sábado, 19 de noviembre de 2016

Rutas jacobeas en el norte de Zamora


EL CAMINO DE SANTIAGO EN EL VALLE DEL TERA

José I. Martín Benito
Santiago Peregrino. Santa Marta de Tera.

Sabido es que los valles siempre han orientado los caminos y, con estos, se han abierto las comunicaciones entre los pueblos. El valle del Tera es un claro ejemplo de ello. Por donde hoy circula la moderna autovía de las Rías Bajas y la N-525, hubo, desde la Edad Media, un fluir de peregrinos que a través de caminos, trochas y senderos, caminaban hacia el Finisterre atlántico para rendir culto a las reliquias del Apóstol Santiago. Al tiempo que surgían y cobraban fuerza las peregrinaciones, tenía lugar en el valle del Tera la repoblación mozárabe, de la que quedan tanto testimonios documentales como toponímicos: entre estos últimos cabe citar: Mózar, Villanázar, Almucera, Zamudia, Tardemézar... Pero el valle, como vía de comunicación, se remonta a épocas prehistóricas y protohistóricas, como atestigua la Arqueología. También en época romana, la vía de Astorga a Braga, cruzaba el valle de Vidriales por la mansio de Petavonivm y el valle del Tera a la altura de Calzadilla y Calzada, cuya toponimia actual subraya su antigua condición viaria.

De todas estos flujos, subrayamos hoy aquí, en este acto de hermanamiento entre Santa Marta de Tera y Vimianzo, la importancia de los caminos de peregrinación hacia Galicia que se orientaron siguiendo el curso del valle.

Cuando Luis Vázquez de Parga se refería a las cofradías de apoyo a los peregrinos en su clásica obra “Las peregrinaciones a Santiago de Compostela” (Madrid 1948), citaba solamente, como excepción en territorio español: la cofradía de “Los Falifos" en Rionegro del Puente. Esta localidad, bien es sabido, no se encuentra dentro del clásico “camino francés” que, proveniente de Europa, recorre el norte de la Península Ibérica, sino que se halla en vías más meridionales, transitadas por los peregrinos que se dirigían a Santiago desde el sur y centro peninsular.
Ex vot en el santuario de Rionegro del Puente.

 En Rionegro, localidad enclavada en la Carballeda, en la cuenca del Tera, confluían dos rutas: una que procedía de Benavente y otra que llegaba desde las tierras de Tábara (Pozuelo, Faramontanos y Tábara), Bercianos de Valverde, Villanueva de las Peras, Pumarejo, Calzada, Olleros y Villar de Farfón. Las dos vías recalaban, pues, en Rionegro, donde había una parroquia dedicada a Santiago, un hospital y la cofradía de Los Falifos o Farapos, en torno al santuario de Nuestra Señora de la Carballeda. Esta cofradía, cuyo origen parece remontarse al siglo XIV, prestó a lo largo de los siglos apoyo y hospitalidad a los peregrinos que iban a Compostela. En el siglo XVIII mantenía 28 hospitales para albergue de enfermos y peregrinos y se ocupaba de la conservación y reparación de 35 puentes (de madera y piedra) dispersos por la comarca, para facilitar el trasiego de los que iban en romería hacia Galicia.

Rionegro fue, como Benavente, una encrucijada de caminos hacia Santiago, enclavada en una ruta llena de resonancias jacobeas: la del valle del Tera que, por Sanabria, se adentraba en tierras gallegas hacia Allariz y Orense.

En la Edad Media el camino no debía diferir mucho del recorrido que conocemos en el siglo XVIII: Benavente, Colinas, Sitrama, Santa Marta de Tera, Camarzana, Vega de Tera, Junquera y Rionegro del Puente. Desde aquí, unida a la que venía desde Tábara, la ruta continuaba a Mombuey, Cernadilla y Asturianos, Palacios, Remesal, Otero de Sanabria, La Puebla y Requejo. Albergues, hospitales, santuarios y monasterios se levantaban a lo largo del camino y de sus inmediaciones. Junto a ello, las advocaciones a Santiago se despliegan por toda la región: Benavente, Vecilla de Trasmonte, Abraveses de Tera, Navianos de Valverde, Pumarejo, Otero de Bodas, Rionegro del Puente, Sandín, Justel, Rioconejos, Dornillas, Santiago de la Requejada, Terroso...

