que se conoce en la bibliografía especializada sobre el tema[1] como “foxo de cabrita”, y se trata, en ambos casos, de un recinto de forma circular o elipsoidal, con muros de unos tres metros de altura, ligeramente inclinado al interior, de unos cuarenta metros de diámetro. El muro está construido en mampostería, sin argamasa, con piedra transportadas y colocadas por los propios pastores En el interior, sobre un mogote, era colocada una cabra o una oveja a modo de cebo. Al descubrirse la presencia del Lobo dentro del recinto, acudían las gentes con toda clase de objetos ofensivos. Reducido el animal, era convenientemente abozalado y exhibido a continuación por los pueblos de los alrededores.
Este tipo de construcciones constituyen, pues, una muestra pretérita de un modo de vida tradicional de las poblaciones ganaderas de montaña, con paralelos en otras partes de la Península Ibérica.
Trampas para lobos en la Península Ibérica. Centro temático del lobo ibérico (Robledo, La Puebla de Sanabria).
.
Curro de Barjacoba.
 Este tipo de trampas se conservan en más lugares de España. Un ejemplo lo constituye la trampa de Saucelle (Salamanca) en los Arribes del Duero. Aquí os dejo una foto de Víctor Casas del Corral.
Trampa para lobos (Saucelle).

 Para saber más: https://www.signatus.org/trampas-lobos


[1] F. ALVARES, P. ALONSO, P. SIERRA y F. PETRUCCI-FONSECA: “Os fojos dos lobos na Península Ibérica. Sua inventariação, caracterização e conservação”. Galemys 12 (nº especial), 2000 y R. GRANDE DEL BRÍO, R. (1979). “Antiguas trampas para cazar lobos”. Trofeo, 108: 21-23.

Fotos: "Cortelho dos lobos", en Lubián y "O Curro" de Barjacoba".

sábado, 21 de mayo de 2016

El scriptorium de Tábara

Meretriz de Babilonia. Beato de Gerona.
LOS BEATOS

José I. Martín Benito


Introducción

Los Beatos son códices o libros de contenido religioso con ilustraciones que tenían como objetivo ayudar a comprender los textos. Toman el nombre de Beato, un monje que vivió en el siglo VIII en el monasterio de Liébana (Cantabria), autor de un códice compuesto por este: Comentarios al Libro del Apocalipsis. Los Beatos medievales son copias de aquellos comentarios, pues derivan de aquel, pero las ilustraciones les hacen diferentes y no hay ninguno igual a otro.
Los Beatos medievales de España y Portugal forman parte del Patrimonio Mundial y, como tal, han sido incluidos por la UNESCO en el Registro Internacional de la Memoria del Mundo. Algunos de estos Beatos fueron elaborados en el siglo X en Tábara (Zamora), en el monasterio de San Salvador.

El monasterio de San Salvador de Tábara

Por las noticias sobre la vida de San Froilán que se dan en la biblia mozárabe de la catedral de León, del año 920, sabemos que en Tábara hubo un monasterio dúplice y dedicado al Salvador, fundado por el futuro obispo de León a finales del siglo IX, bajo la protección de Alfonso III. Parece probable que este monasterio y su vecino de Moreruela de Tábara fueron destruidos por la razzia de Almanzor en 988, cuando tuvo lugar también el saqueo e incendio de los monasterios de Eslonza y Sahagún.

Los investigadores consideran razonable que la actual iglesia, “se ubica sobre las trazas del viejo complejo monacal de San Salvador” (F. Regueras: Scriptorium. Tábara visigoda y mozárabe. Salamanca 2001, pp. 30-31).

El Scriptorium tabarense

Torre del scriptororium de Tábara (Zamora)
El monasterio de San Salvador de Tábara debe su fama a la existencia de un importante scriptorium donde fueron compuestos algunos de los más preciados códices de la España medieval, entre ellos el Beato de Tábara (970) [Museo Arqueológico Nacional], el Beato de Gerona (975) [catedral de Gerona] y, tal vez también, el Beato Morgan o de San Miguel (940/945) [Nueva York]. Dos de ellos, el de Tábara y el de San Miguel salieron de la mano del arcipictore (maestro pintor) Maius o Magius. El discípulo de este, Emeterius, concluyó el Beato de Tábara, pintando la famosa torre con su scriptorium, a la que define en el colofón como “alta et lapidea”: «Torre de Tábara, alta y de piedra, el primer sitio donde Emeterius llegó y se inclinó durante tres meses y con todas sus potencias manejó la pluma. Se terminó el códice el día sexto de las calendas de agosto de la era 1008 (27 de julio de 970) en la hora nona». . En 975, Emeterius, junto con el monje Senior y la monja Ende realizaron el Beato de Gerona.

