domingo, 25 de septiembre de 2016

El Bote de Zamora

La venta del Cabildo y la recuperación por el Estado en 1911


Bote de Zamora. Fotografía MAN.
Introducción

El denominado "Bote de Zamora" es una pieza de arte califal elaborado en el año 353 de la Hégira/ 964 d. C., por el artesano Durri al-Salir. Fue mandado hacer por el califa Al-Hakam II, con destino a su favorita Subh. Está fabricado en marfil y es de forma cilíndrica, siguiendo la forma del colmillo del elefante. Bote de marfil, que aprovecha la forma cilíndrica del colmillo. La tapa tiene forma de cúpula, que se cierra con bisagra y broche de plata nielada. Por la base de la tapa corre una inscripción de caracteres cúficos, que aporta la información sobre su autor y la fecha de su elaboración.
La talla, muy delicada, trata de recrear el ambiente de un jardín, con motivos de "ataurique de hojas y palmetas, pavones, gacelas y otras aves".
Tras la conquista de Córdoba por Fernando III (1230), la pieza debió formar parte del botín de guerra y entregada a la catedral de Zamora, donde sirvió como relicario. Alli estuvo hasta su venta a un anticuario en 1911.

La venta de antigüedades

La venta de bienes muebles e inmuebles del patrimonio histórico español desde mediados del siglo XIX y buena parte del siglo XX fue una constante. Casos significativos lo constituyen los monasterios de Santa María de Sacramenia (Segovia) y el alcarreño de Santa María de Ovila, así como el patio mallorquín del palacio de los Fuster de Sestorel, varias columnas de la Alambra, los marfiles del arca de San Millán de la Cogollla, diversos artesonados hispano-mudéjares, la reja de la catedral de Valladolid, algunas de las vidrieras de la catedral de Pamplona y el vestíbulo y bóvedas del castillo de Benavente, entre otras muchas piezas, todas ellas adquiridas por el magnate norteamericano W. Randolph Hearst[1]. Otros tesoros artísticos extrañados fueron el retablo de Fernando Gallego de la catedral de Ciudad Rodrigo, vendido en 1877[2]...

La venta de piezas de arte: el caso zamorano

         La enajenación de buena parte del patrimonio histórico y artístico de la Iglesia recorría toda la geografía eclesiástica, desde las cabeceras de los obispados hasta el rincón más pequeño de las diócesis. En ocasiones, las menos, la venta generó protestas por parte de los feligreses. En la provincia de Zamora, el mismo año que se vendieron las arquetas hispano-musulmanas (1911), tuvo lugar en Villafáfila, a la sazón diócesis de Astorga, una manifestación de protesta en la plaza mayor, protagonizada en su mayoría por mujeres y niños y en la que tuvo que intervenir la Guardia Civil, por las sospechas de que el cura había vendido a un anticuario una efigie de Jesús Nazareno[3].
Procedentes de Zamora, al igual que de otras provincias de León y de Castilla, circularon en el mercado de antigüedades muchas piezas de arte sacro, que fueron después reunidas en el Museo que Federico Marés Deulovol fundó y donó a la ciudad de Barcelona en 1946. De entre ellas, destacamos varios Cristos procedentes de Zamora, Toro y provincia, el titular epónimo de San Cristóbal de Entreviñas y una talla de San Pedro en la cátedra[4].

        Pero el caso más llamativo fue el del Bote de la Catedral de Zamora, una pieza califal del 964 d. C, que en 1911 el Cabildo zamorano vendió, junto con dos cajitas de marfil, al anticuario y vecino de Madrid, Juan Lafora y Calatayud. Cuando se desveló la venta, se desató una gran polémica, pues el asunto llegó hasta el Congreso de los Diputados.

 Gómez Moreno y las arquetas de la catedral de Zamora

          Cuando Manuel Gómez Moreno llegó a principios del siglo XX a Zamora, para hacer su catálogo monumental, localizó hasta un total de siete cajas[5]. De entre ellas destacaban, sobre todo, dos: una de marfil, conocida como “Bote de Zamora” y otra de madera de alerce, recubierta con chapas ebúrneas.
Manuel Gómez Moreno.

