viernes, 17 de febrero de 2017

Moriscos en Ciudad Rodrigo (1)

UNA MINORÍA SOCIAL

Moriscos en Granada, grabado de Joris Hoefnagel (1564).

Después del forzoso desplazamiento de la población morisca del Reino de Granada tras la guerra de Las Alpujarras de 1570, quedaron repartidos por las coronas de León y Castilla buen número de moriscos, recalando en Ciudad Rodrigo unas cincuenta familias. La iglesia civitatense, en especial en el pontificado de Martín de Salvatierra, intentó su integración religiosa con decretos sinodales. A pesar del confinamiento, algunos lograron dispersarse hacia otros lugares, tanto de Castilla como de Portugal. Tras el decreto de expulsión de 1610, una parte de los moriscos se quedó o retornó, por lo que la Corona publicó varios bandos destinados al prendimiento de sus personas y al embargo de sus bienes. Todavía en 1616 llegaban a Ciudad Rodrigo aquellas órdenes y el corregidor se apresuró a ejecutarlas.
 
 
Antecedentes. Moriscos en Ciudad Rodrigo en el siglo XV

Bautismo de moriscos en 1501. Capilla Real de Granada.
Apenas tenemos datos de la minoría mudéjar o, en su caso, moriscos antiguos. Los testimonios documentales son muy escuetos. En 1466 la reina doña Juana se dirige al concejo de Ciudad Rodrigo para que les libren las rentas de las alcabalas y tercias recaudadas por Gil Ferrández, “con todos los maravedís que montan e montaren la cabeça del pecho de los judíos e moros de esa dicha mi çibdad e su tyerra….”. En el padrón de 1486, en la colación de San Juan con el barrio de Carniceros se cita a un tal “Talavera, moro”, que estaba entre los pecheros medios con 40 mrs. y en la colación de San Benito vivía “La Moranta”, con un pecho de 15 mrs. Poco más explícito es un nuevo padrón, elaborado por las mimas fechas, que recoge en la colación de la Rinconada y San Benito a “Pedro, marido de Francisca, La Moranta” y a “Pedro, hijo de Marina La Moranta” y en la calle de Diego Ruvio a “Isabel La Moranta”[1]. En 1492, el testimonio de Juan Pacheco ‑en favor de la restitución del buen nombre, de su suegro, Diego Álvarez, quemado por la Inquisición un año antes en Auto de Fe‑ alude a “Gaspar Triana, morisco conbertido, que de antes se llamaba Hudava…”[2].


La España morisca, según Lapeyre (1581)

Moriscos en el siglo XVI


El Sínodo de 1592 incluía una constitución que tenía como objetivo la integración religiosa de la minoría morisca que, después de la Guerra de las Alpujarras (1568‑1570), había sido repartida por el interior de los reinos de León y Castilla. Las autoridades no fueron muy celosas en el cumplimiento de lo contenido en las pragmáticas sobre el control de la población deportada, pues muchos moriscos cambiaron su residencia y marcharon a otros lugares. Por ello, en 1583 el rey ordenaba al corregidor de Ciudad Rodrigo que no diera licencia para cambiar de lugar a los moriscos que habían sido repartidos en la ciudad y lugares de su tierra y jurisdicción; se pretendía con ello evitar el deambular errante de parte de la población morisca, a la que se achacaba “muchas muertes, robos y salteamientos y otros delitos”[3].

Mujeres moriscas.
 Una nueva partida de moriscos, compuesta por 269 personas, llegó a Ciudad Rodrigo después de un largo viaje desde las tierras de Andalucía Oriental, conducidas por el comisario Bartolomé Portillo de Solier[4]. En la ciudad del Águeda fueron confinadas unas cincuenta familias granadinas, procedentes de Huéscar, La Puebla, Castril, Baza, Vera, Purchena, Orce, Los Vélez y Murcia…[5]. En 1589 había en la diócesis civitatense 171 moriscos que se asentaban en Ciudad Rodrigo (129), Lumbrales (28) y Retortillo (13)[6]. La desconfianza sobre su sincera conversión y de cumplir por lo tanto con las prácticas de la religión cristiana estaba presente en los sectores eclesiásticos. Así, en el Libro Primero, título 7 De supplenda negligentia, capítulo 2º, del Sínodo celebrado por Salvatierra se recogía el mandato “que en cada Parrochia donde huviere Moriscos, el cura o su lugarteniente haga una lista de todos ellos, por la qual vea, si oyen Missa, y confiessan: los cuales multen, no lo hacienzo en un real por cada vez, para la lumbre de la Iglesia”.

