miércoles, 4 de octubre de 2017

Una tarde en Coria

UNA GRIETA Y UNA BODA ANDALUZA EN LA CATEDRAL

Puente sin río, en Coria.
Han vuelto los viajeros a Coria después de más de veinte años. Poco ha cambiado el paisaje urbano. El puente sigue añorando el río que se fue, mientras que la catedral espera una restauración imposible. El ajado cartel de la Junta de Extremadura revela los esfuerzos de los hombres por dar una solución a la sempiterna grieta que raja de abajo a arriba el ábside de la seo. Al parecer, dicen los técnicos, la mole asienta sobre una falla que otrora desplazara el curso del Alagón.

Ajenos a los movimientos del subsuelo, los viajeros se topan a la entrada del sacro recinto con los preparativos de una boda andaluza. Y eso que estamos en el norte extremeño. De un coche bajan varias mujeres con vestidos de volantes y flores en el pelo, al tiempo que un hombre esgrime una guitarra. Todo ello presidido por una gigantesca tela que, a modo de sarga, cuelga desde un balcón plateresco, que anuncia la próxima visita del Papa a España. 

Pocas más personas se encuentran los viajeros esta tarde calurosa de julio. Las calles de la ciudad están desiertas. Sus habitantes deben ser de costumbres crepusculares o nocturnas, conocedoras del recio sol extremeño. O, tal vez, se recuperen de la resaca de la fiesta, delatada esta por las talanqueras y portones que jalonan, en calles y plazas, el recorrido del toro. El bullicio de San Juan ha dado paso al silencio del Carmen. No parece este un silencio recogido, devocional, sino más bien impuesto por los rigores del fuego del estío. Será que la mar queda muy lejos y, en todo caso, a ver quién es el valiente que se atreve a procesionar la mariana imagen –si la hay-, con la que está cayendo.

Los visitantes se asoman a la fértil vega del Alagón y a su antiguo lecho sin agua. Frondosas higueras y chumberas se desparraman por la ladera, tratando de esconder la basura acumulada por los años, arrojada por espíritus inmundos y olvidada por las munícipes conciencias.

Un solitario gato cruza la calle cerca del castillo de los Alba. Siempre hay felinos que se les cruzan a los viajeros, ya sea en Córdoba, en Óbidos o en Hydra. Pequeñas esfinges que sin embargo no permanecen estáticas esperando un interrogatorio, y eso que tendrían muchas cosas que contar de nativos y foráneos.
Castillo de Coria.
De ansias de amores inflamadas, recorren los viajeros el callejero. A pesar del nombre, la calle Oscura está llena de luz, y sin embargo algo siniestro les acecha. Un cartel les indica que tienen que tomar la crucial determinación de ir a la cárcel. No caben más opciones. Si se dirigen a la izquierda, irán a la Cárcel Real y si toman la derecha llegarán a la eclesiástica. No hay más escapatoria y optan por lo segundo, aunque entre la justicia del Rey y la de la Iglesia tanto da, pues el presidio sujeta las alas de los hombres. El penitenciario edificio es una construcción promovida en el siglo XVIII por el obispo García Álvaro, seguramente sobre otras prisiones anteriores, como reza una cartela explicativa. En esta ocasión, los enrejados de las ventanas no protegían a los de dentro, sino que les impedía su salida. Los viajeros se salvan por los pelos, pues a esas horas, con la que está cayendo, no hay guardias ni carceleros que les puedan atrapar ni recluir.

Así que, tal vez liberados por un ángel, por una calle de la que no recuerdan el nombre, llegan los viajeros a la amplia y solitaria plaza de San Pedro. Una gran palmera les recuerda que estamos en tierras sureñas, al otro lado de la Sierra de Gata, donde el clima es más suave en invierno y abrasador en verano. Sin otra compañía que sus sombras, salen de la ciudad vieja por el antiguo portón de las murallas. Bordean la cerca para volver al inicio del recorrido y poder tomar un refresco en la terraza de Casa Piro. Cuatro personas del lugar ocupan una mesa y cuando los viajeros dan las buenas tardes, una mujer se levanta para dar aviso al camarero. En eso estaban cuando un coche irrumpe en la plaza, tirado por dos caballos blancos, y conducido por dos cocheros con sombrero cordobés. Los pasajeros son los novios y padrinos, a los que esperan hace ya un buen rato en la catedral. 

Murallas de Coria.
 
Novios en coche de caballos.


16 de julio de 2011.

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