viernes, 30 de septiembre de 2016

El Reino de León entre Portugal y Castilla (1)

LA REPOBLACIÓN DE CIUDAD RODRIGO

Ciudad Rodrigo.
José I. Martín Benito

 Tras la muerte de Alfonso VII, el Emperador, los reinos de León y Castilla volverían a separarse. A Fernando le tocó León, mientras que a Castilla fue a parar a las sienes de Sancho y, tras la temprana muerte de este, a su hijo Alfonso.
Hacia el sur, el reino leonés se veía comprimido entre los castellanos al este y los portugueses al oeste. La calzada de la Guinea había quedado cortada para las penetraciones salmantinas hacia el valle del Tajo, en tanto que Portugal no escondía sus intereses de expansión en la Transierra y en el entorno de Badajoz, como se comprobaría más tarde. Por otro lado, el fortalecimiento de la España musulmana, tras el desembarco almohade de 1146, constituía una amenaza sobre la frontera del Tajo. Para León era preciso afirmar las fronteras occidentales con Portugal y, al mismo tiempo, contar con un núcleo fuerte en la retaguardia de Coria. Por otro lado, no debe olvidarse tampoco que por estas fechas, Fernando II está llevando a cabo la organización de determinadas pueblas y otorgando fueros a poblaciones del interior del reino, caso de Benavente en 1164 y 1167. La población de Benavente es probable que responda al deseo del monarca de fortalecer la otra frontera, la castellana, dada su proximidad a la misma. En este sentido, el propósito del rey, al reorganizar algunas de estas pueblas, debía pasar también -en opinión de R. González Rodríguez- por crear una infraestructura militar con base en concejos fuertes que controlaran el territorio[1].

Ledesma.

            Este es el contexto en el que tiene lugar la repoblación de Ciudad Rodrigo (1161) por Fernando II, cuatro años después de acceder al trono de León. El mismo año que el monarca instituyó la Diócesis de Ciudad Rodrigo, concedió términos a Ledesma, aldea situada hasta entonces en el alfoz salmantino[2]. Parece que uno de los objetivos del monarca era el control de las vías de comunicación occidentales, esto es, la Colimbriana y la Dalmacia (cortada como estaba por Castilla la calzada de la Guinea), para, desde aquí, vertebrar unos ejes de colonización de los espacios rurales[3]. La repoblación de ambos territorios fue un hecho destacado, hasta el punto que sus contemporáneos lo recogieron en la data de algunos documentos: “anno quo populata est Ledesma et Civitas Rodrigo[4]. Pronto debió comenzar a organizarse la vida del nuevo concejo. En 1165 tenemos las primeras noticias documentadas de alcaldes en Ciudad Rodrigo[5]. Por su parte, el rey procedió al reparto de tierras entre algunos notables y procuró el establecimiento de órdenes religiosas. Así, en 1169 donó a Humberto, camerarius Hispaniae de los cluniacenses, la iglesia de Santa Águeda, en Ciudad Rodrigo, junto con la aldea de sancti Felicis (Sahelices el Chico)[6]. Poco tiempo después se establecieron los premonstratenses y a partir de 1180 los agustinos de la Santa Cruz, en el valle de Corte de Ángeles[7]. También las órdenes militares comenzaron a participar en la explotación del territorio. Su presencia, en un primer momento, se debe a donaciones de particulares. En 1165 Gonzalo Alvazil dio a la orden de San Juan una heredad en Ciudad Rodrigo[8].
Catedral de Ciudad Rodrigo.
Unos años después, en 1174, los hospitalarios recibieron de Fernando Rodríguez y de su hijo Pedro Fernández cuantas heredades tenían en Ciudad Rodrigo y en Valdespino; en la carta de donación, el prior del Hospital Pedro de las Heras, se comprometía a repartir el trabajo y el fruto a partes iguales. La explotación económica de dichas heredades tenía claramente una vocación pecuaria, pues el prior declaraba: “et metimos per medio inter nos et vos per popular istas hereditates enna cabaña de Civitate quingentas ovelas[9]. Por su parte, la orden de Santiago, poseía la mitad de los votos de Santiago desde 1171, junto con las heredades que en 1187 el comendador Juan Pérez compró a Fernando y Elvira Fernández, hijos de Fernando Rodríguez de Benavente, y las que Pedro Captivo dio a los santiaguistas en 1188[10].