La torre del Beato de Tábara es una de las imágenes más famosas del arte prerrománico hispano, a decir de Regueras (pág. 43). Esta torre fue reproducida también en el llamado Beato de Las Huelgas, copia del de Tábara, hoy día en la Pierpont Morgan Library de Nueva York...

Omega del Beato de Tábara.
La existencia de un arco de herradura en la parte de la torre de la actual iglesia de Santa María, así como los restos arqueológicos y epigráficos prerrománicos hallados en la iglesia o su ámbito invitan a pensar en la relación entre esta y el scriptorium del cenobio tabarense.


Restauraciones en Santa María

La iglesia de Santa María de Tábara (Zamora) es un Bien de Interés Cultural, declarado por el decreto de 3 de junio de 1931. Se trata de un edificio de tres naves, con dos entradas laterales y una torre románica a los pies. La base de la torre presenta arco de herradura, acaso testigo de una construcción anterior (M. Gómez Moreno: Iglesias mozárabes. Arte español de los siglos IX al X. Madrid 1919, pág. 219). Por un epígrafe conservado sabemos que fue consagrada en 1137 por el obispo Roberto de Astorga.La cabecera y el interior de la iglesia románica fueron remozadas totalmente en 1761, según reza una inscripción situada en el exterior del templo a expensas del marqués de Tábara.

Sta María de Tábara (Zamora).
A pesar de haber sido declarada Monumento Nacional, la iglesia fue entrando en un estado de degradación que obligó a ser cerrada al culto. Posteriormente pasó a utilizarse como silo provisional y almacén del Servicio Territorial del Trigo, hasta la construcción del silo definitivo. Desde los años sesenta del siglo pasado la iglesia ha visto cuatro intervenciones: la de 1962 y 1963 bajo la dirección de L. Menéndez Pidal y F. Pons Sorolla; las de 1979 y 1981 de E. González Mercadé.
Parece que fue en las intervenciones de 1962 y 1963 cuando, al despejarse las basas del arco de herradura de los pies de la iglesia, con un rebaje de 0,50 metros sobre la cota del suelo, en un área de poco más de 6 metros cuadrados, aparecieron diversos hallazgos arqueológicos prerrománicos.


Pantocrator. Beato de Gerona
San Lucas. Beato de Gerona.
Los dos testigos. Beato de Gerona.

El sitio de Jerusalén. Beato de Gerona.


Centro de Interpretación de los Beatos

En 2001 tuvo lugar en la iglesia de Santa María de Tábara la exposición "Scriptorium", de cuyo catálogo os dejo un enlace (pincha la foto izquierda). En 2011 la máxima autoridad mundial en Beatros, John Williams, dedicó un pequeño libro al Scriptorium de Tábara (pincha imagen derecha) publicó La muestra quedó permanente, hasta 2015, en el que se remodeló y dio paso a la apertura del Centro de Interpretación de los Beatos.

Jornadas sobre Los Beatos medievales, 31 marzo y 1 abril 2017

EL BEATO DE TÁBARA -el original- podrá verse el próximo sábado 1 de abril de 2017, de 11,00 horas a 21,00 en la iglesia de Santa María de Tábara (Zamora). Es una oportunidad única. Vendrá desde el Museo Arqueológico Nacional (Madrid) al lugar en el que fue elaborado hace más de mil años. El motivo no es otro que la celebración de unas jornadas internacionales bajo el título: "Los Beatos medievales, una herencia compartida", que se desarrollarán en Tábara los próximos días 31 de marzo y 1 de abril, y de las que os dejo el cartel y el programa.




