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martes, 23 de octubre de 2018

Puentes y barcas en el río Águeda (2)

POCOS PUENTES Y MAL CONSERVADOS

José Ignacio Martín Benito

Puente de Siega Verde, sobre el río Águeda.
De ahí que, ante la ausencia de puentes, las barcas fueron el principal medio de comunicación para cruzar la barrera natural que formaba el cauce fluvial del Águeda; este discurre, por lo general, muy encajado a lo largo de todo su trayecto en los materiales palezoicos, salvo cuando atraviesa los terrenos sedimentarios de la Fosa de Ciudad Rodrigo. El propio Miñano, al ocuparse de las comunicaciones y citar los tres puentes arriba señalados –no hace referencia a Vadocarros-, añade la barca de Mariblás, en La Fregeneda[1]. Pero si los pasos fijos eran pocos, el estado de conservación tampoco era el más adecuado, como refleja P. Madoz: 

Puente del Villar, Shin Chan.
En el verano se vadea fácilmente, pero en el invierno facilitan la comunicación 3 puentes de piedra: el primero situado en la dehesa del Villar, cuyo nombre lleva, tiene 1 solo arco de tosca construccion, y es tan antiguo que se cree del tiempo de los romanos; su estado actual es malísimo, a pesar de lo útil que es para la comunicación de toda esta parte de Castilla y La Vieja con Extremadura: el segundo está en Ciudad Rodrigo, y es todo de piedra labrada: su mitad se reedificó posteriormente, y aunque necesita algunos reparos en el zampeado, su estado es regular: el marques de Espeja cobra el portazgo, desde que se reparó á sus espensas y de algunos pueblos del país, los cuales se hallan exentos de dicho gravamen. El último puente, que parece del mismo tiempo que el antiguo castillo de San Felices de los Gallegos, se halla situado entre lugar y el de Barba de Puerco, y tiene 3 arcos, 2 pequeños y 1 de 93 pies de luz. Cortado en la guerra de la Independencia, fue habilitado con tablas, que hallándose últimamente muy deterioradas, los pasajeros se veían á cada momento espuestos a caer al agua; mas arrebatadas por una gran avenida, hace 3 años, e interceptada por tanto esta interesante comunicación, las autoridades accedieron á las vivas instancias de los pueblos, mandando reedificar con piedra la parte del puente destruida por los franceses, cuya obra concluida en el año pasado de 1844, tuvo de coste 32.000 reales que salieron de la contribución que paga la provincia para caminos[2]

Puente de los Franceses en San Felices de los Gallegos (Foto Pazos)


Ya entre finales del siglo XIX y comienzos del XX se fueron levantando otros puentes, caso del puente de Martiago o el de Siega Verde; el proyecto de este último se aprobó en 1898 y su inauguración tuvo lugar en 1909[3]

Río Águeda, puente y castillo en Ciudad Rodrigo.
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Los puentes de barcas en España (1)
Los puentes de barcas en España (y 2)

[1] S. MIÑANO: Diccionario.... Voz Águeda. Madrid 1826, tomo I, pág. 32.

[2] P. MADOZ: Diccionario geográfico-histórico y estádistico de España y sus posesiones de Ultramar (1845-1850)- Voz Águeda. Aunque se dice que el puente del Villar, sólo tiene un arco, en realidad son tres: uno central y otros dos laterales más pequeños. 

[3] El Clarín: semanario literario, noticiero y defensor de los intereses morales y materiales de esta ciudad y su partido. Año I. Número 22, Ciudad Rodrigo, 30 de enero de 1898, pág. 2 y La Iberia: semanario independiente. Año VII Número 345. Ciudad Rodrigo, 27 de noviembre de 1909. Al poco tiempo de su inauguración “fue barrido por las aguas”, tras las inundaciones de finales de ese año; véase “La catástrofe del Águeda”, en El Lábaro: diario independiente. Año XIII Número 3859, 27 de diciembre de 1909, pág. 2, por lo que fue preciso hacerlo de nuevo, El Adelanto: Diario político de Salamanca. Año XXXV Número 10691, 7 de abril de 1919.

jueves, 18 de octubre de 2018

Puentes y barcas en el río Águeda (1)

EL PONTÓN DEL SAHÚGO 

José Ignacio Martín Benito

La red fluvial de la comarca de Ciudad Rodrigo 

Restos del pontón del Sahúgo o de Posadillas.
La red fluvial de la Tierra de Ciudad Rodrigo está constituida por los ríos Águeda y Yeltes-Huebra, que vierten al Duero en la comarca del Abadengo. De estos, la del Águeda es la corriente principal del territorio. Desde su nacimiento en la sierra de Jálama a unos 1.000 m. de altitud va descendiendo, para encajarse en los materiales cámbricos desde Fuenteguinaldo hasta aguas abajo de los términos de Pastores y Zamarra, formando unos abarrancamientos que llegan a superar los 100 m. de profundidad: “los riscos”. Al contactar con los materiales terciarios, antes de llegar a Ciudad Rodrigo, el cauce se amplía formando una pequeña vega, para poco después volver a encajarse hasta su desembocadura en el Duero, en el término de La Fregeneda, frente a la localidad portuguesa de Barca de Alba. En el último tramo, desde el término de La Bouza hasta el de La Fregeneda, el Águeda marca la frontera con Portugal.