            La puebla de la ciudad se agrupaba en torno a las parroquias, que Sánchez Cabañas cifra en treinta[11]. Documentalmente tenemos noticia de la de Santa Águeda[12], San Pedro, Santiago, San Juan, San Vicente, San Benito[13] y San Miguel[14]

(Continuará)

[1] R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, “Orígenes y formación de una villa de Repoblación. Benavente durante los reinos de Fernando II y Alfonso IX”. Studia Historica, Historia medieval, 15, 1997, pp. 105-138. Sobre la concesión del fuero y la organización de la puebla de estas villas del interior del reino puede verse P. MARTÍNEZ SOPENA, La Tierra de Campos occidental. Poblamiento, poder y comunidad del siglo X al XIII, Valladolid 1985, pp. 142-147.

En la repoblación de Benavente debe tenerse también en cuenta la cercanía de Portugal. No debe olvidarse que Afonso Henriques ejercía el dominio en buena parte de la comarca de Aliste. Precisamente esta puede ser una de las razones por las que en 1181 Fernando II amplió el alfoz de Benavente hacia el oeste, dándole la jurisdicción de Vidriales, Tera y Carballeda y el castillo de Mira (situado éste probablemente en Peña Mira, en al Sierra de la Culebra, dominando la Tiera de Aliste y las cercanas tierras transmontanas). P. MARTÍNEZ.SOPENA, V. AGUADO SEISDEDOS y R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Privilegios reales de la villa de Benavente (siglos XII-XIV). Salamanca 1996, pp. 20-23. El dominio de Afonso Henriques sobre la Tierra de Aliste se constata en varias donaciones regias. Así, antes de 1135 el monarca portugués había entregado la villa de Mayde al monasterio de San Martín de Castañeda. M. FERNÁNDEZ DE PRADA, El Real monasterio de San Martín de Castañeda, Madrid 1998, pp. 165-167. Sin embargo, ya en 1167 Mahíde era leonesa, pues Fernando II la dio a la abadía reconociendo la donación portuguesa “dederat vobis dominus A. rex Portugallensis”. J. GONZÁLEZ, Regesta..., pág. 393, citando a HERCULANO, Historia de Portugal, I, pág. 533; El monarca portugués habría renunciado a Aliste después de la conferencia de Celanova de 1160, HERCULANO, pp. 680-681, lo que explicaría que Fernando II dispusiera de Mahíde. En 1135, Afonso Henriques dona las Figueruelas “in terra de Alisti, territorio Bracarense” a Rodrigo Menéndez I. ALFONSO ANTÓN, La colonización cisterciense en la meseta del Duero. El dominio de Moreruela (siglos XII-XIV). Salamanca 1986, Apéndice documental, doc. 3; en 1169 el monarca portugués daba a la iglesia de San Salvador de Zamora y a su obispo Esteban una heredad en Manzanal, junto al Esla. J. C. de LERA MAÍLLO, Catálogo de los documentos medievales de la catedral de Zamora, Zamora 1199, doc. 86. No parece, sin embargo, que tras Celanova hubiera una retirada portuguesa de Aliste. El control de la comarca alistana enfrentó en varios conflictos a leoneses y portugueses, que terminaron con el dominio leonés hacia finales del siglo XII. A finales de este siglo o principios del XIII, don Nuño de Zamora repuebla la villa, hasta entonces portuguesa, de Castro de Alcañices (Castro de Latronis). I. MARTÍN VISO, “Asentamientos templarios en una frontera periférica. Aliste y Tras-os-Montes oriental (siglos XII-XIII)”. El Tratado de Alcañices. Ponencias y comunicaciones de las Jornadas conmemorativas del VII Centenario del Tratado de Alcañices (1297-1997). Zamora 1999, pág. 185 y nota 1.

[2]Populavit siquidem in Extrematura Civitatem Rodericie, et Letesmam”. LUCAS DE TUY, “Chronicon Mundi”, en  Crónica de España. Ed. de J. Puyol, Madrid, 1926, pág. 403. Sobre la organización de los concejos de repoblación vide J. Mª MONSALVO ANTÓN, “La organización concejil en Salamanca, ledesma y Alba de Tormes (siglo XII-mediados del siglo XIII)”. Actas I Congreso Historia de Salamanca. Tomo I. Salamanca 1992, pp. 365-395.