EL BEATO VOLVIÓ A TÁBARA
1 abril 2017
http://www.laopiniondezamora.es/comarcas/2017/04/02/beato-volvio-casa/995540.html

Para saber más:

http://ledodelpozo.blogspot.com.es/2014/09/fernando-regueras-grande-y-hermenegildo.html http://ledodelpozo.blogspot.com.es/2014/09/john-williams-el-scriptorium-de-tabara.html

miércoles, 18 de mayo de 2016

Crónica mallorquina


Molinos de viento destartalados en Son Sant Joan (Mallorca).
La primera vez que los viajeros se toparon con un molino de viento en las Baleares fue en Es Mercadal. En aquel momento ignoraban que aquella construcción formaba parte del otrora paisaje económico de las islas. Imposible no asociar la imagen a los molinos manchegos y a las aventuras cervantinas.
El de Es Mercadal preside un restaurante al lado de la carretera general que comunica Mahón con Ciudadela. A los viajeros le pareció algo curioso y lo registraron con la cámara. Luego verían otro en la ciudad del norte y entonces comenzaron a intuir que aquellos ingeniosos artilugios no estaban allí para reclamo de los turistas.
Pero cuando realmente tomaron consciencia de la importancia de los molinos fue en la isla Mayor, a su llegada a Palma. En el paseo marítimo cuatro gigantes extienden sus brazos, a la espera de ser mecidos por el viento que viene desde la bahía. Tres de ellos permanecen vivos, al menos en su aspecto externo, en tanto el cuarto, con las aspas y la techumbre caídas, indica que su función terminó hace mucho tiempo.
La llanura mallorquina, desde Palma hasta Algaida y Monturi, se puebla de molinos. Los hay a decenas, formando agrupaciones. En conjunto, son varios centenares. Unos circulares, otros de planta cuadrada. Cuando las aspas han desaparecido y solo queda la estructura, se parecen a torres ancladas en la planicie, como si de un gran tablero de ajedrez se tratara. Desprovistos de sus alas -que son aquí las aspas- parecen torres vigías de la costa trasladadas al interior.
En cualquier caso, la mayor parte de estas singulares construcciones están desvencijadas, vencidas por la edad: destartaladas unas, en ruinas otras. Da la impresión que una descomunal batalla ha tenido lugar entre un ejército de caballeros andantes y estos gigantes aspados, con desigual suerte para estos. No quedan restos de la contienda, pero algunos parece que sólo sufrieron algún rasguño, mientras que la inmensa mayoría debió sufrir con desgarro la acometida de los furibundos jinetes.
Y es que, en efecto, la llanura se semeja a un paisaje después de la batalla o, si se prefiere, a las huellas del paso de un huracán, que con gran ímpetu y fuerza se ha llevado las aspas por los aires. Quien sabe si algún encantador no hizo que los propios molinos crearan el viento de su propia destrucción.
Pero los visitantes desconocen aquí la fuerza de Eolo y de Céfiro y tampoco han oído hablar de mágicos encantamientos. Así que deberán volver los ojos a la realidad y lamentarse por estos campos de cereal, que vieron en otro tiempo batir las alas en pro de la molienda.
Los desgarrados molinos baleáricos, al menos los de Mallorca, son la imagen de la decadencia, no de la isla –que esta se muestra dinámica-, sino la de una economía agrícola y tradicional que desapareció o cedió el paso a la llegada del “milagro turístico”.
Los otrora gigantes han sido vencidos pues por el paso del tiempo, sí, pero también por los nuevos modelos económicos que han transformado, para bien o para mal, la imagen de la isla.
Desconocen los visitantes si el Govern Ballear o el Consell Insular le han conferido a estas construcciones algún tipo de protección. Pero, a tenor de su aspecto, lo dudan. De no ser así, bien harían en hacerlo, antes que se termine desmoronando el último de ellos.
Los viajeros no pueden por menos de evocar los palomares, que en la Tierra de Campos, de donde vienen, son legión, como aquí los molinos, y en donde unos y otros parecen haber entrado en un largo sueño del que no despertarán.

domingo, 15 de mayo de 2016

Crónicas menorquinas (y 3)

VACAS, LAGARTOS Y ACEBUCHES


Vacas y talayot en Torellafuda.
El poblado de Torrellafuda está protegido por las vacas y por las altas hierbas. Varias cercas de piedra guardan la manada de bóvidos y estos, a su vez, las ruinas. Los viajeros son los únicos visitantes a esas horas de la tarde en el perdido poblado. Accedieron a él desde la carretera general, tras descubrir el indicador. Esta vez no encontraron la empresa de arqueólogos que esperaban, por lo que contemplaron las ruinas más grandiosas si cabe, perdidas y ocultas entre la maleza y la vegetación.
Es también Torrellafuda morada y reino de los acebuches, que aprisionan y ocultan las estructuras.
Los visitantes descubren el santuario de las taulas entre las ramas retorcidas de los reyes del solar y, después, se encaraman a la derruida muralla, acaso el camino más despejado para poder contemplar la gran torre de vigilancia.
El talayot de Torrellafuda tiene clavado un rejón o, tal vez una banderilla, si consideramos que la masa pétrea es el espíritu dormido del gran toro, al que escoltan la veintena de vacas que pastan en sus dominios. Cualquier momento el gigante puede volver y reclamar su harén. Pero el sueño debe ser muy profundo como para despertar ahora, en el silencio de esta tarde de abril.
Masía blanca

