lunes, 21 de mayo de 2018

Motines obreros (2)


MOTINES EN TÁBARA (ZAMORA)  (y 2)


El motín de 1911. El incendio del palacio.

Iglesia de Tábara.
El motín comenzó a las tres de la tarde del día 22 de febrero de 1911, cuando grandes grupos formados por niños y mujeres recorrieron las calles, enarbolando banderas y letreros y dando mueras a don Agustín Alfageme. A las ocho de la tarde el motín se reprodujo participando ahora el pueblo en masa: apedrearon los balcones y miradores del palacio, la casa del guarda del monte El Encinar, partieron las puertas de las paneras y se apoderaron de 800 fanegas de trigo; finalmente incendiaron los edificios, entre ellos parte del palacio y del ex-convento de dominicos, destrozaron los muebles de la casa palacio y talaron los árboles del Jardín (foto 1). Según fuentes orales, en El Bosque los amotinados prendieron fuego a las traviesas del ferrocarril. Tras los sucesos se reconcentraron en la villa fuerzas de la Guardia Civil; a primeros de marzo la benemérita procedió a la detención de cuatro vecinos de Tábara acusados de haber participado en el incendio y robo del palacio[1].

 
Guardia Civil.
"Un pueblo que se derrime"

Los hechos, a pesar de su contundencia, no fueron abordados por el Consistorio, al menos de manera oficial. Las actas municipales no aluden para nada al motín[2]. Sin embargo, sus contemporáneos lo vivieron como una auténtica revuelta antiseñorial, resultado de una situación larvada durante años. Así se desprende de un texto manuscrito, que lleva por título: “Un pueblo que se derrime. Tábara [3]. El texto está fechado el 8 de noviembre de 1914 y firmado por Ramón Vega, uno de los muchos vecinos de la villa que aparece como comprador en la escritura de 1915 y que, además, tomó parte activa en el motín, pues fue uno de los detenidos por la Guardia Civil en los primeros días de marzo de 1911[4]. Esta última circunstancia quizás fue determinante para escribir el manuscrito, en el que justifica el levantamiento popular. Comienza su pequeño ensayo con el recuerdo de la donación de la Tierra de Tábara, en 1371, de Enrique II a Gómez Pérez de Valderrábano, lo que es considerado por Ramón Vega como una disposición que condenó a aquella generación y a las siguientes “a la miseria y a la esclavitud”, para añadir: “Los tiempos pasando, transmitieron a nuebos privilegiados aquellos territorios y las generaciones que venían aguantando resignados el látigo feudal en sus sufridas espaldas”. Alude R. Vega a la sentencia de 31 de enero de 1844 que declaró al marqués “señor territorial y solariego de la villa de Tábara y su tierra”, y al que nuestro informante define como “nuevo dueño de vidas y haciendas”, con lo que, a su juicio, los tabareses quedaban como esclavos vitalicios. A continuación esgrime el derecho natural y lo opone a las leyes humanas para afirmar que la creación del señorío de Tábara es contrario a las leyes de la naturaleza, que hacen a todos los hombres iguales:


Manifestación obrera.

Lo que sí hemos de demostrar hasta la ebidencia es que Enrique II no pudo en ningún caso donar lo que no era suyo, ni lo nuebos dueños de aquellos dominios ennagenar los derechos de otros.



El infante recién nacido tiene igual derecho a la tierra que el hijo del más humilde campesino y una ejecutoria que viene directamente de la naturaleza se sobrepone a todas las leyes humanas, a todos los títulos escritos y es el derecho haber nacido.



El negar el aire, el agua y la tierra a un ser que nace impone a tanto como arrojarlo al río y como nadie tiene derecho a quitar la vida a nadie, tanpoco nadie tiene derecho a negar los elementos de vida como Enrique 2 se los negó a los tabareses”.