[3] L. M. VILLAR GARCÍA, La Extremadura castellano-leonesa. Guerreros, clérigos y campesinos (711-1252). Valladolid, 1986, pág. 263.

[4] Archivo Catedral de Zamora. Tumbo Negro, fol. 7 r-v. Ver Carta de población que el obispo Esteban de Zamora dio a los pobladores de Moraleja de Sayago, en J. RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Los fueros locales de la provincia de Zamora, Salamanca 1990, pág. 287.

[5] Eran seis alcaldes y doce jurados puestos por Fernando II, J. GONZÁLEZ “Repoblación de la Extremadura leonesa”, Hispania XI, Madrid 1943, pág. 227. Posteriormente, se llegó a un acuerdo por el que se estableció que fueran seis alcaldes laicos y otros seis alcaldes clérigos los que, conjuntamente, gobernaran la ciudad. A. SÁNCHEZ CABAÑAS, Historia de la muy noble y muy leal ciudad de Ciudad Rodrigo. Ed. Verdi. Ciudad Rodrigo 1861, pp. 50-55; el mismo S. CABAÑAS hace referencia en su Historia civitatense, pp. 184-185, aunque yerra a asignar el documento hacia 1190, en el supuesto episcopado de un Leonardo I sucesor de Pedro da Ponte, obispo inexistente, pues, en verdad, debía tratarse de una copia hecha entre 1252-1259 durante el pontificado de Leonardo. El documento del llamado “fuero de los clérigos” debe fecharse en el reinado de Fernando II, en un momento posterior al fuero de Ciudad Rodrigo, al que en alguna ocasión hace referencia, pero que no se ha conservado. Sobre este véanse las pp. 100-103 del trabajo de J. L. MARTÍN, “Los fueros: normas de convivencia y trabajo. Historia de Salamanca, II. Edad Media. Salamanca, 1997.
Respecto a los alcaldes que se citan hacia 1165 estos eran: “ Michael Petri; Pasqual Dominico; Vincentius Petri; don Gil Gonçalvo Descobia; Dominico Sanctio Cabeçudo; Petro Gonçalez de Peita Solis; et omnis isti erant alcaldes tunc in Civitate”. Todos ellos aparecen en el documento por el que Gonzalo Alvazil dona a la orden de San Juan la heredad que había recibido de Fernando II en Ciudad Rodrigo. C. AYALA MARTÍNEZ, Libro de privilegios de la Orden de San Juan de Jerusalén en Castilla y León (siglos XII al XV), doc. 94. Gonzalo Alvazil, caballero de Coria, había servido a Alfonso VIII en sus campañas militares “tam in terra christianorum quam in terra maurorum”, por lo que el emperador le concedió en 1155 Villafandin, entre Medina y Villamanrique, en el valle del Tajo, véase J. L. MARTÍN, Orígenes de la orden militar de Santiago..., doc. 27. Su viuda Orabuena mantuvo divergencias con los santiaguistas por la proximidad de esta aldea con el lugar de “Cova”, que cesaron con la concordia firmada en 1185, Op. cit., pp. 108-109). En los primeros años del reinado de Fernando II, Gonzalo Alvazil participó en los repartos de tierra en el entorno de Ciudad Rodrigo, pues recibió por presura la heredad que donaba en 1165 a los hospitalarios. Por entonces debió recibir también la del Prado de la Torre, entre el río Cortes y el Caldelas, que, junto a su mujer Orabona, dió desde Coria a los premonstratenses el 21 de abril de 1171, F. FITA, “Los premonstratenses en Ciudad Rodrigo. Datos inéditos”, BRAH LXII, 1913, pp. 472-473, citando el libro Becerro de la Caridad del Archivo Diocesano de Ciudad Rodrigo.