La venta por el cabildo

La venta de objetos antiguos de la catedral de Zamora fue utilizada por el Cabildo como medio para ingresar recursos económicos. La más sonada, sin duda, fue la de las arquetas árabes en febrero de 1911. Pero esa decisión contaba con otros precedentes. Parece que, de pronto, los miembros del Cabildo se dieron cuenta de lo que suponía enajenar ciertos objetos, aparentemente “muy deteriorados y que no prestaban servicio alguno en la Catedral[6]”; sobre todo, cuando se sucedían las pujas de los anticuarios. Ante estas ofertas, y sólo con la oposición del capitular Tascón, el Cabildo decidió la enajenación de varios objetos. Sin embargo, la puja continuó: se recibieron nuevas ofertas, una de 4.250 ptas y otra de 6.000 ptas, por lo que, ante este incremento, el Cabildo “acordó esperar hasta ver lo que mas conviene[7]. La espera duró hasta marzo de 1907, cuando los anticuarios volvieron a insistir. El deán llevó personalmente las negociaciones y, “después de regatear cuanto le había sido posible”, convino la venta con los anticuarios en 8.250 ptas, lo que el Cabildo “aprobó gustosísimo[8].

Catedral de Zamora.
            Al año siguiente el Cabildo volvió a acordar la venta de “algunas prendas y trapos desechados por inservibles”, tasados por un perito anticuario en 9.000 ptas. Con ello pensaban los capitulares poder “atender á remediar algunas necesidades en el caso de que dichos objetos se vendieran[9].

Con estos precedentes, se entiende la disposición de los canónigos zamoranos para enajenar bienes de la catedral, lo que se consumó con la venta de las dos arquetas árabes que se guardaban en el Relicario desde la Edad Media y que había descubierto Gómez Moreno.

En la reunión del Cabildo de 23 de febrero de 1910, informaba el deán que  por algunos anticuarios se le venían haciendo proposiciones para adquirir objetos de esta Santa Iglesia, unos deteriorados y sin uso, y otros fácilmente sustituibles por nuevos y menos valiosos, á saber: algunas albas viejas, las cajas que se llevaron recientemente á la Exposición Regional Gallega, y telas y doseles que se colocan en los altares del Claustro para la procesión de la Octava de Corpus Christi”. Tras el informe del deán, el Cabildo, “con el voto en contra y la protesta del sr. Arcipreste, acordó vender dichos objetos antiguos, si realmente se ofrecía por ellos precio digno de ser aceptado, ya que la fábrica de la Iglesia se halla bien necesitada de recursos”. Seguidamente, los capitulares acordaron guardar absoluta reserva de este asunto[10].

En marzo de 1910 ya se había solicitado y obtenido del Nuncio Apostólico la autorización para la venta de dichos objetos, permiso éste que centrará buena parte de la polémica en las Cortes cuando un año después se debata la venta de las arquetas. En la reunión de 17 de marzo el deán informó al Cabildo de la nueva emisión de obligaciones que la sociedad “El Porvenir de Zamora” había anunciado, al tiempo que proponía “emplear en esos valores las existencias en metálico que posée la fábrica de esta Santa Iglesia, y el importe de lar opas y objetos antiguos para cuya enajenación se ha impetrado y obtenido del Revmo. Sr. Nuncio Apostólico la autorización competente”. Todos los capitulares estuvieron de acuerdo en invertir el dinero en “valores de algún modo productivos, mientras no haya de hacerse del mismo el uso que exijan las necesidades de la fábrica”. Sin embargo, donde no hubo acuerdo fue en el destino de la inversión, pues la mitad del Cabildo era partidaria de adquirir acciones de la citada empresa, mientras que la otra mitad prefería comprar títulos de la Deuda Pública[11].

          La venta del Bote y otras arquetas se consumó en la segunda quincena de febrero de 1911 por 52.500 ptas. Tras la venta, el Cabildo compró títulos de la Deuda Pública por el mismo valor en que había vendido las piezas[12].
           
El asunto llega a las Cortes. La intervención del Estado

Enterado Manuel Gómez Moreno de la venta de estas piezas, comunicó por telegrama al diputado conservador Guillermo Joaquín de Osma y Scull[13], con lo que la polémica llegó a las Cortes. El hecho fue denunciado por el diputado Osma en la sesión de 10 de marzo. Comunicó a la Cámara que los canónigos de Zamora acababan de vender una caja de marfil del año 955, “la última que quedaba en España, de las cuatro análogas que hasta nuestro tiempo habían llegado”, pues las otras tres habían ido a parar a museos extranjeros.
Guillermo de Osma.

El Presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas reconoció que no conocía los detalles del procedimiento seguido por el Cabildo de Zamora, pero que había que evitar repetición de casos semejantes. Canalejas fue tajante y rotundo: el ofrecimiento del ejercicio del derecho de tanto al Estado no podía consumar la venta: “no puedo admitir que la mera tenencia, la mera posesión por parte del Cabildo, por parte de cualquier institución religiosa, de una joya semejante, le autorice á venderla libremente; si es cosa sagrada, está fuera del comercio de los hombres; si es patrimonio nacional, debe ser garantizado por la eficacia del ejercicio de la intervención del Poder público... no puede ejercitarse ni por los Cabildos ni por nadie (y ahora hablamos de los Cabildos) ese jus abutendi”.

En defensa de la actuación del Cabildo zamorano, el diputado Senante recordó que los capitulares lo habían puesto en conocimiento del Estado y que este “dió la callada por respuesta”. Para el diputado estaba justificadísima la conducta del Cabildo de enajenar la pieza, argumentado que en la diócesis de Zamora había habido “necesidad de reparar en poco tiempo más de 200 iglesias que estaban enteramente ruinosas, y para esas reparaciones sólo ha habido subvención del Estado para siete ú ocho... á pesar de ser el Estado quien tiene la obligación, desatendida casi siempre, de atender á la reparación de los templos”- Concluyó diciendo que “la Iglesia tiene derecho perfectísimo por mucho que queráis ponerlo en tela de juicio, á disponer de lo suyo para atender á sus necesidades[14].

Tras una breve intervención de nuevo del Sr. Osma, la opinión del diputado Senante fue replicada por Canalejas; sin querer entrar directamente en materia, advirtió que sobre “la necesidad de la venta para conservar los templos habría mucho que hablar”, pues “el bien comunal eclesiástico no es sólo de los Prelados ó de los Cabildos ó de los sacerdotes, sino del común de los fieles...[15]

José Canalejas, presidente del Gobierno en 1911.
Estaban pues muy claras las posturas de sus señorías: unas claramente a favor de la conducta seguida por el Cabildo de Zamora y, por tanto, defensora del derecho de la Iglesia a disponer de su patrimonio y otra, la del gobierno de Canalejas, expuesta por el propio presidente, que defendía la intervención del poder público en la defensa de las riquezas artísticas de la Nación.

El asunto se siguió tratando en la cámara los días 11 y 13 de marzo y 8 de mayo. El ministro Castrillo anunció la apertura de la investigación policial y confirmó que “la venta se ha verificado” según le había comunicado el gobernador civil de Zamora. Se temía que el Bote pudiera salir fuera de España. El día 13 el presidente Canalejas confirmó que “la caja en cuestión y otra de menos importancia que pertenecía tambien al tesoro artístico de la misma catedral se encuentran en Madrid” y que ambas cajas quedarían depositadas en poder del Estado al día siguiente. En efecto, tal como informaba la prensa provincial, el día 14 de marzo las cajas habían sido trasladadas al Museo Arqueológico Nacional, comprándoselas al anticuario Lafora por la misma cantidad en que éste las había adquirido[16].

El 8 de mayo de ese año ya estaba el expediente en el Congreso, pues en el Diario de Sesiones se recoge que “quedaron sobre la Mesa, á disposición de los señores Diputados... el expediente sobre adquisición propuesta al Estado por el Cabildo-catedral de Zamora, de dos cajitas antiguas de carácter mudéjar, enviado por el Sr. Ministro de Instrucción pública, á petición de los Sres. Burell y Osma[17].

La compra por el Estado.

Bote de Zamora. MAN (Madrid).

Adquiridas las piezas por el Ministerio de Instrucción Pública por 52.000 ptas el Bote de Zamora fue depositado en el Museo Arqueológico Nacional[18], donde ingresó con el número de expediente 1912/78. De ello se hizo eco también el propio Gómez Moreno cuando publicó su Catálogo; en nota pie escribe el granadino: “Las dos primeras cajas arriba catalogadas, después de vicisitudes lamentables, entraron en nuestro Museo Arqueológico Nacional, en 1911. Las tres siguientes, por lo menos, han ido ahora (1926) a un coleccionista madrileño, sin formalidades legales: huelgan comentarios[19].