Un terreno escarpado

La escarpada geografía del territorio de la comarca de Ciudad Rodrigo ha dificultado las comunicaciones a lo largo del tiempo, pero no las anuló, pues sus naturales buscaron desde antiguo soluciones para cruzar ambos ríos y mantener así el contacto y los intercambios. Los pasos fijos (puentes) fueron escasos en la Tierra de Ciudad Rodrigo. Aunque el río era vadeable en verano, sin embargo resultaba complejo su paso en invierno. A mediados del siglo XVII sólo había cuatro puentes en todo su curso: el de Villar de Flores, el del Sahúgo, el de Ciudad Rodrigo y el de San Felices de los Gallegos. Dos de ellos, el del Villar y el del Sahúgo servían de comunicación con los caminos que se dirigían a la Sierra de Gata y Extremadura

Puentes y fortalezas en el río Águeda (siglos XVII). Archivo General de Simancas.

El pontón de Posadillas 

El Pontón de Posadillas o del Sahúgo, construido a finales del siglo XV y de un solo ojo entre esta localidad y El Bodón, se arruinó hacia 1680, por lo que para mantener abierta la ruta más directa desde la ciudad hacia la sierra de Gata, en este tramo del río tenía que navegar la barca. Esta situación se mantuvo en el tiempo, pese a los intentos de reconstruir el pontón. Valdíos resultaron los de 1690-1693. 

Alzado del pontón de Posadillas, 1488. Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo.
A finales del XVIII los sexmeros de los campos de Argañán, Robledo y Agadones de la Tierra de Ciudad Rodrigo lo solicitaron de nuevo al Consejo de Castilla. Ello dio paso a un largo proceso, que culminó con el reconocimiento del terreno y de los pasos del Águeda por Juan de Sagarbinaga en 1789. Finalmente, descartada la reconstrucción del Pontón del Sahúgo, en 1791 se optó por levantar un puente en Vadocarros, diseñado por Sagarbinaga y aprobado por el Consejo en marzo de 1797[1]. Este tardó todavía en construirse; los diccionarios de Miñano y Madoz no hacen referencia a él.  

Texto extraído de nuestro trabajo: Barcas de paso en el Reino de León. Benavente 2015.

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[1] Sobre ello véase E. AZOFRA:"Puentes y caminos en la España de la Ilustración. De Castilla a Extremadura y Andalucía cruzando el río Águeda y los puertos de Jálama y de Perales, antes llamado Perosín". Puentes singulares de la provincia de Salamanca, II. Salamanca 2010, pp. 87-110.



sábado, 13 de octubre de 2018

Magia y superstición en la España del siglo XVI

HECHICEROS, ADIVINOS Y CONJUROS AMOROSOS EN CIUDAD RODRIGO

José Ignacio Martín Benito

Hechizo. Los trabajos de Persiles y Sigismunda (Madrid, 1781).
Introducción

En una sociedad fundamentalmente rural, como la del obispado de Ciudad Rodrigo, perduraban formas de primitiva religiosidad que intentaban ser corregidas o perseguidas por los prelados. Desde Trento, el obispo Ponce de León ordenaba a los clérigos con cura de almas que "con toda diligençia y cuidado tengan cargo de inquirir e saber en sus parrochias si ay algunos malos christianos que tengan algunas opiniones sospechosas a nuestra fe catholica, o a lo que tiene y guarda la sancta madre yglesia o algunos encantadores, agureros e hechizeros o que enxalmen con superstiçiones o palabras sospechosas". También el Sínodo de Martín de Salvatierra de 1592 advertía contra hechicerías, adivinos, conjuros y contra los que usan de ensalmos y supersticiones, prácticas que fueron perseguidas por los inquisidores de Llerena en sus visitas al obispado de Ciudad Rodrigo:

El adivino de cartas.  L. Vollmar (1890).
"Todos los hechizeros y hechizeras, agoreros y agoreras, sortilegos, adevinos, y los que van a ellos para que le manifiesten las cosas futuras, son ipso iure descomulgados, y mandamos, que do quiera que los curas lo supieren, luego nos lo manifiesten; y los eviten de las horas, y de esto le inquiera en la visita." (Lib. V, Tit. 8, cap. 1º).

Hechizos amorosos 

Algunos de estos hechizos, utilizando ungüentos, tenían como objetivo conseguir el amor de otra persona. Se recurría en ocasiones a objetos sagrados, como los óleos y la hostia. En la visita que la Inquisición hizo en 1584 a Ciudad Rodrigo "Elena López fue testificada por un sacristán... de que le pidió un poco de Olio Sancto para haçer unos hechiços para unos casados que andaban desabenidos...". 