[6]La donación, el 28 de marzo en Lugo, la recoge A. SÁNCHEZ CABAÑAS, Historia civitatense, edición de Á. Barrios García e I. Martín Viso, Salamanca 2001, pág. 168-169 y de uno de los manuscritos de aquel lo toma F. FITA, “Los cluniacenses en Ciudad Rodrigo”, 1913, B.A.R.H, LXII , pp. 355-357. En 1185 Fernando II, con su hijo Alfonso y el concejo de Ciudad Rodrigo, daban un nuevo privilegio al monasterio de San Felices, por el cual los vasallos del monasterio quedaban libres de “pecto, petito, fossato, fossataria, de fisco regio, de onmi foro et faciendaria”. J. GONZÁLEZ, Op. cit, doc. 54.

[7] Los premonstratenses se establecieron primeramente en Las Canteras, donde permanecieron hasta 1171, fecha en la que Gonzalo Alvazil les dio la heredad del Prado de la Torre, como se ha citado en nota anterior. Véase también A. SÁNCHEZ CABAÑAS, Historia civitatense, pp. 172-173. Se ocupa también, y exhaustivamente de todo ello, J. J. SÁNCHEZ-ORO ROSA, Orígenes de la Iglesia en la diócesis de Ciudad Rodrigo. Episcopado, monasterios y órdenes militares (1161-1264), Salamanca 1997, pp. 158 a 181.
                El topónimo Ágata, tanto en la iglesia, como en el río, así como en la Sierra donde éste nace, sugiere que Ciudad Rodrigo fuera, tal vez, la ciudad de Ágata, citada en la crónica de Alfonso III: Alfonso I “cum fratre Froilani multa adversus sarracenos prelia gessit atque plurimas civitates ab eis olim opresas cepit, id est,Lucum, Tudem, Portucalem, Bracaram metropolitanam, Viseo, Favias, Agata, Letesma, Salamantica, Zamora...”. Crónicas asturianas, edición de J. Gil Fernández, et alii, Oviedo 1985, p. 133. Véase, a este respecto, Á. BARRIOS GARCÍA, “Los orígenes de la diócesis de Ciudad Rodrigo”.  Actas del Congreso de la Historia de la Iglesia de Ciudad Rodrigo (16-19 de nvoiembre de 2000). Zamora, 2002.

[8] C. AYALA MARTÍNEZ, Op. cit. doc. 94.

[9] C. AYALA MARTÍNEZ, Op. cit. doc. 117.                                                            

[10]J. L. MARTÍN, Orígenes de la orden militar de Santiago, docs. 42, 230 y 249. Se trata, probablemente, de Fernando Rodríguez de Castro, el Castellano, y su hijo Pedro Fernández, que tuvieron altos cargos en la corte leonesa, entre ellos varias tenencias. M. TORRES SEVILLA, Linajes nobiliarios de León y Castilla. (siglos IX-XIII). Salamanca 1999, pp. 90-93. Así lo cree J. J. SÁNCHEZ-ORO ROSA, Los orígenes de la iglesia en la diócesis de Ciudad Rodrigo. Episcopado, monasterios y órdenes militares (1161-1264). Salamanca, pp. 130-131. Sorprende, sin embargo, que la donación lleve fecha de 1174, el mismo año que el Castellano combatía contra León y se presentaba ante los muros de Ciudad Rodrigo acompañando a un ejército almohade. Fernando Rodríguez de Benavente o de Malgrat, fue otro destacado noble del reino, desempeñando entre otros oficios, el de tenente de Benavente (1163), Grajal (1178-1180) y León (1177). J. GONZÁLEZ, Regesta de Fernando II, pp. 187-190. Pedro Captivo era mandante en Tiedra en 1175- 1176 y en 1184 tenía la tenencia de la mitad de Toro. C. AYALA, Libro de privilegios de la orden de San Juan..., docs. 122-125, 133 y 147. En 1181, 1186 y 1187 lo vemos formando parte de la curia regia. J. L. MARTÍN, Orígenes de la orden militar de Santiago..., docs. 122, 132, 198, 202, 230.

[11] A. SÁNCHEZ CABAÑAS, Historia civitatense, pág. 157.

