Campo de la Verdad, con Zamora al fondo. |
José I. Martín Benito
Historia y Literatura se dan la mano en el Cerco de Zamora, un episodio o serie de acontecimientos ocurridos en el año 1072, tras la muerte del rey Fernando I. El testamento regio había dividido el reino entre sus hijos. Al hijo mayor, Sancho, le correspondía Castilla; a Alfonso, León; a García, Galicia, mientras que a las infantas Elvira y Urraca la herencia paterna dejaba las ciudades de Toro y Zamora, respectivamente. En el Romancero, el rey don Fernando I, en su lecho de muerte, entrega la ciudad de Zamora a doña Urraca, con estas palabras:
Historia y Literatura se dan la mano en el Cerco de Zamora, un episodio o serie de acontecimientos ocurridos en el año 1072, tras la muerte del rey Fernando I. El testamento regio había dividido el reino entre sus hijos. Al hijo mayor, Sancho, le correspondía Castilla; a Alfonso, León; a García, Galicia, mientras que a las infantas Elvira y Urraca la herencia paterna dejaba las ciudades de Toro y Zamora, respectivamente. En el Romancero, el rey don Fernando I, en su lecho de muerte, entrega la ciudad de Zamora a doña Urraca, con estas palabras:
Allá en Castilla la Vieja
un rincón se me olvidaba,
Zamora había por nombre,
Zamora la bien cercada…
(Cancionario de 1550, pág. 213)
Otra versión del romance recoge:
(Cancionario de 1550, pág. 213)
Otra versión del romance recoge:
Allá en tierra leonesa
un rincón se me olvidaba...
La
situación originó conflictos entre los herederos por el dominio de los reinos
repartidos. En este
contexto nace el intento de la toma de Zamora por parte de las tropas de son Sancho, rey de Castilla, que da lugar al conocido episodio del Cerco de
Zamora. Los sucesos son de sobra
conocidos. Como ha escrito Miguel Ángel Mateos “leoneses,
asturianos y gallegos se pertrecharon en Zamora” y “fraguaron la conspiración” contra
el rey[1]. Existe
una abundante bibliografía sobre este asunto. Como ha recordado Salustiano de Dios, “el suceso ha
ocasionado raudales de tinta, descrito e interpretado por extenso por los
historiadores locales, no pocas veces con la finalidad de salvar la
honorabilidad de Zamora en el trance del regicidio. Fue elevado a categoría de
epopeya –Zamora no se tomó en una hora- primero por los romances y luego más
tarde por el teatro barroco y los autores románticos, no en balde andaba de por
medio el Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar, al servicio del rey castellano
Sancho II”[2].
El
historiador zamorano, Cesáreo Fernández Duro, se ocupó largamente del Cerco de Zamora. Tanto en el estudio previo
al Romancero de Zamora, como en Memorias Históricas de la ciudad de Zamora,
su provincia y obispado (1882).
Tras la
muerte del rey don Sancho por Bellido Dolfos, una embajada del Cid, al mando de
Diego Ordóñez, retó a los zamoranos. “Esta
historia –del reto- se cuenta en la Crónica del rey Don Fernando I, y por
Valerio en la historia escolástica de España”, escribe Fernández Duro[3].
Torneo medieval. |
El
combate entre los caballeros zamoranos, hijos de Arias Gonzalo –defensor de la
ciudad-, y Diego Ordóñez tuvo lugar en un lugar conocido como Campo de la Verdad, un pago enclavado en
la llanura aluvial. El lugar se encuentra entre el río Duero y la carretera de
Alfaraz, frente a las murallas y el castillo. Tal denominación responde a que
el sitio estaba “destinado para los
combates de los nobles en desafío, que creían encontrar la verdad y la razón en
la fuerza ó la destreza de las armas”, recuerda Fernández Duro, citando a
la Lafuente, en su Historia General de
España. Son muchos los autores que se han ocupado del famoso reto, entre
ellos Fray Prudencio de Sandoval, cronista de Carlos V. Agustín Rojas
Villaldrando, que vivió en el siglo XVI, asegura que en la puerta del
Mercadillo –Postigo Viejo de los romances- había unas pirámides de piedra
elevadas a la memoria de Arias Gonzalo y de sus hijos.
Más
recientemente, Miguel Ángel Mateos resume los acontecimientos: “La historia literaria sigue tejiendo su
discurso. Días después (de la muerte del rey), los hijos de Arias Gonzalo respondieron al reto castellanista de
Diego Ordóñez de Lara, que exigía venganza y sangre. En el Campo de la Verdad,
como desde entonces se le conoce, se celebró el torneo reparador, la respuesta
al duelo retador. Allí perecieron los tres hijos varones del viejo caudillo
Arias: Pedro, Diego y Rodrigo. Este último, mientras agonizaba, al escapar su
caballo arrastró en la huida al del castellano Ordóñez de Lara sacándolo del
palenque. Los jueces declararon nulo el combate. El joven Rodrigo había librado
la ciudad de la afrenta traidora y defendido su honor militar”[4]. El Romancero recuerda las palabras de
consuelo que dirigió Arias Gonzalo a las doncellas que lloraban la muerte de su
hijo:
No lloréis así, señoras,
que no es para llorarlo.