El rejón no es aquí sino un vértice geodésico, de esos que el Instituto Geográfico y Catastral se dedicó a clavar por doquier en las alturas españolas y poder así trazar mejor sus mapas. De todos modos, el vértice está prácticamente inaccesible o, al menos, no están los visitantes con ganas de iniciar la escalada. Así que no podrán comprobar la leyenda que a buen seguro le acompañará y que señalará que la destrucción de tal objeto está perseguida por la ley. Se refiere al vértice, no al talayot.
Cuando los viajeros dicen adiós a las ruinas más naturales de toda Menorca, descubren en las inmediaciones, recortada entre el verde y el azul, una blanca masía, cuya silueta les recuerda el dibujo de la cajita de un queso en porciones.
De torre a torre. De Torrellafuda a Torre de Gaunes, antes de ir en busca de la basílica de San Bau, a orillas del mar. Si el primero era la ruina perdida, integrada o absorbida por la masa vegetal, el segundo es lo más parecido a un ave fénix, pues las administraciones central y autonómica han procurado que renazca, desbrozando el monte y limpiando las estructuras, para deleite del visitante. De tal renacimiento no sólo da cuenta el acondicionamiento de los senderos, sino también las excavaciones arqueológicas, cuya huella es fresca y reciente.
Lagarto en el santuario de Torre d´ en Gaunes.

En el santuario descubren los visitantes a un tímido lagarto que asoma medio cuerpo buscando los rayos solares en una tarde a ratos nublada. Tras un par de instantáneas, el pequeño reptil se debe preguntar que quienes serán aquellos que osan perturbar su solaz momento y decide volver a su guarida.
Cientos de acebuches y sus retoños han sido talados, para librar la vista de las construcciones. Ignoran los viajeros cuánto tiempo pasará hasta que de nuevo la vegetación ocupe el lugar que los hombres en su día abandonaron. Si los acebuches tuvieran alma se preguntarían por qué los humanos se fueron de aquel paraje y ahora vuelven a docenas, urgan, se detienen y contemplan; son muchos los troncos y vástagos que se abren paso entre piedra y piedra, cortados a ras de muro, pero incrustrados en él. Cualquier día se llenarán de savia y provocarán la ruina de la ruina, el desmoronamiento de un "exin castillos" sin anclajes...

jueves, 12 de mayo de 2016

Barcas de Benavente

UNA FLOTA TIERRA ADENTRO 

José Ignacio Martín Benito

Barca pequeña o "chalupa" de Bretó para Bretocino.


Los ríos han sido, desde la Antigüedad, una fuente de riqueza: por la aportación de recursos, en especial la pesca, por el aprovechamiento de sus aguas para el riego de los campos o por la canalización de las mismas para mover la piedra de un molino. Pero, a la vez, eran un obstáculo que era preciso franquear, para lo cual se buscaban vados, que se podían atravesarse a pie o en caballerías. Pero los ríos han sido vadeables sólo en determinadas épocas, cuando el caudal disminuía como consecuencia de la estación seca. Sin embargo, cuando subía el nivel de las aguas, los vados ya no eran la solución. Para cruzarlos en cualquier época del año se recurrió a soluciones técnicas, como la construcción de pasos fijos o móviles. Esto es, se tendieron puentes o se recurrió a pasos flotantes, las barcas.

Los primeros requerían grandes esfuerzos, no sólo técnicos, sino también económicos, tanto en su construcción como en su continuo mantenimiento, debido al deterioro ocasionado por la fuerza de las aguas.

Barca de La Ventosa, entre Benvente y Santa Colomba.
Resultaba más fácil y menos costoso establecer pasos móviles sobre los cauces: las barcas, si bien el tránsito en estas plataformas flotantes era menos fluido y más lento, además de ser más arriesgado y peligroso, sobre todo en época de aguas crecidas. El establecimiento de barcas como recurso para pasar los ríos, ha sido una constante en el interior peninsular a lo largo del tiempo. En algunas localidades, las barcas de paso se han mantenido hasta las últimas décadas del siglo XX.