[12] J. GONZÁLEZ, Op. cit, doc. 54

[13] Sus titulares aparecen confirmando el fuero establecido entre el concejo y el cabildo de clérigos de Ciudad Rodrigo. A. SÁNCHEZ CABAÑAS, Historia de la muy noble y muy leal ciudad de Ciudad Rodrigo. Ed. Verdi. Ciudad Rodrigo 1861, pág. 53.

domingo, 25 de septiembre de 2016

El Bote de Zamora

La venta del Cabildo y la recuperación por el Estado en 1911


Bote de Zamora. Fotografía MAN.
Introducción

El denominado "Bote de Zamora" es una pieza de arte califal elaborado en el año 353 de la Hégira/ 964 d. C., por el artesano Durri al-Salir. Fue mandado hacer por el califa Al-Hakam II, con destino a su favorita Subh. Está fabricado en marfil y es de forma cilíndrica, siguiendo la forma del colmillo del elefante. Bote de marfil, que aprovecha la forma cilíndrica del colmillo. La tapa tiene forma de cúpula, que se cierra con bisagra y broche de plata nielada. Por la base de la tapa corre una inscripción de caracteres cúficos, que aporta la información sobre su autor y la fecha de su elaboración.
La talla, muy delicada, trata de recrear el ambiente de un jardín, con motivos de "ataurique de hojas y palmetas, pavones, gacelas y otras aves".
Tras la conquista de Córdoba por Fernando III (1230), la pieza debió formar parte del botín de guerra y entregada a la catedral de Zamora, donde sirvió como relicario. Alli estuvo hasta su venta a un anticuario en 1911.

La venta de antigüedades

La venta de bienes muebles e inmuebles del patrimonio histórico español desde mediados del siglo XIX y buena parte del siglo XX fue una constante. Casos significativos lo constituyen los monasterios de Santa María de Sacramenia (Segovia) y el alcarreño de Santa María de Ovila, así como el patio mallorquín del palacio de los Fuster de Sestorel, varias columnas de la Alambra, los marfiles del arca de San Millán de la Cogollla, diversos artesonados hispano-mudéjares, la reja de la catedral de Valladolid, algunas de las vidrieras de la catedral de Pamplona y el vestíbulo y bóvedas del castillo de Benavente, entre otras muchas piezas, todas ellas adquiridas por el magnate norteamericano W. Randolph Hearst[1]. Otros tesoros artísticos extrañados fueron el retablo de Fernando Gallego de la catedral de Ciudad Rodrigo, vendido en 1877[2]...

La venta de piezas de arte: el caso zamorano

         La enajenación de buena parte del patrimonio histórico y artístico de la Iglesia recorría toda la geografía eclesiástica, desde las cabeceras de los obispados hasta el rincón más pequeño de las diócesis. En ocasiones, las menos, la venta generó protestas por parte de los feligreses. En la provincia de Zamora, el mismo año que se vendieron las arquetas hispano-musulmanas (1911), tuvo lugar en Villafáfila, a la sazón diócesis de Astorga, una manifestación de protesta en la plaza mayor, protagonizada en su mayoría por mujeres y niños y en la que tuvo que intervenir la Guardia Civil, por las sospechas de que el cura había vendido a un anticuario una efigie de Jesús Nazareno[3].
Procedentes de Zamora, al igual que de otras provincias de León y de Castilla, circularon en el mercado de antigüedades muchas piezas de arte sacro, que fueron después reunidas en el Museo que Federico Marés Deulovol fundó y donó a la ciudad de Barcelona en 1946. De entre ellas, destacamos varios Cristos procedentes de Zamora, Toro y provincia, el titular epónimo de San Cristóbal de Entreviñas y una talla de San Pedro en la cátedra[4].

        Pero el caso más llamativo fue el del Bote de la Catedral de Zamora, una pieza califal del 964 d. C, que en 1911 el Cabildo zamorano vendió, junto con dos cajitas de marfil, al anticuario y vecino de Madrid, Juan Lafora y Calatayud. Cuando se desveló la venta, se desató una gran polémica, pues el asunto llegó hasta el Congreso de los Diputados.

 Gómez Moreno y las arquetas de la catedral de Zamora

          Cuando Manuel Gómez Moreno llegó a principios del siglo XX a Zamora, para hacer su catálogo monumental, localizó hasta un total de siete cajas[5]. De entre ellas destacaban, sobre todo, dos: una de marfil, conocida como “Bote de Zamora” y otra de madera de alerce, recubierta con chapas ebúrneas.
Manuel Gómez Moreno.

