Un poder destructivo
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Soldados y perros protegidos con caretas antigas. |
Ahora que se habla tanto de armas de destrucción masiva, convendrá recordar que fue en la Primera Guerra Mundial cuando las potencias en litigio no dudaron en utilizar armas de un gran poder destructivo, entre ellas los gases asfixiantes (cloro, fosgeno y gaz mostaza). Y ello a pesar de que
la Convención de La Haya (1899) prohibía expresamente su uso.
Aunque parece que fueron los franceses los primeros que utilizaron este tipo de armamento en pequeña escala, fueron sin embargo alemanes los que por vez primera utilizaron a mayor escala. Uno de los gases utilizados fue el cloro, que afectaba a los ojos, la nariz, la garganta y los pulmones. Su concentración y exposición prolongada podía causar la muerte
por asfixia. Los alemanes usaron este gas contra los rusos en la batalla de Bolimov (31 de enero de 1915) y, en la Segunda batalla de Ypres (22 de abril de 1915), contra los franceses.
El más conocido y efectivo de los gases fue el mostaza, que fue introducido en julio
de 1917, antes de la Tercera Batalla de Ypres. Era lanzado con proyectiles y producía graves quemaduras
en la piel, causaba la asfixia e, inlcuso, la muerte.
Las excavaciones en los campos de batalla deparan de vez en cuando el hallazgo de munición química sin estallar, sobre todo en los campos de Bélgica y Francia, donde se estancó durante tiempo el frente de trincheras.
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