Para saber más:
J. I. MARTÍN BENITO y F. REGUERAS GRANDE:
"El Bote de Zamora: historia y patrimonio". Puedes descargarte el artículo en PDF en
 https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1104978 
 

[1] J, MERINO DE CÁCERES, “Algunos datos sobre el traslado a los Estados Unidos de determinadas piezas arquitectónicas del castillo de Benavente”. Brigecio, revista de estudios de Benavente y sus tierras, nº 3, Salamanca 1993, pp. 211-225.

[2] J. A. GAYA NUÑO, Fernando Gallego. Madrid, 1958, pp. 22-38.  El retablo fue retirado en el siglo XVIII para colocar el retablo de plata y vendido en 1877 durante el pontificado del administrador salmanticense Martínez Izquierdo por 30.000 reales y con aprobación del Cabildo. Sobre el “calvario” del retablo de Gallego véase: M. HERNÁNDEZ VEGAS, La Catedral y la Ciudad. Vol. I, pp. 247-252. De España fueron las tablas a la colección de Sir Herbert Cook en Richmond (Inglaterra); sacadas a finales de la década de los cincuenta al mercado internacional de arte, fueron adquiridas por la fundación Samuel H. Kress, la cual las donó a la Universidad de Arizona, en donde fueron exhibidas por primera vez en 1960. Hoy están expuestas en el Tucson Museum of Art (Arizona, USA).

[3] El Heraldo de Zamora y El Correo de Zamora, 15 de mayo de 1911.

[4] Catálogo del Museo Marés, Barcelona, 1979, núms..715-716, 723, 1071, 1261, 1279, 1940 y 1945,

[5] M. GÓMEZ MORENO, Catálogo Monumental de España. Provincia de Zamora, Madrid 1927, Vol. I, pp. 76-81 y Vol. II. Lám. 26-37.

[6] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Palabra de 18 de abril de 1906.

[7] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Palabra del 3 de abril de 1906.

[8] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Palabra del 9 de marzo de 1907, fol. 99.

[9] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Palabra del 9 de febrero de 1908, fol. 126.

[10] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Cabildo ordinario de 23 de febrero de 1910, fols. 185 v y 186 r.

[11] Archivo catedralicio de Zamora. Actas capitulares. Lib. 156. Cabildo de 17 de marzo de 1910, fol. 188.

[12] Archivo catedralicio de Zamora. Libro de Contaduría de Hacienda de 1911-13,1921, 1923, 1925, 1926, pág. 8.

[13] Guillermo Joaquín de Osma y Scull (1853-1922), era diputado por el distrito de Monforte de Lemos desde 1891. Fue ministro de Hacienda en los gabinetes presididos por Antonio Maura en 1903-04 y 1907-08. Desempeño la carrera diplomática entre 1877 y 1891. Especialista en historia del arte, arqueología y, sobre todo, azulejería y cerámica, fue miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, dela de Bellas Artes d San Fernando y de la de Buenas Letras de Barcelona. En 1916 fundó en la madrileña calle de Fortuny el Instituto Valencia de Don Juan, con colecciones de documentos inéditos y de objetos de artes industriales españoles que heredara de su esposa, la XIII condesa de Valencia de Don Juan. Enciclopedia Universal Ilustrada europeo-americana. Tomo XL. Barcelona, p. 873. (Falta año)

[14] Diario de Sesiones del Congreso, 10 de marzo de 1911, número 5, p. 61.

[15] Diario de Sesiones del Congreso, 10 de marzo de 1911, número 5, p. 62.

[16] El Correo de Zamora, 14 de marzo de 1911.

[17] Diario de Sesiones del Congreso, sesión de 8 de mayo de 1911, pág. 692.

[18] El Heraldo de Zamora, 26 de junio de 1911.


[19] M. GÓMEZ MORENO, Op. cit., pág. 81.



1 comentario:

Zurriellu dijo...

"Procedentes de Zamora, al igual que de otras provincias de Castilla,"

Extraño lapsus viniendo de quien viene... Por todo lo demás interesante publicación