La venta por el cabildo

La venta de objetos antiguos de la catedral de Zamora fue utilizada por el Cabildo como medio para ingresar recursos económicos. La más sonada, sin duda, fue la de las arquetas árabes en febrero de 1911. Pero esa decisión contaba con otros precedentes. Parece que, de pronto, los miembros del Cabildo se dieron cuenta de lo que suponía enajenar ciertos objetos, aparentemente “muy deteriorados y que no prestaban servicio alguno en la Catedral[6]”; sobre todo, cuando se sucedían las pujas de los anticuarios. Ante estas ofertas, y sólo con la oposición del capitular Tascón, el Cabildo decidió la enajenación de varios objetos. Sin embargo, la puja continuó: se recibieron nuevas ofertas, una de 4.250 ptas y otra de 6.000 ptas, por lo que, ante este incremento, el Cabildo “acordó esperar hasta ver lo que mas conviene[7]. La espera duró hasta marzo de 1907, cuando los anticuarios volvieron a insistir. El deán llevó personalmente las negociaciones y, “después de regatear cuanto le había sido posible”, convino la venta con los anticuarios en 8.250 ptas, lo que el Cabildo “aprobó gustosísimo[8].

Catedral de Zamora.
            Al año siguiente el Cabildo volvió a acordar la venta de “algunas prendas y trapos desechados por inservibles”, tasados por un perito anticuario en 9.000 ptas. Con ello pensaban los capitulares poder “atender á remediar algunas necesidades en el caso de que dichos objetos se vendieran[9].

Con estos precedentes, se entiende la disposición de los canónigos zamoranos para enajenar bienes de la catedral, lo que se consumó con la venta de las dos arquetas árabes que se guardaban en el Relicario desde la Edad Media y que había descubierto Gómez Moreno.

En la reunión del Cabildo de 23 de febrero de 1910, informaba el deán que  por algunos anticuarios se le venían haciendo proposiciones para adquirir objetos de esta Santa Iglesia, unos deteriorados y sin uso, y otros fácilmente sustituibles por nuevos y menos valiosos, á saber: algunas albas viejas, las cajas que se llevaron recientemente á la Exposición Regional Gallega, y telas y doseles que se colocan en los altares del Claustro para la procesión de la Octava de Corpus Christi”. Tras el informe del deán, el Cabildo, “con el voto en contra y la protesta del sr. Arcipreste, acordó vender dichos objetos antiguos, si realmente se ofrecía por ellos precio digno de ser aceptado, ya que la fábrica de la Iglesia se halla bien necesitada de recursos”. Seguidamente, los capitulares acordaron guardar absoluta reserva de este asunto[10].

En marzo de 1910 ya se había solicitado y obtenido del Nuncio Apostólico la autorización para la venta de dichos objetos, permiso éste que centrará buena parte de la polémica en las Cortes cuando un año después se debata la venta de las arquetas. En la reunión de 17 de marzo el deán informó al Cabildo de la nueva emisión de obligaciones que la sociedad “El Porvenir de Zamora” había anunciado, al tiempo que proponía “emplear en esos valores las existencias en metálico que posée la fábrica de esta Santa Iglesia, y el importe de lar opas y objetos antiguos para cuya enajenación se ha impetrado y obtenido del Revmo. Sr. Nuncio Apostólico la autorización competente”. Todos los capitulares estuvieron de acuerdo en invertir el dinero en “valores de algún modo productivos, mientras no haya de hacerse del mismo el uso que exijan las necesidades de la fábrica”. Sin embargo, donde no hubo acuerdo fue en el destino de la inversión, pues la mitad del Cabildo era partidaria de adquirir acciones de la citada empresa, mientras que la otra mitad prefería comprar títulos de la Deuda Pública[11].

          La venta del Bote y otras arquetas se consumó en la segunda quincena de febrero de 1911 por 52.500 ptas. Tras la venta, el Cabildo compró títulos de la Deuda Pública por el mismo valor en que había vendido las piezas[12].
           