El fenómeno de las peregrinaciones por estas tierras del norte zamorano se remonta, al menos documentalmente, al siglo X. En el año 930 el presbítero Hanimino entregaba sus propiedades y pertenencias cuando ingresó como monje en la comunidad del monasterio de San Cipriano de Trefacio, y lo hacía para el sustento de los pobres y peregrinos que vinieran a hospedarse en el cenobio. Lo mismo se especifica en la donación de Vigo de Sanabria que hace el rey Ordoño III a la abadía de San Martín de Castañeda en 952. Las referencias al paso y socorro de peregrinos continúan en la centuria siguiente. Sirva, como ejemplo, la donación que en el año 1018 hizo el clérigo Juan al monasterio de Castañeda, cuando le donó la villa de Asurvial, para que sirviera de “cobijo para los hermanos y para los huéspedes y peregrinos que ahí vienen”. Fórmulas estas que se repiten también en la donación de bienes en Villageriz y Fuentencalada que hizo Monio Martínez al monasterio de Santa Marta de Tera en 1115: “Para remedio de mi alma y de la de mis padres, y para la luz de la iglesia y para el hospedaje de pobres y de monjes que allí lleguen”.

Monasterio de Santa María de Moreruela. Iglesia.
Y es que muchos eran los monasterios que servían de refugio a los viajeros que hacían el camino hacia Compostela. La ruta estaba jalonada por monasterios que hundían sus raíces en la época mozárabe. En Colinas de Trasmonte estaba el de Castroferrol. En Abraveses, en el entorno del que luego fue santuario de la Virgen de la Encina, se ubicaba el de San Pelayo. Otros centros eran los de Santa Marta y de San Miguel, éste último en Camarzana. Más alejados, pero en el mismo entorno estaban los de San Pedro de Zamudia, San Salvador de Villaverde (en San Pedro de la Viña) y San Fructuoso en Ayóo de Vidriales. Por su parte, en tierras sanabresas, se enclavaron los monasterios de San Julián y Santa Basilisa en Vime de Sanabria, San Juan en Ribadelago, San Ciprián, cerca de Trefacio y, el más conocido y principal centro del alto Tera, San Martín de Castañeda.

La advocación jacobea de estas tierras del norte zamorano, se reflejó en varios de sus cenobios, algunos de los cuales llevaron el nombre del Apóstol. Es el caso del célebre monasterio de Santa María de Moreruela, que antes se llamó de Santiago. En la ribera del Tera hubo también un centro monástico bajo la advocación del hijo del Zebedeo, el cual pasó a ser propiedad del monasterio de Santa Marta en 1051, por donación de los condes Sancho Jiménez y María. Precisamente, Santa Marta de Tera, al ir agregando las posesiones de otras comunidades, se convirtió en la principal abadía del curso medio y bajo del valle. Con el tiempo, el recuerdo del monasterio de Santiago de Navianos quedó en la ermita, ya desaparecida, que hubo bajo la advocación del Apóstol en Malucanes.

Iglesia de Santa Marta de Tera.
En su recorrido por el valle del Tera, los peregrinos visitaban también los santuarios y las reliquias que se guardaban en las iglesias abaciales. Uno de los mejores casos conocidos es, precisamente, el de Santa Marta de Tera. El monasterio había sido fundado a finales del siglo IX o principios del X. Aquí, según un documento de 1033, se rendía culto, junto a Santa Marta, mártir astorgana del siglo III, al Salvador, San Miguel Arcángel, y los apóstoles Santiago, San Andrés y San Mateo. El fervor religioso que despertaban las reliquias contó entre sus devotos al propio Alfonso VII, el Emperador, el cual, aquejado de una grave dolencia moral, invocó a Santa Marta y obtuvo curación. Por eso, en agradecimiento, viajó hasta su iglesia de la ribera del Tera en 1129 y confirmó todos los privilegios y el coto del cenobio. En el documento de confirmación se añadió que: “En su iglesia (de Santa Marta de Tera) el Señor devuelve la vista a los ciegos, oído a los sordos, el andar a los cojos; cura a los mancos, sana a los enfermos, limpia a los leprosos, expulsa a los demonios de los cuerpos posesos y hasta los prisioneros aherrojados se ven libres doquiera que se encuentren”. Obsérvese que esta fórmula recuerda las virtudes curativas que se atribuían Santiago en Compostela: el apóstol devolvía “la vista a los ciegos, oído a los sordos, palabras a los mudos, la vida a los muertos...”.