Barcas en los ríos de Benavente

En una comarca como la de los Valles de Benavente, surcada por varios cursos fluviales (Tera, Órbigo y Esla), se hacía necesario el auxilio de pasos y medios de transporte para cruzar los ríos, en determinadas épocas muy caudalosos. La red viaria se contemplaba así con puentes y barcas[1]. Las avenidas de los ríos arruinaban continuamente la fábrica de los primeros, por lo que era necesaria su reparación. De ahí que a su mantenimiento se dedicaran continuos esfuerzos, lo que se repercutía en las haciendas de las villas y ciudades de varias leguas a la redonda en forma de repartimientos, como ocurriera con el puente de Castrogonzalo sobre el Esla[2].

Barca de Pobladura del Valle.
El paso de este río, el más caudaloso del territorio, se hacía también en barcas, distribuidas a lo largo de su curso en Villafer[3], Castrogonzalo[4], Castropepe[5], Barcial del Barco[6], Villaveza  del Agua[7], El Priorato (Milles de la Polvorosa)[8] y la de Bretó[9] y Bretocino[10]

En el río Órbigo hubo barca en Pobladura del Valle[11], Vecilla de la Polvorosa[12], Manganeses[13], Santa Cristina[14], La Ventosa[15], Santa Colomba de las Monjas[16]

En el Tera, el concejo de Benavente, arrendaba la de Villanázar[17]. Otras barcas sobre el Tera eran las de Sandín[18], Anta de Tera[19] para Codesal[20], Valparaíso para Cional, Villar de Farfón[21] para Val de Santa María[22], Calzada-Calzadilla[23], Camarzana-Pumarejo[24], Santa-Croya-Santa Marta[25], Aguilar de Tera, Olmillos-Milles[26] y Mózar[27]. También hubo barca en La Puebla de Sanabria en 1909 cuando, con motivo de la destrucción del puente de San Francisco por la crecida del río, quedaron interrumpidas las comunicaciones y el correo con Galicia, por lo que fue preciso echar una barca al Tera por parte de la sección de Obras Públicas de Zamora.

Muchas de estas embarcaciones estuvieron activas hasta la década de los años sesenta del siglo XX.

Chalupa de Bretocino.
Barca entre Camarzana y Pumarejo de Tera.