El asunto llega a las Cortes. La intervención del Estado

Enterado Manuel Gómez Moreno de la venta de estas piezas, comunicó por telegrama al diputado conservador Guillermo Joaquín de Osma y Scull[13], con lo que la polémica llegó a las Cortes. El hecho fue denunciado por el diputado Osma en la sesión de 10 de marzo. Comunicó a la Cámara que los canónigos de Zamora acababan de vender una caja de marfil del año 955, “la última que quedaba en España, de las cuatro análogas que hasta nuestro tiempo habían llegado”, pues las otras tres habían ido a parar a museos extranjeros.
Guillermo de Osma.

El Presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas reconoció que no conocía los detalles del procedimiento seguido por el Cabildo de Zamora, pero que había que evitar repetición de casos semejantes. Canalejas fue tajante y rotundo: el ofrecimiento del ejercicio del derecho de tanto al Estado no podía consumar la venta: “no puedo admitir que la mera tenencia, la mera posesión por parte del Cabildo, por parte de cualquier institución religiosa, de una joya semejante, le autorice á venderla libremente; si es cosa sagrada, está fuera del comercio de los hombres; si es patrimonio nacional, debe ser garantizado por la eficacia del ejercicio de la intervención del Poder público... no puede ejercitarse ni por los Cabildos ni por nadie (y ahora hablamos de los Cabildos) ese jus abutendi”.

En defensa de la actuación del Cabildo zamorano, el diputado Senante recordó que los capitulares lo habían puesto en conocimiento del Estado y que este “dió la callada por respuesta”. Para el diputado estaba justificadísima la conducta del Cabildo de enajenar la pieza, argumentado que en la diócesis de Zamora había habido “necesidad de reparar en poco tiempo más de 200 iglesias que estaban enteramente ruinosas, y para esas reparaciones sólo ha habido subvención del Estado para siete ú ocho... á pesar de ser el Estado quien tiene la obligación, desatendida casi siempre, de atender á la reparación de los templos”- Concluyó diciendo que “la Iglesia tiene derecho perfectísimo por mucho que queráis ponerlo en tela de juicio, á disponer de lo suyo para atender á sus necesidades[14].

Tras una breve intervención de nuevo del Sr. Osma, la opinión del diputado Senante fue replicada por Canalejas; sin querer entrar directamente en materia, advirtió que sobre “la necesidad de la venta para conservar los templos habría mucho que hablar”, pues “el bien comunal eclesiástico no es sólo de los Prelados ó de los Cabildos ó de los sacerdotes, sino del común de los fieles...[15]

José Canalejas, presidente del Gobierno en 1911.
Estaban pues muy claras las posturas de sus señorías: unas claramente a favor de la conducta seguida por el Cabildo de Zamora y, por tanto, defensora del derecho de la Iglesia a disponer de su patrimonio y otra, la del gobierno de Canalejas, expuesta por el propio presidente, que defendía la intervención del poder público en la defensa de las riquezas artísticas de la Nación.

El asunto se siguió tratando en la cámara los días 11 y 13 de marzo y 8 de mayo. El ministro Castrillo anunció la apertura de la investigación policial y confirmó que “la venta se ha verificado” según le había comunicado el gobernador civil de Zamora. Se temía que el Bote pudiera salir fuera de España. El día 13 el presidente Canalejas confirmó que “la caja en cuestión y otra de menos importancia que pertenecía tambien al tesoro artístico de la misma catedral se encuentran en Madrid” y que ambas cajas quedarían depositadas en poder del Estado al día siguiente. En efecto, tal como informaba la prensa provincial, el día 14 de marzo las cajas habían sido trasladadas al Museo Arqueológico Nacional, comprándoselas al anticuario Lafora por la misma cantidad en que éste las había adquirido[16].

El 8 de mayo de ese año ya estaba el expediente en el Congreso, pues en el Diario de Sesiones se recoge que “quedaron sobre la Mesa, á disposición de los señores Diputados... el expediente sobre adquisición propuesta al Estado por el Cabildo-catedral de Zamora, de dos cajitas antiguas de carácter mudéjar, enviado por el Sr. Ministro de Instrucción pública, á petición de los Sres. Burell y Osma[17].

La compra por el Estado.

Bote de Zamora. MAN (Madrid).