 Todas estas reflexiones sirven a R. Vega para justificar los posteriores levantamientos, tanto el de 1898 como el de 1911, presentando a los habitantes de la Tierra de Tábara como “esclabos repugnantes al látigo feudal” que “se resentían á suportar resignados el yugo opresor del amo y señor”. Por todo ello, “sin duda pensando un día que á sus hijos no podían legarles un casar, que la livrea de esclabo pensaron en sacudirla y pisotearla y enarbolando en una mano la bandera de la libertad y de la justicia y en la otra la tea incendiaria acudieron como un solo hombre multitud de pueblos reunidos correspondientes a aquel señor, al Palacio del señor de vidas y haciendas i obligándose en aquellos momentos que las leyes castigan los delitos e inpulsados por el derecho que tienen a la vida, pegaron fuego al Palacio haciendo huir a sus moradores..[5]” Así se refiere Ramón Vega al motín de 1898; al de 1911 le dedica menos líneas y, en todo caso, lo presenta como una consecuencia del primero: “Don Juan Ron enagenó aquellos dominios y el nuevo propietario vio arder otra bed su palacio, porque los de la Tierra de Tábara habían ya pisoteado la librea de la esclabitud”.

 
Situación de Tábara en la provincia de Zamora.

Finalmente, la venta de las propiedades que habían formado parte del patrimonio señorial, es presentada por Ramón Vega como una conquista social, como el resultado de una lucha de los tabareses por la tierra: “... y al encontrarse con la actitud de los tabareses que a toda costa querían emanciparse y reconociendo el derecho moral que los asistía (el propietario) les cedió todas aquellas propiedades en virtud de unos miles de duros que a fuerza de sacrificios han abonado honrradamente en cinco años y firmándose hoy la escritura de propiedades de aquellos terrenos que el Rey don Enrique 2 se los dego por derecho”.



La venta de Alfageme comenzó a formalizarse, por tanto, en 1910, para lo cual en Tábara se creó una sociedad presidida por don Manuel Casado. Los compradores fueron depositando distintas cantidades en un plazo de cinco años, tal como alude R. Vega[6]. Con la compra-venta, en la que intervinieron 186 adquirientes, una parte del término de Tábara, pasó de ser propiedad concentrada a ver la aparición de pequeñas propiedades. Sin embargo, fue la decisión de vender el monte del Encinar entre los vecinos de otros pueblos limítrofes, lo que dio paso al descontento general entre los propios vecinos de la villa, lo que desembocó en el amotinamiento de 1911, como hemos visto.

El texto forma parte de mi trabajo:

"Crisis obrera y conflictividad social en el nordeste zamorano (1898-1920). I. El periodo 1911-1913 ". Brigecio, 11. Benavente, 2001, pp. 115-139.



[1]El Heraldo de Zamora, 24 y 25 de febrero, 7 de marzo de 1911. Los testimonios orales me han sido transmitidos por D. Enrique López, tabarés. Recoge también información oral sobre el motín L. A. SÁNCHEZ GÓMEZ, Op. cit. pp. 66-67.
[2] Con posterioridad a los hechos, el Ayuntamiento se reunió en sesión ordinaria el 4 de marzo bajo la presidencia del alcalde D. Pedro Boya Ríos y, tras la lectura de los boletines oficiales y de la correspondencia, sólo se ocupó del nombramiento de los talladores de la próxima declaración de soldados. Archivo Municipal de Tábara. Actas Municipales.
[3] Se trata de un manuscrito de dos páginas, a doble columna. Archivo familiar de D. Manuel García Fincias (Tábara).
[4] Ramón Vega Ferrero, figura como empleado, casado y habitando en la calle de la Victoria. Escritura de compra-venta y división de fincas... Fue detenido junto a los vecinos Leoncio Diez Fernández (tal vez hermano de Pedro Díez Fernández, comprador nº 24), Rafael Fresno Pernía (también comprador, con el número 5), y Pedro Casas Caballero (quizás hermano de Andrés Casas Caballero, comprador nº 56). El Heraldo de Zamora, 7 de marzo de 1911.

[5] Así justifica Ramón Vega el primero de los motines, seguramente el de 1898. Según su nieto, Manuel Vega Casado, Ramón Vega, oriundo de la Maragatería, fue el cabecilla de la revuelta ¿de cual de ellas?. Cfr. SÁNCHEZ GÓMEZ, L. A., Op. cit., pág. 67.


[6] Baste como ejemplo el siguiente recibo: “He recibido de D. Domingo Fincias Hernández, vecino de esta villa de Tábara, cabecero en la compra hecha a D. Agustín Alfageme Pérez, la cantidad de mil cincuenta y seis pesetas á cuenta de referida compra y correspondiente al primer plazo. Tábara, once de octubre de mil nuevecintos once. El Presidente de la Sociedad. Manuel Casado (Firma)”. Archivo particular de D. Manuel García Fincias. Tábara.

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