sábado, 30 de julio de 2016

La visión de los viajeros: El Rebollar en el siglo XVIII (1)

El viaje de Gálvez en 1755

José I. Martín Benito



1. Introducción

Alejandro Gálvez
Diego Alejandro de Gálvez, canónigo de la catedral hispalense, realizó un viaje desde Sevilla a Santiago en 1755, desde donde continuó hacia Europa, visitando Francia, Países Bajos y Alemania.

El prebendado sevillano tomó el antiguo camino de Sevilla a Mérida, pero aquí, en lugar de continuar por la vía de la Plata hacia Salamanca, se desvió a la altura de Cáceres, hacia el oeste, para visitar Malpartida y Alcántara. El Sistema Central lo atravesó por la Sierra de Gata, concretamente por el puerto de Perales, bajando por El Rebollar hasta Ciudad Rodrigo, en donde tomó el camino de Salamanca.

El clérigo fue anotando observaciones y descripciones del paisaje y sus gentes en un diario que, con el tiempo, ha sido publicado por el Cabildo metropolitano de Sevilla, bajo el título: Un sevillano por Europa. El viaje de Gálvez en 1755. (Sevilla, 1996).

2. El Rebollar en el viaje de Gálvez

Por el puerto de Perales (“el más bello mirador del mundo”) entró Gálvez y sus acompañantes en el Reino de León, bajando hasta Villasrubias y luego Robleda, donde pernoctaron el 12 de mayo. El día 13 salió para Ciudad Rodrigo.

2.1. El camino del puerto de Perales.

Gálvez señala las dificultades de la subida y la estrechez del camino:

El Jálama, desde Villasrubias.
Después de comer empezamos a subir el puerto. Tiene 2 leguas de subida y por un lado es un perpetuo precipicio. El camino es angosto y agrio, todo de piedra suelta. Nosotros nos tomamos el trabajo de subirlo a pie, y a ratos montando en 2 caballos que llevábamos, porque al principio de la subida estaba despeñada la calesa, si Dios no nos hubiera traído al mismo tiempo 4 asturianos de los que bajan a cortar heno a Portugal, que a 5 que éramos nos ayudaron a montar otra vez la calesa al camino.

El clérigo se reconfortó en la bajada, con poca pendiente:

La bajada de estas montañas es blandísima o, por mejor decir, es ninguna, y sólo se experimenta una dulce cuesta sin pendiente. Es observación que hice en todo el camino, que dirigiéndonos al Norte, después de montar los puertos, no descendíamos la cuarta parte de la que habíamos subido.
La bajada de estas montañas es blandísima o, por mejor decir, es ninguna, y sólo se experimenta una dulce cuesta sin pendiente. Es observación que hice en todo el camino, que dirigiéndonos al Norte, después de montar los puertos, no descendíamos la cuarta parte de la que habíamos subido.

2.2. Villasrubias y Robleda

Gálvez alude a la vegetación (robles) y llega a confundir Villasrubias con Peñaparda.

A dos leguas del fin del puerto de Perales, y por un camino poblado de arbustos de roble, llegamos al lugar de Peñasrubias, primero del reino de León y de la diócesis de Ciudad Rodrigo. Sin embargo de ser población de cerca de 43 vecinos (según aseguraron) ni tenía posada ni casa mediana donde con el pasaporte nos pudiesen alojar. Por lo que siendo temprano seguimos a Villa Robleda, una legua más adelante. Será pueblo de 200 vecinos y de la diócesis de Ciudad Rodrigo. Él es miserable en su vista, aunque no le falta gente de cortos caudales.
Robleda

No difiere en exceso la apreciación de Gálvez sobre la población de estos lugares. En el Catrasto de Ensenada (1750), Villasrubias tenía 41 vecinos y ocho viudas, mientras que Robleda había 226 vecinos. Unos años más tarde, la población no había variado sustancialmente; el cuestionario real redactado en 1789 (Libro del Bastón), informaba que Villasrubias tenía 52 vecinos y Robleda 228.

2.3. El alojamiento

Robleda, en el camino de Extremadura, contaba con una posada. Debía ser esta la que cita el Catastro de Ensenada cuatro años antes como “Casa Mesón del Concejo”, que rentaba al año 85 reales. No obstante, no debió ser del gusto de los viajeros, por lo que el alcalde les buscó otro alojamiento.

La posada es la peor casa de todo el pueblo, por lo que el alcalde nos alojó en la casa de una honesta labradora, cuyo marido con otros del pueblo había bajado a Sevilla con carretillas a cargar de sal para el consumo del reino de León. La casa era bien capaz y distribuida sus viviendas al uso del país y sus cosas de tráfico. Púsonos lindos lienzos de camas, más todo lo costeamos quedándole a beneficio bastante sobrante y chocolate que se le regaló.


* Este texto y el de los dos post siguientes de esta serie, forma parte de una conferencia que pronuncié en Navasfrías el 17 de julio de 2011, organizados por PROHEMIO.

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