Adquiridas las piezas por el Ministerio de Instrucción Pública por 52.000 ptas el Bote de Zamora fue depositado en el Museo Arqueológico Nacional[18], donde ingresó con el número de expediente 1912/78. De ello se hizo eco también el propio Gómez Moreno cuando publicó su Catálogo; en nota pie escribe el granadino: “Las dos primeras cajas arriba catalogadas, después de vicisitudes lamentables, entraron en nuestro Museo Arqueológico Nacional, en 1911. Las tres siguientes, por lo menos, han ido ahora (1926) a un coleccionista madrileño, sin formalidades legales: huelgan comentarios[19].







Para saber más:
J. I. MARTÍN BENITO y F. REGUERAS GRANDE:
"El Bote de Zamora: historia y patrimonio". Puedes descargarte el artículo en PDF en
 https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1104978 
 

[1] J, MERINO DE CÁCERES, “Algunos datos sobre el traslado a los Estados Unidos de determinadas piezas arquitectónicas del castillo de Benavente”. Brigecio, revista de estudios de Benavente y sus tierras, nº 3, Salamanca 1993, pp. 211-225.

[2] J. A. GAYA NUÑO, Fernando Gallego. Madrid, 1958, pp. 22-38.  El retablo fue retirado en el siglo XVIII para colocar el retablo de plata y vendido en 1877 durante el pontificado del administrador salmanticense Martínez Izquierdo por 30.000 reales y con aprobación del Cabildo. Sobre el “calvario” del retablo de Gallego véase: M. HERNÁNDEZ VEGAS, La Catedral y la Ciudad. Vol. I, pp. 247-252. De España fueron las tablas a la colección de Sir Herbert Cook en Richmond (Inglaterra); sacadas a finales de la década de los cincuenta al mercado internacional de arte, fueron adquiridas por la fundación Samuel H. Kress, la cual las donó a la Universidad de Arizona, en donde fueron exhibidas por primera vez en 1960. Hoy están expuestas en el Tucson Museum of Art (Arizona, USA).

[3] El Heraldo de Zamora y El Correo de Zamora, 15 de mayo de 1911.

[4] Catálogo del Museo Marés, Barcelona, 1979, núms..715-716, 723, 1071, 1261, 1279, 1940 y 1945,

[5] M. GÓMEZ MORENO, Catálogo Monumental de España. Provincia de Zamora, Madrid 1927, Vol. I, pp. 76-81 y Vol. II. Lám. 26-37.

[6] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Palabra de 18 de abril de 1906.

[7] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Palabra del 3 de abril de 1906.

[8] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Palabra del 9 de marzo de 1907, fol. 99.

[9] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Palabra del 9 de febrero de 1908, fol. 126.

[10] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Cabildo ordinario de 23 de febrero de 1910, fols. 185 v y 186 r.

[11] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Cabildo de 17 de marzo de 1910, fol. 188.

[12] Archivo catedralicio de Zamora. Libro de Contaduría de Hacienda de 1911-13,1921, 1923, 1925, 1926, pág. 8.

[13] Guillermo Joaquín de Osma y Scull (1853-1922), era diputado por el distrito de Monforte de Lemos desde 1891. Fue ministro de Hacienda en los gabinetes presididos por Antonio Maura en 1903-04 y 1907-08. Desempeño la carrera diplomática entre 1877 y 1891. Especialista en historia del arte, arqueología y, sobre todo, azulejería y cerámica, fue miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, dela de Bellas Artes d San Fernando y de la de Buenas Letras de Barcelona. En 1916 fundó en la madrileña calle de Fortuny el Instituto Valencia de Don Juan, con colecciones de documentos inéditos y de objetos de artes industriales españoles que heredara de su esposa, la XIII condesa de Valencia de Don Juan. Enciclopedia Universal Ilustrada europeo-americana. Tomo XL. Barcelona, p. 873. (Falta año)

[14] Diario de Sesiones del Congreso, 10 de marzo de 1911, número 5, p. 61.

[15] Diario de Sesiones del Congreso, 10 de marzo de 1911, número 5, p. 62.

[16] El Correo de Zamora, 14 de marzo de 1911.

[17] Diario de Sesiones del Congreso, sesión de 8 de mayo de 1911, pág. 692.

[18] El Heraldo de Zamora, 26 de junio de 1911.


[19] M. GÓMEZ MORENO, Op. cit., pág. 81.