martes, 13 de marzo de 2018

Ruinas de Itálica

"MUSTIO COLLADO"

José Ignacio Martín Benito
Anátidas en Itálica.

Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora
campos de soledad, mustio collado,
fueron un tiempo Itálica famosa...

(Rodrigo Caro)

Ignoran los viajeros qué puede depararles la visita a la antigua ciudad. Las dos veces anteriores se dieron de bruces con la verja, por lo que piensan que, si a la tercera va la vencida, verán cumplidos sus propósitos de adentrarse en la “Itálica famosa”.

Ahora, por poco la historia se repite. Los guardas les advierten que, al ser día festivo, la visita terminará a las cuatro de la tarde, para las que apenas quedan poco más de 20 minutos.

Finalmente, en el interior, entablarán conversación con otro de los custodios, lo que les permite hacer un paseo más pausado y que el tiempo se detenga y a la vez se alargue. No podrán por menos de evocar los versos del poeta en aquellos campos de soledad.

Cinco anátidas llegan graznando desde el sur y se posan, sin inmutarse, cerca de los visitantes. Parece que lo hayan hecho siempre; en todo caso, los extraños en aquel paraje son los viajeros. La presencia de la vida silvestre es constante en el solar itálico. Una liebre cruza, en rápida carrera, la vía decumana. 
Avión sobrevolando Itálica.
Los emperadores ya no están allí para presenciar la metamorfosis de su urbs en el agger primigenio. Es igual, aunque estuvieran tampoco acertarían a encontrar una explicación en los grandes pájaros mecánicos que sobrevuelan constantemente el solar urbano. ¡Quién sabe si los aviones no estarán instando a las aves petrificadas en uno de los mosaicos a remontar el vuelo, para que vuelvan, otra vez, a surcar los cielos de la Bética. Y con ello, el retorno de la romanidad!


Los viajeros han llegado, pero marcharán. Lo hicieron otrora los hijos de la ciudad. Trajano cambió la vida de provincias por la de la metrópoli del imperio y el Betis por el Tíber y el Danubio.

Pero, a pesar de la hégira, y a pesar también del inexorable paso del tiempo, los muros se agarran a la tierra: en los desgajados bloques de hormigón del anfiteatro, en la alcantarilla que corre por debajo de la calzada principal, en los pavimentos que resisten pegados al solar… Sombras y memorias funerales de alto ejemplo...


Ya en Santiponce, dos “roulottes” permanecen ancladas a las puertas del antiguo teatro. Diríase que los actores están a punto para bajar de estos camerinos de hojalata y comenzar la representación.
La escena da la espalda al limes, entre el bullicio de la ciudad moderna, con el sosiego de las ruinas del mustio collado en los campos de vastas soledades. 

De las cenizas a la llama. Del eco al ruido. Del Betis al valle del Corbones. Los viajeros tendrán tiempo todavía de llegar al alcázar del Rey don Pedro y descubrir los secretos tartesios y turdetanos de Carmona y de la roca blanda de los Alcores.

Estatua de Trajano en Itálica.
 * 6 de diciembre de 2007

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