Esta práctica debía ser frecuente, pues en la relación de Llerena se citan varios casos; parecido es de "La Lopez, texedora en Çibdad Rodrigo fue testificada por un testigo muger de averla oído deçir que si queria que un hombre la quisiese bien, que con un poco de hostia consagrada, y de Ara y Olio consagrada se haçia". Lo mismo hizo Petronila Manrique para atraerse a su marido, consiguió del cura una forma pequeña y un poco de olio santo y se lo dió envuelto en comida a su esposa. 

En los conjuros amorosos se hacían oraciones al sol y a la luna, según se desprende de la acusación ante la Inquisición de Mari Hernández en 1594. La adoración a los astros y estrellas, si no frecuente, no fue un caso aislado como lo manifiesta también la acusación contra una pobre serrana muy bieja, que "pidiendo por las calles de Çibdad Rodrigo fue testificada por un testigo muger, de averla oido deçir y aconsejar que para suçeder bien qualquier cosa que se pretendiere, se ha de reçar una oraçion a doçe estrellas, humillandose y adorando a cada una de por si".

Vuelo de brujos, por Goya.
Brujas y hechiceras

No faltaron los casos de hechicería. Constanza de Caraveo, mujer del pertiguero de la catedral, fue acusada de hechicera y de tratar con el demonio, así como de hacer ciertos conjuros sobre papeles. Fray Antonio Nieto, del monasterio de la Caridad, fue acusado por una mujer de haberle oído jactarse de invocar al demonio y que éste le decía quienes eran brujas y hechiceras.

Misas a San Amador 

Como superstición eran vistas las misas que se decían a San Amador, pues estaban rodeadas de ciertas ceremonias, como que debían comenzar y acabar en días señalados y estar acompañadas de un determinado número de velas que iban disminuyendo a medida que se decían las misas. Algunos sínodos como los de Astorga y Oviedo de 1553 mandaban a los sacerdotes que prescindieran de estas ceremonia. También en Ciudad Rodrigos el obispo Martín de Salvatierra se ocupó de ello, mandando prohibir que se dijeran misas a San Amador, como ocurrió en 1592 en la visita pastoral a la Fuente de San Esteban y a Santa Olalla.

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Texto extraído de nuestro trabajo: “La Iglesia de Ciudad Rodrigo”. En Historia de las diócesis españolas. Ávila, Salamanca y Ciudad Rodrigo. Madrid 2015, Biblioteca de Autores cristianos (BAC), pp. 458-459.

Lectura recomendada: SIERRO, Feliciano: Judíos, moriscos e Inquisición en Ciudad Rodrigo. Salamanca 1990.


 F. Sierro ,



sábado, 26 de mayo de 2018

Héroes de la Guerra de la Independencia española (2)

EL GUERRILLERO JULIÁN SÁNCHEZ "EL CHARRO"

José Ignacio Martín Benito 

"El Charro", por Mariano Brandi.
Entre los diversos protagonistas de la Guerra de la Independencia en territorio salmantino, destaca la figura de don Julián Sánchez “El Charro”. Nació en Muñoz (Salamanca) en 1774. En 1808 se incorporó a los Voluntarios de Ciudad Rodrigo. Pronto, en compañía de un grupo de lanceros, llevará a cabo la guerra de guerrillas, con asalto a convoyes y destacamentos franceses, para formar el Regimiento Ligero de Lanceros de Castilla, que acabó constituyendo la Brigada de don Julián. Destacó en el sitio de Ciudad Rodrigo, haciendo varias salidas a la descubierta hostigando al enemigo, en los ataques y acciones de Almeida, San Muñoz, Cabrillas... Integrado en el cuerpo de ejército de Wellington, participa en la batalla de los Arapiles, tomando 500 prisioneros, bagajes y piezas de artillería. Le siguen acciones en Burgos, montes de Álava, Sierra de Andía y entrada en Zaragoza. Acabada la guerra es nombrado gobernador militar de Santoña. Relegado por el absolutismo de Fernando VII es confinado, después de varias peripecias, en el pueblo segoviano de Etreros, donde falleció en 1831.

Sus restos fueron trasladados desde Etreros a Salamanca el 30 de mayo de 1981, depositándose en la Torre del Clavero. En 1985, con informes favorables de la Capitanía Militar y del Gobierno Militar de Salamanca, los restos del guerrillero fueron trasladados a Ciudad Rodrigo y depositados en la base del monumento que le había erigido la ciudad en 1960, con motivo del 150 aniversario del sitio francés.

Retrato de D. Julián Sánchez “El Charro”

Óleo sobre lienzo. Hacia 1812. Atribuido a Zacarías González Velázquez
Ciudad Rodrigo. Alcaldía
35 x 24 cm.
Retrato de D. Julián Sánchez "El Charro".