Como se ve, la importancia de la abadía de Santa Marta de Tera hunde sus raíces en los siglos X al XII. En aquellos tiempos la fama se la dieron sus reliquias y la llegada y el paso de caminantes hacia Compostela. Hoy, Santa Marta es sobre todo conocida por contar con la escultura más antigua de Santiago representado como peregrino. Pero dicho icono no es más que una parte integrante del rico conjunto monumental -iglesia abacial del siglo XI y palacio de los obispos de Astorga del siglo XVI.
Palacio de los obispos de Astorga (Santa Marta de Tera)

Con el acto de hoy se inicia el hermanamiento entre Santa Marta y Vimianzo. Ya se hicieron votos en el concello de la Terra de Soneira el pasado día 17 para que estos lazos fructifiquen. La alianza deberá ser el punto de partida para impulsar esta importante ruta jacobea. Es preciso que las administraciones –regional y provincial- se impliquen en un decidido apoyo a su difusión y fomento, abriendo y señalizando senderos y caminos alternativos a las carreteras nacionales, así como dotando a las localidades de una red de albergues que sirvan de apoyo al peregrino. El hermanamiento deberá servir también, entre otras cosas, para llamar la atención sobre la necesidad de restaurar y rehabilitar el conjunto histórico-arquitectónico de Santa Marta, tanto la iglesia como el palacio episcopal de Pedro de Acuña y Avellaneda. Los ricos capiteles no pueden por más tiempo seguir esperando. Tampoco el palacio, en lamentable estado. Es preciso una intervención que devuelva la dignidad y un uso al citado inmueble; es menester también que, antes o después, deba extenderse la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) a todo el conjunto -iglesia y palacio. Y esto compete, sobre todo, a dos instituciones, obispado de Astorga y Junta de Castilla y León. Ellas dos tienen la responsabilidad de preservar con dignidad este legado histórico, artístico y cultural. Santa Marta de Tera no sólo lo necesita, sino que también lo merece. Muchas gracias.

El texto aquí inserto es el discurso que pronuncié en el acto de hermanamiento entre Santa Marta de Tera (Zamora) y Vimianzo (La Coruña), en Santa Marta, el 31 de agosto de 2002. Por fortuna, se ha intervenido y recuperado el palacio episcopal de los obispos de Astorga y hoy está habilitado como Museo.

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1 comentario:

Septimancas dijo...

He leído algunas de tus publicaciones,J.Ignacio, enriqueciendo el conocimiento y difusión de nuestra abandonada historia regional y local, tanto en el Blog como en las interesantes publicaciones que has hecho en la Fundación Ledo del Pozo.
De la Red de propiedades y de otros centros religiosos del Monasterio de Santa Marta de Tera hay en el término de Bercianos de Valverde un paraje o zona que llaman "Los Conventos", y que está en el Valle del Castrón, al norte del pueblo, poco antes de subir una elevación llana de encinar y jarales que te conduce en unos cuatro Kms a Santa Croya de Tera(Ayuntamiento Mayor de Santa Marta).Ese paraje lo constituían una serie de fincas o parcelas por las que varios vecinos del pueblo pagaban un Foro hasta finales del XIX( o hasta más tarde).Fueron tierras de la Iglesia.La gente mayor ha hablado de encontrar en tiempos restos de tejas, cerámica,piedras...y hasta de un yunque de fragua. Es extraño que lo llamaran en plural, "Los Conventos".La Fundación Ramos de Castro recoge el incidente de que en el S.XI unos vecinos del pueblo hicieron el robo de unas vacas, por lo que tuvo que intervenir el Abad de Santa Marta para pedir el rescate del robo.
Esta zona de "Los Conventos" está muy próxima o es raya también con el término de Villanueva de las Peras.
Todo esto acaso lo desconoces y te pudiera servir para completar algunas de tus investigaciones. Un saludo.