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[1] Sobre el paso de los ríos en la comarca de Benavente véase el trabajo de R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ: “Puentes, barcas e infraestructura viaria medieval en los ríos del norte de Zamora”. Las vías de comunicación en el noroeste ibérico. Benavente: encrucijada de caminos. Benavente 2004, pp. 68-98.
[2] V. FERNÁNDEZ VÁZQUEZ: “El puente de Castrogonzalo en el Antiguo Régimen”. Los caminos de Santiago en el norte de Zamora.  Benavente 2006, pp. 132-178 y J. I. MARTÍN BENITO: “Los caminos a Galicia desde Benavente hasta finales del siglo XVIII”. Brigecio 12. Benavente 2002, pp. 125-173.
[3] Los derechos del barcaje de Villafer los tenía el concejo de Benavente. Algunos se las ingeniaban para no pagar nada, como el carmelita italiano Giacomo Antonio Naia, que peregrinó a Santiago de Compostela en 1717-1718. A su regreso, visitó el Cristo de Villaquejida y cruzó el Esla por Villafer, como dejó escrito: “Antes de entrar en este lugar se pasa en barca un ancho río y se paga cuatro ochavos que son ocho maravedíes o dos cuartos que es lo mismo. Pero yo le dí a besar mi Crucifijo y recité un responso con la oración por sus difuntos y así no pagué nada”. M. A. GONZÁLEZ GARCÍA: “Memorias de peregrinos y viajeros por Sanabria y Benavente”. En  Los Caminos de Santiago en el Norte de Zamora. III Jornadas de Estudios Históricos. Benavente 2006, pág. 227.
[4] Además de las barcas que arrendaba el concejo de Benavente, Castrogonzalo disponía de un barco, que no se arrendaba y servía “para pasar a las labranzas”. AGS. Respuestas Generales de Castrogonzalo. Leg. 654.
[5] Sobre el arrendamiento de la barca de Castropepe se conserva diversa documentación en el Archivo Municipal de Benavente (AMB). Ver M. A. DEL CASO CAÑIBANO; J. C. DE LA MATA GUERRA y Mª C. RODRÍGUEZ LÓPEZ: Op. cit. pp. 314 (Leg. 127, exp. 10) y 315-16, leg. 113, exp. 5).
[6] “En este mismo río se encuentran las barcas de Barcial del Barco que dan paso para Benavente y León, caminando de Zamora para estos puntos, y la de Villaveza del Agua que le facilita para la tierra de Sanabria”. P. MADOZ: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid 1845-1850. Reed. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Castilla y León. Zamora. Ed. Ámbito. Valladolid 1984, pág. 44. Los derechos sobre la barca de Barcial fueron, en un principio, del concejo de Benavente, el cual en 1433 se los traspasó al convento de San Salvador de Santa Colomba de las Monjas, junto con 1.200 maravedís de foro perpetuo cada año; a cambio, el monasterio entregaba al concejo benaventano el lugar de Santa María de Valverde “con sus husos y señoríos e jurisdicçion çebil e criminal… e con todos los pechos, fueros e derechos”. Fr. D. YÁÑEZ NEIRA: El Monasterio de San Salvador y Santa Colomba de Las Monjas (Zamora). Zamora 2003, pp. 65-67 y doc. 10. El paso del Esla a través de la barca de Barcial debió ser uno de los más transitados, por estar en el camino real entre Benavente y Zamora para Salamanca. En 1755 el prebendado sevillano Alejandro Gálvez llegó a Benavente procedente de Zamora, a través del camino que unía las poblaciones de Torres del Carrizal, Cerecinos del Carrizal, Arquillinos, Villalba de la Lampreana, Villarrín, Barcial y Villanueva del Campo. El viajero andaluz señala: “A una legua antes de Benavente, al pie de una colina, corre el río Elzt o Elza. Su curso es al Poniente, es de muchas aguas y corrientes y se pasa en barca”. A. GÁLVEZ. Itinerario geográfico, histórico, crítico y litúrgico de la España, Francia, País Bajo y gran parte de Alemania. En Un sevillano por Europa. El viaje de Gálvez en 1755. Sevilla 996, pág. 30.
[7] “A 1/4 de legua del pueblo pasa el río Esla unido ya con el Orbigo, en que se halla una barca de paso”. P. MADOZ: Op. cit. Zamora, pág. 155. En el Mapa topográfico del Instituto Geográfico y Catastral, nº 308. Villafáfila. 1ª edición, 1941 consta, dentro del término de Villaveza, el topónimo “Puerto de la Barca”, a orillas del Esla.