El cuadro representa a don Julián de medio cuerpo, dentro de un óvalo, ataviado con la guerrera de brigadier, sobre un fondo neutro. Rostro ovalado, con abundante cabello, rizado, en bucles sobre la frente, y largas patillas y bigote. En la parte inferior lleva una cartela donde se lee: “DON JULIAN SÁNCHEZ.”. El cuadro perteneció a la colección de don Manuel Gómez-Imaz, especializada en la guerra de la Independencia. Formó parte de una serie de cuadros de guerrilleros, que F. Sierro atribuye al pintor madrileño Zacarías González Velázquez, entre los que se encontraban Manuel Hernández “El Abuelo”, Juan Martín “El Empecinado”, Francisco Abad y Moreno “Chaleco” y Juan Palarea “El Médico”, que fueron subastados en Madrid por la Casa Saskia Sothebys.

El cuadro de D. Julián fue adquirido por el diplomático mirobrigense afincado en Sevilla D. Pedro Salvador de Vicente, el cual lo donó al ayuntamiento de Ciudad Rodrigo el 7 de noviembre de 2001. La atribución a Z. González Velázquez, resulta dudosa, toda vez que no se registra en el catálogo razonado que recientemente Bertha Núñez ha dedicado al pintor, si bien es cierto que la autora no recoge tampoco la estampa que el artista hizo en 1813 de don Julián a caballo y que luego labró el grabador Mariano Brandi, cuando, sin embargo, sí incorpora la de Juan Palarea, “el Médico” y la de Juan Tapia, “el Cura”, que grabaron M. Brandi y Juan Carrafa, respectivamente.

Monumento a Julián Sánchez "El Charro" (Ciudad Rodrigo).

Bibliografía:

F. Sierro: “Sobre la iconografía de don Julián Sánchez”. Ciudad Rodrigo, Carnaval 91, pp. 183-187.

B. NÚÑEZ: Zacarías González Velázquez (1763-1834). Madrid, 2000.


El texto de esta entrada se corresponde en gran parte con  J. I. Martín Benito: "Retrato de D. Julián Sánchez "El Charro". En Los Arapiles. La batalla y su entorno. Salamanca 2002, Ficha catalográfica 80, pág. 162.

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sábado, 7 de abril de 2018

La Inquisición en Ciudad Rodrigo

EL AUTO DE FE DE 1491

José Ignacio Martín Benito


Auto de Fe de 1495. Pedro Berrugete.
La bula Exigit sincerae devotionis, expedida por Sixto IV en noviembre de 1478, aprobaba el establecimiento del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en los reinos de Castilla y Aragón. Los primeros inquisidores no fueron nombrados sin embargo hasta septiembre de 1480 y comenzaron su actuación en enero de 1481. La represión comenzó por Sevilla, donde en el auto de fe de 1481 fueron quemadas seis personas. Los perseguidos eran los conversos sospechosos de judaizar[1].

El obispado de Ciudad Rodrigo perteneció alternativamente al Tribunal de Llerena y Valladolid, hasta su inclusión definitiva en el de Llerena a partir de 1517[2]. En los últimos años del siglo XV los inquisidores visitaron la ciudad en 1490, 1491 y 1492. Como consecuencia de la visita de 1490, al año siguiente tuvo lugar en Ciudad Rodrigo un Auto de Fe, en el que fueron condenadas y sentenciadas varias personas acusadas de herejía.

Los condenados

Algunos de los condenados eran personas que habían tenido un destacado papel en la vida política y social de la ciudad, caso de Diego Álvarez, escribano de la ciudad y al que pasaron los bienes de Pedro de Chaves por haber apoyado este último al "adversario de Portugal" en la guerra civil o de sucesión a la corona de los reinos de León y Castilla.

Junto a Diego Álvarez, que fue quemado vivo en una tierra a las afueras de la ciudad donde tuvo lugar el Auto de Fe, fueron condenados también Juan de Alcalá, Diego Díaz de Toledo, la mujer de Juan Esteban y Beatriz Alvarez. La condena llevaba aparejada la confiscación de bienes. Así, los bienes de Juan Díez de Toledo fueron, en un principio, entregados al monasterio de San Esteban de Salamanca. Sus familiares consiguieron rescatar la dote de su hija, por valor de 100.000 mrs[3].

Auto de fe. Pedro Berruguete (detalle).
La familia trató de restituir y limpiar el nombre de los condenados. Fue el caso de los familiares de Diego Álvarez, los cuales al año siguiente del Auto de Fe testificaron y juraron en su favor, como hizo Juan Pacheco, su yerno, que "dixo delante de muchas personas, que según lo que conocia del dicho Diego Alvarez el susodicho, que del oyo decir e de como murio como buen cristiano... e dixo mas, que oyo decir a muchas personas, non se acuerda a quien, que Fr. Luis del Rio.... de San Agustin de esta Ciudad Rodrigo, vio por Rebelacion a una muxer que se llamava la de Juan Esteban, que en esta ciudad fue condenada por herexa, e el dicho fraile le preguntava por el dicho Diego Alvarez, e alli le rebelo que el dicho Diego Alvarez estava en el paraiso...". Cita el yerno otros testimonios, como el de Doña Catalina, hija del Maestre de Alcántara y monja en el monasterio de Sancti Spiritus de Valdárrago, en el obispado civitatense, la cual había dicho que en el día del Auto de Fe: "...estando ella en el dicho monasterio... bio bisiblemente a el dicho Diego Alvarez e le preguntó ‑cómo vos non esávades preso por la Inquisicion, e que dicho Diego Alvarez le respondió que antes era quemado e que entraría al paraíso...."[4].
Sambenitos.

