domingo, 10 de junio de 2018

Nueva crónica portuguesa (5)

EN BUSCA DEL DOURO. PROCESIÓN EN SAN MARTINHO DE MOUROS
José Ignacio Martín Benito

El Duero en el Paso dé Régua.

A primera hora de la tarde luce el sol en Lamego. Los viajeros han decidido buscar el Duero y sus miradores camino de Resende. No saben muy bien por qué les atrae el nombre del lugar. Acaso, se dicen, porque les evoca a Mendo Afonso de Resende, un viajero que corrió la Raya entre 1537-1538 para comprobar la demarcación fronteriza, por mandato del rey de Portugal. Salen de Lamego, camino de Régua, por una carretera nacional muy tortuosa, plagada de curvas y jalonada por terrazas de vid y olivos. Se topan con el Duero en el Paso dé Régua; aunque, en verdad, se habían topado mucho antes, cuando preparaban el libro de las barcas de paso y descubrieron aquel trajín de embarcaciones en el óleo de Joâo Baptista Ribeiro. En esta tarde de diciembre no hay barcos en el río. Sólo más adelante, desde un mirador camino de Resende, observarán un crucero que se desliza remontando el Duero dejando una estela fluvial. Hasta las cumbres llegan los ecos del megáfono que explica a los viajeros la visita. El barco es blanco, el lecho fluvial azul y la tarde gris, pues el sol se ocultó de nuevo y el cielo amenaza lluvia. 

Iglesia de Barró.

Señalizaciones en la estrada indica la presencia do Románico Atlántico. De ahí que la próxima parada será la Igreja do Barró, que se encuentra al lado del cementerio o, tal vez, el cementerio buscó el cobijo y la protección de la iglesia. Los viajeros bajan al templo con la esperanza de encontrarlo abierto, pero tendrán que conformarse con tomar unas instantáneas del exterior, pues está fechado

Sâo Martinho de Mouros.
Mejor suerte tendrán en San Martinho dos Mouros, donde los fieles se congregan en el templo-fortaleza para venerar a la Inmaculada. El templo es una recia construcción en granito, con los vanos en saetera.

Acabada la misa los acólitos salen en procesión, con la imagen de la Virgen encaramada en una peana con túmulo de flores. El gris de la tarde lo rompe la descarga pirotécnica, cuyo estruendo repercute en los ecos de valles y barrancos. A los viajeros le recuerda aquella víspera del Carmen en Cangas de Narcea de 1981. Allí fue de noche. En Sâo Martinho son las 4 de la tarde, pero tampoco hay sol. Los fieles protegidos con paraguas salen de la iglesia y en cortejo procesional se adentran en la población. Unas devotas se han quedado en la iglesia, rezando. Los viajeros hacen fotografías de la magna construcción, mientras se preguntan si no estarán perturbando la oración. Cuando quieren llegar a Resende la tarde ya declina. Casas y figuras se vislumbran entre dos luces. Apenas tendrán tiempo de dar un pequeño paseo por la población, tras decidir que no buscarán el Duero, pues la noche se les echa encima. En eso estaban, cuando de nuevo les asalta el recuerdo de Mendo Afonso de Resende; pero los viajeros no han venido para hacer ninguna demarcación y deciden volver a Lamego.

En la ciudad se nota cierto ajetreo. La Taberna está más concurrida que las noches anteriores. Varias personas salen de cenar y dirigen sus pasos al Teatro Ribeiro Conçeiçâo, donde les espera una función.

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