jueves, 25 de febrero de 2016

Una batalla decisiva: la de Toro de 1476

A orillas del Duero se dirimió la suerte de la Guerra de Sucesión a la corona de los reinos de León y Castilla. Estaba también en juego la unión dinástica: o con Aragón o con Portugal. Y las armas decidieron mirar hacia el Este.
Panorámica de la ciudad de Toro.

La muerte de Enrique IV de León y Castilla en diciembre de 1474 dio paso al año siguiente a una guerra sucesoria al trono castellano entre Isabel, hermana del fallecido rey y Juana, hija del monarca. Aquella contó con el apoyo de su esposo Fernando de Aragón, mientras que Juana se alió con Alfonso V de Portugal. La proclamación de Isabel como reina de León y Castilla en una ceremonia en Segovia desencadenó la respuesta de los partidarios de Juana, la Beltraneja. El matrimonio en Plasencia entre Juana y el rey de Portugal el 12 de mayo de 1475 y la consiguiente proclamación como reyes de León y Castilla, llevó a un conflicto militar entre los partidarios de las dos proclamadas reinas. Pero se jugaba algo más que una cabeza para el reino. Estaba en juego también la unión dinástica de los reinos de León y Castilla: o con Aragón o con Portugal.
Puente sobre el Duero.

El ejército portugués se dirigió a Arévalo y luego tomó Toro –salvo el castillo- y Zamora. Fernando el Católico reunió un ejército y se presentó ante los muros de Toro el 19 de julio de 1475, pero no la pudo tomar y emprendió la retirada. Poco después el castillo toresano capituló y algunos nobles indecisos se sumaron al partido de la Beltraneja.

Reclutadas nuevas gentes de guerra, Fernando tomó la iniciativa y sus tropas ocuparon Zamora, para poco después poner cerco a Toro. La noche del 17 de febrero Alfonso de Portugal sacó a parte de su ejército de la ciudad. El ejército portugués atravesó el puente sobre el Duero, para socorrer Zamora, que no pudo tomar y regresó a Toro en la noche del 1 de marzo de 1476. Las tropas de Fernando de Aragón salieron en persecución de los portugueses. El propio Fernando refiere en una carta dirigida a sus amigos de Úbeda, algunas incidencias de la batalla de Toro: “e gran parte de mis gentes en su alcance hasta la puente de la dicha ciudad de Toro, donde fueron presos e muertos muchos principales del dicho mi adversario e de su hijo e del dicho reino de Portugal, e otros muchos ahogados en el río”.
La batalla de Toro fue decisiva para los intereses castellanos, que tomaron a los portugueses ocho estandartes y les hicieron dos mil bajas entre muertos y heridos. Alfonso se retiró a Portugal, dejando bien guarnecidas las principales plazas fronterizas. Zamora, Toro, Madrid y otras ciudades se entregaron a la causa de Isabel la Católica. A los seis meses de la batalla de Toro, prácticamente el reino entero había reconocido a Isabel como reina de Castilla. Aunque la Guerra de Sucesión todavía se prolongaría hasta 1479, en torno a las plazas fronterizas, la batalla de Toro resultó determinante. Con la entronización de Isabel, los reinos de León y Castilla miraron definitivamente al Este. A la postre, la unión dinástica fue con Aragón y no con Portugal. Esta última quedó abortada con la derrota de la opción de Juana la Beltraneja
Monumento a Isabel la Católica, en la vega toresana.
El lugar de la batalla está señalado con un monumento, entre la vega de Toro, frente a la ciudad, en el cruce entre las carreteras de Peleagonzalo y Fuentesaúco, con una estatua que efigia a Isabel la Católica y una placa que recuerda la crucial y decisiva batalla. El ayuntamiento de la ciudad acostumbra a hacer una ofrenda floral el día primero del mes de marzo.
Inscripción conmemorativa.



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