Los sambenitos de este Auto de Fe se colgaron en la Catedral, donde aún permanecían en 1623, como da testimonio el inquisidor Juan Santos de San Pedro en su visita a la ciudad: "Yo he venido a esta Ciudad de Ciudad Rodrigo a la visita ordinaria... y hasta ahora no hay cosa particular de que dar aviso a V.Sª mas de que habiendo reconocido los sambenitos que están en la catedral (que son treinta y uno) hallo que no tienen relación de el delicto porque fueron castigados, ni de el año en que lo fueron..."[5].


[1] Como compendio de los distintos autores y obras que se han acercado al tema, véase J. L. González Novalín, "La Inquisición española", en R. García‑Villoslada (dir): Historia de la Iglesia en España. La Iglesia en la España de los siglos XV y XVI (Madrid 1980, 107‑268).
[2] F. Sierro Malmierca, Judíos, moriscos e Inquisición en Ciudad Rodrigo. (Salamanca 1990, 67‑69).
[3] F. Sierro Malmierca, Op. cit. (Salamanca 1990, 38).
[4] F. Sierro Malmierca, Op. cit. (Salamanca 1990, 40).
[5] F. Sierro Malmierca, Op. cit. (Salamanca 1990, 38).


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Este texto está incluido en nuestra obra: "La Iglesia de Ciudad Rodrigo". Historia de las Diócesis españolas. Ávila. Salamanca. Ciudad Rodrigo. BAC 2005, pp. 402-403. 


http://bac-editorial.es/historia-de-las-diocesis/457-iglesias-de-avila-salamanca-y-ciudad-rodrigo.html

lunes, 2 de abril de 2018

Minorías religiosas en la España medieval (2)

LA EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS EN LA RAYA DE PORTUGAL


La salida por Benavente, Zamora, Ciudad Rodrigo y Valencia de Alcántara

José Ignacio Martín Benito
Expulsión de los judíos de Sevilla. Joaquín Turina.

La expulsión de los judíos en 1492 convirtió a la Raya de Portugal en puerta de salida. Junto con Zamora, Benavente y Valencia de Alcántara, Ciudad Rodrigo fue uno de los puntos con mayor afluencia de judíos hacia Portugal. Por Ciudad Rodrigo a Vilar Formoso se calcula que debieron pasar 35.000, según la crónica de Andrés Bernáldez[1].

El Edicto de expulsión prohibía sacar a los judíos metales preciosos, joyas y monedas del reino. En su éxodo sufrieron muchas presiones y abusos, a cambio de ayudarles a sacar oro y plata. Uno de los puertos por los que debió sacarse mucho metal fue el de San Felices de los Gallegos. Los Reyes ordenaron hacer varias pesquisas para depurar responsabilidades. El resultado fue que muchos regidores y caballeros tanto de Zamora como de la Tierra de Ciudad Rodrigo ayudaron a los judíos a la saca de oro y plata del reino. En ello estuvo implicado el conde de Castañeda, señor de Fuenteguinaldo y el alcalde de sacas y alcaide del castillo de Ciudad Rodrigo, Diego del Águila. En 1493 los Reyes Católicos ordenaron al corregidor de la ciudad que llevara a cabo una pesquisa sobre los agravios y cohechos cometidos por las guardas que tenía puestas Diego del Águila al tiempo de la expulsión de los judíos, contra caminantes y recueros que pasaron los puertos[2].

Abusos en Benavente

Otros caballeros locales se aprovecharon de la expulsión. Fue el caso del licenciado Alonso de Mercado, alcalde mayor de Benavente en el momento de la expulsión. Adquirió las casas que a la entrada de la Rúa tenía el judío Mosé de León y aprovechó el momento para extorsionar a los que por los caminos del concejo marchaban hacia Portugal, como hizo con los judíos chapineros salmantinos Yuçe y Yuda, tal como recoge S. Hernández Vicente en El concejo de Benavente en el siglo XV (Zamora 1986, pág. 222).

El regreso de judíos

Judíos en Las Cantigas.
En noviembre de 1492 los Reyes autorizaron el regreso de los judíos que estuvieran dispuestos a bautizarse: "...los que salieron por Çibdad Rodrigo que se tornen christianos en la dicha Çibdad Rdorigo..."[3]. La carta de amparo determinaba que a su bautismo asistiera el obispo o provisor, así como el corregidor o alcalde de la ciudad. Algunos de los judíos se convirtieron al cristianismo. Es el caso de Francisco del Águila, vecino de la villa de Atienza, el cual se convirtió al cristianismo en Ciudad Rodrigo, junto con su mujer e hijos y otras personas hasta un número de cincuenta[4]. La conversión conllevaba la restitución de sus bienes. Así en octubre de 1493 los Reyes ordenan que se devuelvan las heredades en Ciudad Rodrigo a Rodrigo Arias Maldonado y a su mujer e hijos, judíos conversos[5].