[8] J. I. MARTÍN BENITO: “Los caminos a Galicia desde Benavente hasta finales del siglo XVIII”. Op. cit., pp. 128-129 y R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ: “Repoblación y reorganización de la red viaria. El puente de Deustambem (siglos XII-XIV)”. Brigecio 6. Benavente 1996, pp. 153-178. Este autor cita también una barca en Cejinas, R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ: “Puentes, barcas e infraestructura viaria medieval en los ríos del norte de Zamora”. Las vías de comunicación en el noroeste ibérico. Benavente: encrucijada de caminos. Benavente 2004, pág. 86.
Los concejos de Benavente y Villafer mantuvieron varios pleitos por el derecho de barcaje de este lugar. En el AMB hay documentación sobre estos pleitos. Ver M. A. DEL CASO CAÑIBANO; J. C. DE LA MATA GUERRA y Mª C. RODRÍGUEZ LÓPEZ: Op. cit., pp. 250-251.
[9] “Una barca sobre sus aguas, que pertenece al dicho Monasterio de Moreruela del Orden de San Bernardo, que trahe arrendada Francisco del Ravano, quien paga por ella mil reales”. AGS. Respuestas Generales de Bretó. Leg. 654. El monasterio era propietario también de la llamada Barca de los Frailes, a un cuarto de legua del cenobio; a mediados del siglo XVIII, por el paso de cada persona o caballería se pagaban 10 maravedís y un real por carro. El arrendante era Diego López de Santovenia y producía una renta al monasterio de 500 reales al año. Por su parte, la de Bretó estaba arrendada en 1.000 reales cada año; en 1840 esta rentaba 1.520 reales de vellón. Con la desamortización, la barca de Bretó salió en venta el 23 de marzo de 1844; se enajenó en 1848, habiéndose tasado en 50.000 reales y rematándose en 112.500 reales. M. DE LA GRANJA ALONSO: Estudio histórico, artístico, religioso, agrícola y humano del Real Monasterio de Santa María de Moreruela de la Orden Cisterciense. Zamora, 1990, pp. 200-203; 250-251; 421 y 424.
[10] R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ y J.I. MARTÍN BENITO: “Notas históricas para la propuesta de escudo y bandera de Bretocino (Zamora)”. Brigecio 16, pp. 41-53. “(En) los pueblos de Bretó y Bretocino hay otra barca para la comunicación de ambos”; la cita es del Diccionario de P. MADOZ: Op. cit. Tomo correspondiente a León. Reed. 1991 (voz Esla), pág. 107 y volumen de Zamora, pág. 82. A mediados del siglo XVIII el arriendo de la barca reportaba al monasterio de Moreruela 1.000 reales. M. DE LA GRANJA ALONSO, Op. cit,  pág. 252. Otras barcas remontando el curso del Esla fueron la de Toral de la Vega (de los Guzmanes) y la de Valencia de don Juan, que Jovellanos utilizó en su viaje de 1791. J. I. MARTÍN BENITO: Cronistas y viajeros por el norte de Zamora. Benavente 2004, pág. 183. Aguas abajo de Bretocino estaban las barcas de Granja de Moreruela, Misleo, San Pelayo, San Vicente del Barco, Manzanal del Barco, San Pedro de la Nave y Villalcampo, según se recoge en S. MIÑANO: Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal. Tomo IX, Madrid 1828, pp. 404-405. La cita completa la reproduce P. MADOZ: Op. cit. Tomos de Zamora, pp. 82, 114, 163 y de León, pág. 107. Sobre la barca de San Pedro de La Nave, véase: J. LORENZO ARRIBAS: “Tradición oral. Unos santos barqueros y algunos datos documentales dispersos sobre La Nave”, en La iglesia de San Pedro de la nave (Zamora). Zamora, 2004, pág. 20, notas 7, 8 y 9 y J. A. CASQUERO FERNÁNEZ: “La documentación zamorana sobre San Pedro de la Nave”, en La iglesia de San Pedro de la nave (Zamora), Op. cit. pág. 41. Las barcas del Esla aparecen señaladas en el Mapa de la provincia de Zamora, de Tomás López (1773). Las de Bretó hasta Villalcampo se recogen en el mapa del visitador de las “Vicarías del Arzobispado de Santiago de Aliste y Alba” (primera mitad el siglo XIX), que se guarda en el Archivo Histórico Diocesano de Zamora y que reproduce M.A. JARAMILLO en Remembranza. Las Edades del Hombre. Zamora 2001, pp. 178-179. A las barcas del Esla, Tera y Órbigo se refiere también U. ÁLVAREZ MARTÍNEZ: Historia General civil y eclesiástica de la provincia de Zamora. Madrid 1965, pág. 9. Las del Esla las cita también L. CORTÉS VÁZQUEZ: Mi libro de Zamora. Salamanca 1995, pp. 41-48. Barca hubo también en Ricobayo. Esta, junto a las de Manzanal, pertenecían al conde de Alba y Aliste. Sobre esto último véase M. GÓMEZ RÍOS: Alba de Aliste (1190-1564). El castillo, el señorío, el condado. Roma 1997, pp. 203-205.
[11] “Una barca que solo sirve para pasar a el Prado, y es propia de el consejo de esta villa, que le vale anual quarenta y quatro reales en arrendamiento”. AGS. Respuestas Generales de Pobladura del Valle. Leg. 360. Cita la barca también F. FULGOSIO: Crónica de la provincia de Zamora. Madrid 1869, pág. 9.