No murió por las tabernas
ni a las tablas jugando,
mas murió sobre Zamora,
vuestra honra bien guardando;
murió como caballero,
con sus armas peleando.
Ligado
a estos acontecimientos se conserva también la Cruz del Rey don Sancho, en un alto situado a unos dos kilómetros
de la ciudad, en la orilla derecha de la carretera de Galicia, lugar donde,
según la tradición, Bellido Dolfos asesinó al soberano en octubre de 1072, en el
campamento real dispuesto para el sitio de Zamora. Aquí, los romeros de la
cofradía de la Concha rezan por el alma del rey en su camino hacia La Hiniesta
el lunes de Pentecostés, en la tradicional romería que une Zamora con la vecina
localidad.
Cruz del Rey don Sancho. |
Historia y literatura
Los acontecimientos del Cerco de Zamora han pervivido en el Romancero. Son muchos los romances históricos que se ocupan de ello. Existen varias versiones romanceadas del reto a los caballeros zamoranos por parte de Diego Ordóñez, así como la respuesta de Arias Gonzalo al embajador del Cid. Entre ellas recordamos la siguiente:
Yo os repto los zamoranos
por traidores fementidos,
repto a todos los muertos,
y con ellos a los vivos;
repto hombres y mujeres,
los por naçer y nascidos;
repto a todos los grandes,
a los grandes y a los chicos,
a las carnes y pescados
y a las aguas de los ríos.
Allí habló Arias Gonzalo
bien oiréis lo que hubo dicho:
¿Qué culpa tienen los viejos?
¿qué culpa tienen los niños?
¿Qué merecen las mujeres
y los que no son nascidos?
¿Por qué reptar a los muertos,
los ganados y los ríos?[5]
Arias Gonzalo, por Crespo Rivera. |
En la
actualidad, en la ciudad se representa El
Cerco de Zamora, “una mezcla entre actualidad e historia, narración y
representación, antigüedad y modernidad”, con diversas escenas que transcurren
por varios puntos de la ciudad[8].
El Cerco de Zamora y el reto en el Campo de la Verdad, se insertan también
dentro de la historia y leyenda de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.
Además de la participación del héroe castellano en el asedio, la persecución de
Bellido Dolfos tras el regicidio y la embajada retadora que aquel envío a Arias
Gonzalo, la tradición cuenta que el héroe castellano fue armado caballero en el
altar de la iglesia zamorana de Santiago de los Caballeros.
El Campo de la Verdad forma parte tanto de la historia de Zamora como de la de los reinos de Castilla y de León, en el último tercio del siglo XI –“la época cenital del pasado histórico zamorano”[9], y está muy ligado, pues, a la cultura y al arte románico. Sabido es que la cultura del románico no sólo está presente en los edificios, sino también en la historia y el alma zamorana. Está en ese patrimonio inmaterial que son las Leyendas y el Romancero y su contribución a la cultura y a la literatura europea. En efecto, los Romances del Cerco de Zamora, con el Cid, doña Urraca, los reyes Sancho II y Alfonso VI o el héroe local Arias Gonzalo, ocupan un lugar destacado en el patrimonio cultural de Castilla y de León.
[1]
MATEOS, M. A.: “Historia antigua y medieval”. En Castilla y León. Zamora. 1991, pág. 65.
[2] DE DIOS, S. “Poder
político, Derecho e Instituciones”. En Historia
de Zamora. Tomo I. De los orígenes al final del Medievo. Zamora 1995, pp.
629-686.
[3] FERNÁNDEZ DURO, C.: Romancero de Zamora, precedido de un estudio
del cerco que pasó á la Ciudad don Sancho el Fuerte. Madrid.
[4]
MATEOS, M. A.: Op. cit., pág. 67.
[5] Este
romance ya está recogido en el Cancionero
de 1550. Como ya escrito Mercedes Díaz Roig, es “uno de los romances con
más fuerza y aliento épico”. Ver de esta autora El Romancero Viejo. Madrid 1978, nº 64, pág. 146.
[6]
Edición de Menéndez Pidal, 1906. Hay también ediciones de 1955 y 1978.
[7] REIG,
C.: El Cantar de Sancho II y el Cerco de
Zamora. Madrid 1947. Véase ARMISTEAD, S. La Tradición épica de las mocedades de Rodrigo. Salamanca 2000.
[8]
Mirador
del Troncoso, Castillo del Rey Fernando, Puerta del Obispo,
Palacio de Don Sancho, Casa del Cid, Castillo de Doña Urraca, Puerta del
Castillo, muros del Castillo, Plaza de la Catedral, Campo de Batalla, entrada a
la Plaza de la Catedral/ esquina con Rúa de los Notarios.
[9] MATEOS, M. A.: Op. cit. pág. 65.
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