El cambio de nombres

Los nuevos conversos trocaron su nombre hebreo por otro cristiano. Fue el caso de Fernán Pérez, que antes de su conversión se llamó Jacob de Medina, o de Fernán Jiménez de Talavera, antes Lumbroso, procurador de la aljama[6]. Otros debieron convertirse antes de salir del reino, como Francisco Núñez, hijo de Salomón Amigo que salió hacia Portugal[7]. El regreso a Ciudad Rodrigo fue consolidando una población conversa realmente importante. Con el tiempo se fueron estableciendo conversos de varias villas y lugares tanto del obispado como de Portugal. A finales del siglo XVI y primeras décadas del XVII la Inquisición de Llerena llevó a cabo una intensa intervención antijudaizante en el obispado civitatense entre la población de cristianos nuevos, como se verá más adelante.
Judíos rezando el día de Yom Kipur, de
M. Gottlieb (1878).

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[1] Crónica de los Reyes de Castilla. Biblioteca de Autores Españoles, LXX (Madrid 1953, 652).
[2] A.G.S. Registro General del Sello, 30 de abril de 1493. Barcelona.
[3] A.G.S. Registro General del Sello, 10 de noviembre de 1492. Barcelona
[4] A.G.S. Registro General del Sello, 2 de diciembre de 1492 . Barcelona. Fols. 73 y 74.
[5] A.G.S. Registro General del Sello, 26 octubre de 1493. Barcelona.
[6] A.G.S. Registro General del Sello, 10 de julio de 1493, Barcelona y 13 de mayo de 1495, Madrid.
[7] A.G.S. Registro General del Sello, 1 de agosto de 1496.




miércoles, 28 de marzo de 2018

Héroes de la Guerra de la Independencia española (1)

ANDRÉS PÉREZ DE HERRASTI Y EL SITIO DE CIUDAD RODRIGO

José Ignacio Martín Benito
Monumento a Herrasti (Ciudad Rodrigo)

El 9 de julio de 1810 el ejército francés se preparaba para el asalto definitivo de la plaza de Ciudad Rodrigo. Lo culminaría al día siguiente, una vez que consiguieron abrir una brecha en la muralla. Los defensores capitularon después de 77 días de asedio, un caserío destruido, una población agotada y una guarnición disminuida.

El sitio había comenzado el 25 de abril cuando el mariscal Ney se presentó ante la plaza de Ciudad Rodrigo exigiendo la rendición. A principios de junio, la llegada de Masséna  estrechó el cerco, concentrando un notable tren de artillería ante la ciudad.

El sitio de Ciudad Rodrigo de 1810 es recordado en el Arco de la Estrella de París, como una de las gestas de las guerras napoleónicas. Pero tampoco ha pasado desaparecibido para los naturales del país. Ciudad Rodrigo lo ha estado recordando desde entonces, presente en la memoria colectiva, en las conmemoriaciones y en la historia viva de los mirobrigenses.

El mando de la defensa de Ciudad Rodrigo durante el asedio francés de 1810 correspondió al general D. Andrés Pérez de Herrasti y Pérez del Pulgar (Granada, 1741-Barcelona, 1818). El cerco comenzó en los primeros días de febrero y se mantuvo hasta el 10 de julio, día de la capitulación. Como el propio Herrasti escribiera al Secretario de la Guerra, habían sido “77 (días) de cerco, 35 de trinchera formada, 16 de bombardeo y cañoneo continuo, y 13 de brecha abierta”. De todo ello, dejó escrita una “Relación Histórica y circunstanciada de los sucesos del sitio de la plaza de Ciudad Rodrigo...”, obra ésta que vio a la luz en 1861 en la imprenta nueva de Dª Carmen de Verdi (reedición facsímil, Coedición del Centro de Estudios Mirobrigenses y la Fundación Ciudad Rodrigo 2010).

Tras la capitulación, el general Herrasti fue deportado a Francia. Repatriado, el 27 de julio de 1814 fue ascendido a teniente general y nombrado gobernador militar de Barcelona, donde murió el 24 de enero de 1818. En1836, el ayuntamiento de Ciudad Rodrigo levantó un monumento en su honor y en el de los cuerpos defensores de la plaza.