[12] P. MADOZ: Op. cit. Zamora, pág. 148.
[13] “A la veintitrés dijeron que los propios que disfrutan en el referido lugar consiste en el de una barca que se halla en rio Orbigo y pasa por su termino la que produce en renta a el año y en un quinquenio mil reales de vellón”. AGS. Respuestas Generales de Manganeses de la Polvorosa. Leg. 654. En 1779 el corregidor de Benavente disponía los aranceles que debían pagar las personas, caballerías y carruajes en épocas e la que el río iba crecido. Una persona que pasara con una caballería cargada debía pagar seis cuartos y si iba descargado, cuatro. La tarifa subía dos cuartas más si se pasaba con carro. Se disponía también el paso de un máximo de 20 ovejas o cabras en cada viaje. En el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid hay un pleito de 1785-1787 relacionado con el barquero de Manganeses, acusado de cometer abusos deshonestos con una pasajera, esposa del cirujano de la villa de San Esteban de Nogales. J. I. MARTÍN BENITO: Manganeses de la Polvorosa (Zamora). Guía histórico-turística. Benavente 2003, pp. 16-17.
[14] “Y sesenta reales que en virtud de concordia percibe la villa de Venabente por el paso de la barca de los vezinos de este lugar”. AGS. Catastro de Ensenada. Respuestas Generales de Santa Cristina de la Polvorosa. Leg. 654. En el AMB se conserva abundante documentación sobre el arrendamiento de esta barca. Ver M. A. DEL CASO CAÑIBANO; J. C. DE LA MATA GUERRA y Mª C. RODRÍGUEZ LÓPEZ: Op. cit., pp. 250, 304, 306, 313-314, 353-354.
[15] La barca de La Ventosa estuvo activa hasta mediados de los años sesenta del pasado siglo. Me dio bastante información de ella Jesusa Simón Fidalgo, esposa del último barquero que cruzaba el Órbigo en La Ventosa, Celso Guerra Dueñas, de Santa Colomba de las Monjas. Véase también, E. PÉREZ MENCÍA: “El barquero”, en Valles de Benavente. Oficios tradicionales y artesanos. Benavente 2006, pp.189-195 y J. CACHÓN GONZÁLEZ: Brindis al Condado. Cosas y casos. Benavente 2009, pp. 146-149.
[16] A mediados del siglo XVIII en Santa Colomba había una barca: “A la veinte y nuebe dijeron que de su contenido comprehende una taberna, y una barca; dicha barca pertenece a el referido Combento de San Bernardo, la tiene arrendada a el presente Narziso Diez, vezino de la villa de Venavente”. AGS. Catastro de Ensenada. Respuestas Generales de Santa Comba de las Monjas. Leg. 654. La cita también P. MADOZ: Op. cit. Zamora, pp. 73 y 163.
[17] AMB. Leg. 93, exp. 11. M. A. DEL CASO CAÑIBANO; J. C. DE LA MATA GUERRA y Mª C. RODRÍGUEZ LÓPEZ: Op. cit., pág. 250.
[18] Instituto de Historia y Cultura Militar. Sección A, grupo XV, subgrupo II. 4069. 8 de enero de 1812. Sig. 3-2-2-14. Rollo 23.
[19] P. MADOZ: Op. cit. Zamora, pág. 31.
[20] Agradezco la información a José Manuel Soto, de Cional.
[21] La barca de Villar de Farfón tenía capacidad para llevar unas siete caballerías o dos carros, o 50 personas. Se tardaba en cruzar el río 3 o 4 minutos. Instituto de Historia y Cultura Militar. Sección A, grupo XV, subgrupo II. 4069. 8 de enero de 1812. Sig. 3-2-2-14. Rollo 23.
[22] P. MADOZ: Op. cit. Zamora, pág. 121, 153 y 163.
[23] Agradezco la información a Nazario Ballesteros, de Santa Marta de Tera y a Faustino Galende Llamas, de Pumarejo de Tera.
[24] La barca estuvo activa hasta la construcción del puente, hacia 1975. Información de Faustino Galende.
[25] Me dieron referencia de ella el último barquero de Bretocino, Claudino Domínguez y Nazario Ballesteros. Debió estar activa hasta la construcción del puente sobre el Tera (circa 1934-1935).
[26] Agradezco la información a Francisco Gallego, de Bretocino. Ver también E. PÉREZ MENCÍA, Op. cit.
[27] F. FULGOSIO: Op cit., pp. 8-9: “(El Tera) tiene puente de piedra junto á la Puebla de Sanabria, de madera en Abraveses, y las barcas de Mozar, Aguilar de Tera y Valparaíso”. La barca de Mózar se arrendaba en 1638. M. A. DEL CASO CAÑIBANO; J. C. DE LA MATA GUERRA y Mª C. RODRÍGUEZ LÓPEZ: Op. cit. pág. 304, Leg. 126, exp. 19. No se cita en el Catastro de Ensenada, pero sí la recoge P. MADOZ: Op. cit. Zamora, pág. 109. También cita la barca de Mózar, P. MADOZ, Op. cit. pág. 109.