sábado, 18 de noviembre de 2017

"De grandes cenas..."

LA CONDESA GLOTONA

José Ignacio Martín Benito 

El rico Epulón y Lázaro. Anónimo, siglo XVII.
Sabido es que las mesas de los nobles estaban bien provistas de buenas viandas. Cuando Felipe II y su hijo el príncipe don Carlos, visitaron Benavente en 1554, el conde les obsequió con diversos manjares, tanto en la comida como en la cena. El cronista Andrés Muñoz se fija en los preparativos para una de aquellas cenas y cuenta: "Estaban otras tres mesas grandes, á la larga, en que habia veinte gentiles hombres del Conde muy bien aderezados, con sus toallas al hombro, trinchando pavos, perdices, capones, gallinas, tórtolas, pollos, palominos, cabritos, truchas, muchas diferentes maneras de pasteles reales, sin otros rellenos de aves: otros delicados y extraños servicios de leche, y ensaladas; y esto tan espléndidamente, que por no me detener no trato d´ellos. Tuvo de mesa el Conde aquella noche más de ochenta caballeros; de modo que hasta que las mesas fueron alzadas nunca se dejó de tocar de rato á rato los menestriles, y otras veces flautas y cornetas".

"Estaban en lo bajo, que es el patio, muchos retretes, que en los unos estaban las hachas y velas de cera blanca y amarilla, y en el otro el vino y el agua, en los otros las aves y carne, y en los otros las frutas y truchas, y en los demas cosas maravillosas, que ver de cada cosa d´esto la superabundancia era para dar gracias a Dios. Estaba á otra parte la cava, que es donde estaba la copa del Infante y agua y vino; y la panatería en otra, que es donde sale á ponerse la mesa para S.A. y están el pan y toda fruta".
Pintura valenciana, siglo XVII. Círuclo de Miguel March.

Como se ve, los Pimentel no escatimaban en el comer, ni para ellos ni para sus criados. Dicen que de casta le viene al galgo. Lo cierto es que cien años después de la visita real, el apetito no parecía haberse detenido en los titulares de la casa de Benavente. Pero ya se sabe que el comer en exceso tiene sus consecuencias y, en el caso que vamos a contar, fueron funestas.

La condesa de Benavente debía gustar de darle al paladar y comer en demasía. Tanto que comía al día cuatro pollas de leche, cocinadas de distinta manera. Una noche de finales del mes de enero de 1656 cenó una en gijote, esto es, guisada y rehogada en manteca de cerdo, y otra en pepitoria. Comió de ella 16 alones, pese que el médico le advirtió que era mucha cena, sobre todo teniendo en cuenta su edad. La condesa replicó al galeno que necesitaba dichas viandas para poder dormir. Vaya si durmió, tanto que no despertó. De lo que se colige que, como dice el dicho: “De grandes cenas están las sepulturas llenas”.

La noticia corrió como la pólvora y unos días después, Jerónimo de Barrionuevo, anotó en su dietario de “Avisos” lo siguiente:

Madrid y febrero 2 de 1656
Murió la condesa de Benavente, domingo en la noche. Fue el caso que esta señora se comía cada día cuatro pollas de leche en diferentes maneras. Cenó una en jigote y una pepitoria, comiendo de ella 16 alones, sin los adherentes acostumbrados de conservas y sustancias. Díjole el médico que la asistía que para su edad era mucha cena. Respondióle que sin esto no dormiría, e hízolo tan bien, que amaneció en el otro mundo, volando en los alones de las aves. Tenía hecho testamento, mandando no la enterrasen si muriese hasta passados tres días, por unos desmayos grandes y dilatados que le solían dar; y que la embalsamasen y llevasen su corazón al túmulo de su marido, que también se hallan ahora Belernos y Durandartes a cada paso. Dejó toda su hacienda a los Trinitarios descalzos, que dicen pasan de 100.000 ducados. Requiescant in pace” (Jerónimo de Barrionuevo: Avisos (1654-1658). Tomo II. Madrid 1969, pp. 244-245).
Ambiente aristocrático, siglo XVII.

Pero, ¿de qué condesa se trata? Isabel Francisca Benavides, marquesa de Jabalquinto y condesa de Benavente –por matrimonio con Antonio Alfonso Pimentel en 1637- murió en 1653; debía contar con 38 años. Muerta su esposa, el conde volvió a casar en segundas nupcias en 1658 con doña Sancha Centurión y Córdoba, que murió en 1678. El hecho de que el médico aconsejara que “para su edad, era mucha cena” nos sugiere que podría tratarse de la condesa viuda Antonia de Mendoza y Orense, con la que había contraído matrimonio en segundas nupcias el conde de Benavente Juan Francisco Pimentel (1584-1652), madrastra, por tanto, del nuevo titular de la casa Antonio Alfonso Pimentel. Sin embargo, Barrionuevo cita a la condesa en 1656, con motivo del traslado a Madrid del famoso Cristo de Benavente. Así que, hoy por hoy, el nombre de la condesa glotona es una incógnita.

Cocina (Bodegón), Ámsterdam, Rijksmuseum, de Alejandro de Loarte.

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