Monumento a Herrasti. Ciudad Rodrigo.
 El retrato del general Pérez de Herrasti

Retrato de A. Pérez de Herrasti.
De esta etapa catalana debe ser el retrato original de la copia que se guarda en el salón de plenos del ayuntamiento de Ciudad Rodrigo, donado en 1902 al consistorio por un descendiente del militar, don Antonio Pérez de Herrasti y Antillón. En la sesión plenaria del 3 de agosto de ese año se dio lectura a la carta que el Sr. Marqués de Villa Alcázar, en representación del conde de Antillón, dirigió a la corporación mirobrigense, ofreciéndole el retrato del defensor de la plaza, a lo que el ayuntamiento accedió gustoso, “teniendo en cuenta que el heroico general Pérez de Herrasti con sus hechos en la defensa de esta Plaza contra la invasión estrangera enalteció la historia Patria suscribiendo la página más gloriosa de la de esta ciudad, testigo de un heroísmo y teatro de sus glorias”. El consistorio acordó colocarlo en “lugar preferente de su sala capitular”. En él, sobre un fondo neutro, se representa al general, de medio cuerpo, sujetando una carta con la mano izquierda sobre una mesa. Lleva casaca azul oscuro de cuello alto con ribete de galón de oro y solapas abiertas; en las bocamangas dos filas de entorchados dorados. A la altura del pecho cuelgan varias condecoraciones militares, entre ellas la Gran Cruz Laureada de San Fernando y la Cruz de San Hermenegildo. Banda cruzada roja. El cabello canoso y el rostro, con cierto abatimiento, reflejan las duras jornadas de sus últimos años de servicio (la heroica defensa de Ciudad Rodrigo y el exilio y prisión en Landau, en cuya fortaleza estuvo cinco meses encerrado e incomunicado).

El marco del cuadro (102 x 82 cm.) lleva apliques metálicos dorados, con cabezas de leones afrontados, carey y ribetes con taracea. Se remata con el escudo de armas de los Pérez de Herrasti, esto es, tronchado, con banda de gules en campo de oro, rellena de ocho aspas de oro, y en cada parte una encina de sinople, con un oso de sable empinado al tronco (en la foto que aquí publicamos del retrato del general, no se incluye el marco).

Como ya se apuntó más arriba, el sitio de Ciudad Rodrigo es recordado en el Arco de la Estrella de Paris, junto a otras batallas de la Guerra peninsular, como Gerona, Zaragoza o Badajoz, entre otras.

Batallas de la Guerra de la Independencia en el Arco de la Estrella de París (Foto de Luciano Huerga).


Bibliografía:
J. De Ramón Laca: El general Pérez de Herrasti. Héroe de Ciudad Rodrigo. Madrid, 1967.
AA.VV.: La alianza de dos monarquías: Welington en España. Madrid, 1988
J. I. Martín Benito: "Retrato del teniente general D. Andrés Pérez de Herrasti, Ficha catalográfica pp. 82 y 163 . En Los Arapiles. La batalla y su entorno. Salamanca 2002.

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jueves, 8 de marzo de 2018

Santuarios marianos en España

LA PEÑA DE FRANCIA Y CIUDAD RODRIGO

José Ignacio Martín Benito
La Peña de Francia.

La de Francia es una de las sierras del Sistema Central ibérico, integrado por la Serra da Estrela (Portugal), Sierra de Gata, de Francia, de Béjar, Gredos, Guadarrama y Somosierra.

En lo más alto de la Sierra de Francia se alza el santuario mariano de La Peña. El culto a la Virgen de la Peña de Francia se extendió por España, Portugal, América, India y Filipinas.


El origen del convento y el descubrimiento de las imágenes

La historia del santuario de la Peña de Francia ha sido recogida por los cronistas de la Orden de Santo Domingo. El origen del convento estaría en el descubrimiento en 1434 de varias imágenes, entre ellas una de la Virgen, la cual fue desde entonces venerada con el nombre de Nuestra Señora de la Peña de Francia.

En el descubrimiento participó Simón Rolán, conocido como Simón Vela, de origen francés. Al poco tiempo de hallar las imágenes su descubridor erigió, con ayuda de los fieles, una ermita en la cumbre de la montaña. Para ello Simón Vela cursó petición al concejo de Ciudad Rodrigo, ya que el lugar era de la jurisdicción de la ciudad[1]. Ello debió ocurrir en torno a 1432, pues en un documento de 1435 obrante en el Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo se dice: "... quando paresçio e fue fallada ençima de la dicha sierra la ymajen de la Virgen María,... fueron llamados por Simón Vera algunos vezinos de Monsagro, los quales primeramente fezieron e deficaron la dicha ermita onde fue puesta puede aver tres años..."[2]; ésta sería, por tanto, la ermita que el rey Juan II entregó a los dominicos a través del obispo de Segovia Lope Barrientos, después de que el obispo civitatense don Alonso renunciase a ella[3]. Según el manuscrito del padre Vasco Parra, los frailes construyeron otra casa en las inmediaciones de La Peña, al norte de El Maíllo hacia el año 1480 para evitar los rigores del invierno[4]

Ermita y convento de la Peña de Francia. Fuenterebollo.com
En 1498, durante su estancia en aquel lugar, obtuvieron del papa Alejandro VI licencia para vivir en el nuevo convento del llano, a los pies de la Peña, pero con la condición de que no abandonaran el culto y cuidado del santuario y que las dos casas formaran un solo convento. No fue este el enclave definitivo, pues siendo el lugar lóbrego y malsano consiguieron del concejo de Ciudad Rodrigo un nuevo emplazamiento en El Maíllo, a donde se trasladaron en 1516, conociéndose al nuevo convento como "La Casa Baja"[5].