El Rey estuvo obsesionado por la conversión y cristianización de la población morisca. En 1579 el obispo de Ciudad Rodrigo, Andrés Pérez, informaba a su majestad de que el morillo que le había enviado para adoctrinarle y bautizarle “se va instruyendo en lo necesario para recibir el santo sacramento del baptismo”[7]. Durante los años ochenta la Corona se planteó qué hacer con esta población. Se barajó su expulsión, opinión que mantenía Salvatierra. Si ello no se llevó a cabo fue por la falta de disponibilidad de una flota y de un ejército, pues las fuerzas militares estaban ocupadas en la guerra de Europa[8]. 

Mujeres y niña morisca.


Con población morisca en Ciudad Rodrigo y su interés por la integración religiosa, no debe pues extrañar la inclusión de un capítulo en el sínodo de 1592 sobre esta minoría. Además, no se olvide tampoco que el obispo Martín de Salvatierra había tenido contacto con los moriscos en las tierras del Levante, primero como inquisidor en Valencia y luego como prelado en Albarracín y Segorbe. En Segorbe intentó reformar las costumbres de la población morisca, y sobre la cuestión escribió y mandó imprimir en 1587 un memorial dirigido a Felipe II. González Dávila dice acerca de esto que “suplica en el acabe con esta gente, declarandola por enemiga del bien publico. Supieronlo los Moriscos, trataron de matarle…”[9]. El obispo era partidario no sólo del destierro sino del exterminio[10].


Por las listas hechas en 1590, 1595 y 1596 sabemos que parte de la población morisca confinada en Ciudad Rodrigo se había ido desplazando, con o sin licencia, a otros lugares: Salamanca, Béjar, Plasencia, Cáceres, Valladolid, Benavente, Sevilla, reino de Murcia… Otros vivían diseminados por la tierra de Ciudad Rodrigo, en villas y aldeas como Pedraza, Lumbrales, Diosleguarde, Peñaparda, Payo…. Algunos marcharon a Portugal, mientras de otros se desconocía su paradero. Varios moriscos que permanecieron en Ciudad Rodrigo acabaron integrándose con la población; fue el caso de algunos miembros del partido de Los Vélez, entre ellos “Juan Ramón, de veinte e cinco años… casado con María Hernández, cristiana vieja desta tierra”[11].

(Continuará)

Notas:


[1] Mª F. García Casar, Fontes Iudaeorum Regni Castellae. El pasado judío de Ciudad Rodrigo. (Salamanca 1992, 80 y 82, doc XXVI/1 y 107‑108, doc. XXVI/2).

[2] F. Sierro Malmierca, Judíos, moriscos e Inquisición en Ciudad Rodrigo (Salamanca 1990, 40).

[3]A.M.C.R. Grupo 36, caja 1, doc. 22. Real cédula dada en Aldea Gallega, el 14 de febrero de 1583, dando orden sobre tener en custodia en estos reinos a los moriscos.

[4] H, Lapeyre, Geografía de la España morisca (Valencia 1986,156).

[5] Se conservan listas de moriscos, elaboradas por el corregidor de Ciudad Rodrigo en los años 1590, 1595 y 1596, contemporáneas por lo tanto del pontificado de don Martín de Salvatierra. F. Sierro, Op. cit. (Salamanca 1990, 49‑63).

[6] H, Lapeyre, Geografía de la España morisca (Valencia 1986,164- 165).

[7] A.G.S. Patronato Eclesiástico, Leg. 136.

[8] H. Kamen, Felipe de España (Barcelona 1998, 229). Una opinión similar, al abordar los inconvenientes políticos de la expulsión, comparten R. Benítez y E. Císcar, “Conversión y expulsión de los moriscos”. En R. García Villoslada (dir), Historia de la Iglesia en España. IV. La Iglesia en la España de los siglos XVII y XVIII. B.A.C. (Madrid 1979, 303).

[9] G. González Dávila: “Teatro Eclesiástico de la iglesia de Ciudad‑Rodrigo…”, Theatro eclesiástico de las ciudades e iglesias catedrales de España. Vida de sus obispos y cosas memorables de sus obispados. Tomo I. (Salamanca 1618, 42).

[10] “..esta gente se puede llevar a las costas de los macallaos y de Terranova, que son amplisimas y sin ninguna población, donde se acavaran de todo punto, specialmente capando los masculos grandes y pequeños y las mugeres; llevando un año los del Reyno de Valencia a una parte, y otro los de Aragon a otra, y otro los de Castilla a otra”. P. Boronat y Barrachina: Los moriscos españoles y su expulsión. Vol. I. (Valencia 1901, 612‑634).

[11] F. Sierro, Op. cit. (Salamanca 1990, 49‑63).



Este texto forma parte de un artículo publicado en: VIII Simposio Internacional de Mudejarismo. Actas. Volumen II, Teruel, 2002, pp. 697-719.

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