Disputa entre Salamanca, Coria y Ciudad Rodrigo

A raíz del descubrimiento de las imágenes y de la organización del culto mariano, la Peña de Francia fue motivo de disputa por los límites jurisdiccionales. En su cumbre convergían tres obispados: Salamanca, Coria y Ciudad Rodrigo. Estos y los concejos respectivos debieron reclamar sus derechos de jurisdicción. Por ello la Corona encomendó al bachiller Gonzalo Ferrández de la Luz, la realización de una pesquisa sobre los términos y límites donde estaba situada la ermita y donde fue hallada la imagen de la Virgen.
La Virgen de la Peña en Ciudad Rodrigo, 1952.

El concejo de Ciudad Rodrigo en 1435 nombró procurador en el proceso a Luis Díaz. De la intervención del procurador ante Gonzalo Ferrández solicitando qué es lo que a su juicio debía preguntar a los testigos se desprende que en la cumbre había una gran piedra que llamaban La Mesa donde estaban "tres señales de cruzes, en la qual dicha mesa se departen tres obispados, conviene a saber, el obispado de Salamanca e de Çiudat Rrodrigo e de Coria". 

La mesa de los obispos

En base a ello, Luis Díaz reclamaba la inclusión de la ermita dentro de la jurisdicción de Ciudad Rodrigo, ya que, "la señal de medio que es por onde se departe el obispado de Çiudat Rrodrigo, et que según la señal e asentamiento que la dicha hermita que cae e es del obispado e tierra de Çiudat Rrodrigo", alegando también que "allende de la dicha mesa que está una rribera que llaman Francia, mucho abaxo donde está la dicha hermita, hasta la qual rribera allega el mojón e término de Çiudat Rrodrigo, según su previllegio" y que "don Gonzalo, obispo de Çiudat Rrodrigo, estuvo e comió en la dicha mesa et tomó possesión por allí"[6]. Al finalizar la pesquisa, Gonzalo Ferrández falló que la ermita de la Peña de Francia caía en término y jurisdicción de Ciudad Rodrigo[7].


El paso a Salamanca


Por el Concordato de 1851 firmado entre España y la Santa Sede, la diócesis de Ciudad Rodrigo quedó unida a la de Salamanca y, con ello, también, la Peña de Francia.
De nada sirvieron las reclamaciones que desde Ciudad Rodrigo se hicieron para conseguir la revocación de la decisión del Concordato. En 1857 el magistral D. Casanueva, el doctoral R. Miguel del Corral y el canónigo C. Fernández Hidalgo formaron una comisión para elaborar una memoria que demostrara los derechos de Ciudad Rodrigo a conservar los honores episcopales. Realmente la anexión a Salamanca no se hizo hasta junio de 1867, cuando el ministro de Gracia y Justicia nombró administrador apostólico de Ciudad Rodrigo al obispo de Salamanca don Anastasio Rodrigo Yusto, al que sucedió aquel año Fr. Joaquín Lluch y Garriga.
El cardenal Joaquín LLuch y Garriga.
En tiempos de este prelado se hizo un reajuste de parroquias. pasaron a Ciudad Rodrigo las parroquias de la vicaría de Barruecopardo, dependiente de la Orden Militar de Santiago, como resultado de la abolición en España de la jurisdicción especial de los territorios sujetos a las órdenes militares y todas las jurisdicciones eclesiásticas exentas. Las parroquias que componían aquella vicaría eran: Barruecopardo, Saucelle, Saldeana, Barreras, Cerezal de Peñahorcada, Valderrodrigo, Barceo y Barceíno. Sin embargo, no pasó a Ciudad Rodrigo el convento de Nª Srª de la Peña de Francia, sino que quedó sujeto a la diócesis de Salamanca, lo que en el futuro generaría la reclamación civitatense.

[Este texto forma parte de mi trabajo: La Iglesia de Ciudad Rodrigo. En Historia de las diócesis españolas: Ávila, Salamanca. Ciudad Rodrigo. Vol. 18, BAC. Madrid 2005. 

El culto de la Virgen de la Peña de Francia en el mundo

España


[i].. El
[1] A. Sánchez Cabañas cita su existencia en el Archivo de la ciudad, actualmente no conservado, y añade que Simón Vela pedía licencia para edificar una casa en aquel paraje, Historia de la m. n. y m. l. ciudad de Ciudad Rodrigo (Ciudad Rodrigo 1861, 98).
[2] A. Barrios et alii, Documentación medieval del Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo (Salamanca 1988, 298, doc. 256).
[3] A. Sánchez Cabañas, Op. cit. (Salamanca 1863, 98).
[4] Fr. Mateo Vasco Parra, Historia de la Peña de Francia, Ms. de finales del siglo XVIII, Archivo del Convento de San Esteban de Salamanca. Citado por J. Pinilla González, Op. cit. (Salamanca 1978 82‑83).
[5] J. Pinilla González, Op. cit. (Salamanca 1978 82‑83).
[6] A. Barrios et alii, Documentación medieval del Archivo Municipal de Ciudad Rodrigo (Salamanca 1988, 298‑99, doc. 256).
[7] A. Barrios et alii, Op. cit (Salamanca 1988, 300‑301, doc. 258).