viernes, 27 de abril de 2018

La Puebla de Sanabria y su jurisdicción

BAJO EL SEÑORÍO DE LOS PIMENTEL

José Ignacio Martín Benito


 Introducción
Castillo de La Puebla de Sanabria.

      La Puebla de Sanabria es una villa que pasó de ser administrada por el rey (realengo) a depender de un señor feudal (señorío). Fue repoblada en 1220 por el rey de León, Alfonso IX. Pero con el tiempo, experimentó un proceso de señorialización, al desprenderse la Corona de su administración directa.

    La jurisdicción del concejo de La Puebla de Sanabria se extendía a un amplio territorio situado en lo que hoy en día es el noroeste de la provincia de Zamora, de la que pasó a formar parte en 1822 y, definitivamente, en 1833[1]. Anteriormente había estado incluida en la provincia de Valladolid.

     Del realengo al señorío

     El señorío de la villa de La Puebla de Sanbria y su tierra está ligada al proceso de señorialización iniciado por los monarcas de la dinastía de Trastamara en el último tercio del siglo XIV. En 1388 el rey Juan I entregó La Puebla de Sanabria, su tierra y la de la Carballedda a Alvar Vázquez de Losada. Esta familia, los Losada, habían apoyado la causa de Enrique II de Trastamara contra Pedro I.

    La Puebla de Sanabria en manos de los Pimentel

     Los Losada mantuvieron el señorío de villa en tanto contaron con la confianza de la Corona. En la segunda mitad del siglo XV, una nueva familia haría acto de presnecia: los Pimentel. ¿Cómo llegó La Puebla de Sanabria a manos de esta familia de origen portugués? Los Pimentel eran una familia portuguesa, señores de Braganza y de Vinhaes, que se pasaron a la Corona de Castilla. En 1398, Juan Alfonso Pimentel recibió de manos de Enrique III el condado de Benavente. Desde la villa benaventana los Pimentel comenzaron su expansión tanto al este como al oeste.

     Hacia 1451 el tercer titular, don Alfonso, compró la mitad de Sanabria y Carballeda a Mayor de Porras, viuda de Juan de Losada[2]. El dominio sobre la comarca sanabresa se fue completando: el 21 de octubre de 1465 el príncipe Alfonso concedía al IV conde, Rodrigo Pimentel el señorío de la mitad de la Puebla con su fortaleza, junto con 32 lugares, con los correspondientes derechos[3]; estos lugares eran de Diego de Losada, partidario de Enrique IV, pero con la muerte del pretendiente, Alfonso, el dominio de la casa de Benavente no llegó a ser efectivo[4]. Tras la Guerra de Sucesión a la corona castellana, Diego de Losada tomó partido por Alfonso de Portugal; como consecuencia, los Reyes Católicos secuestraron sus bienes y se los entregaron a Rodrigo Pimentel en 1479. 

La villa de La Puebla de Sanabria.
     Sin embargo, la paz firmada con Portugal en 1480 anuló la donación y los bienes fueron reintegrados a los Losada. En 1489, el conde de Benavente llegó a un acuerdo con Leonor de Melgar, viuda de Diego de Losada, pagando por sus derechos en Puebla su hacienda en Montamarta más 120.000 maravedíes[5]. Sin embargo, no parece que con ello cesaran las disputas. E. Fernández Prieto informa que tras las paces con Portugal, el conde de Benavente se negó a restituir los bienes a Leonor de Melgar, y ello a pesar incluso de una sentencia de 3 de julio de 1492. Finalmente, María de Losada, hija de Diego decidió retirarse de los pleitos mediante una compensación[6]. De este modo, entre donaciones, compras, permutas y compensaciones, los Pimentel fueron extendiendo su dominio señorial a las tierras sanabresas y carballedinas, donde la Puebla de Sanabria quedó configurada como la población principal, cabeza del concejo de su villa y tierra. 
     Señor de la villa sanabresa, Rodrigo Pimentel procedió a levantar el castillo en lo alto del cerro, dominando el paso del río Tera. Desde entonces, y en lo que se conoce como el Antiguo Régimen, la villa de La Puebla de Sanabria y su tierra fue señorío de los Pimentel, condes de Benavente


[1] J. CRESPO REDONDO y E. FERNÁNDEZ DE DIEGO, Formación y evolución histórica de la provincia de Zamora. Historia de Zamora. Tomo III. La España contemporánea, Zamora, 1995, pp. 40-49.
[2] I. CADIÑANOS BARDECI, “La Puebla de Sanabria y sus fortificaciones”. Anuario 1991. Instituto de Estudios Zamoranos. Zamora, pág. 391-392.
[3] I. BECEIRO PITA, El condado de Benavente en el siglo XV. Benavente, 1998. Centro de Estudios Benaventanos “Ledo del Pozo”., pp. 97-99 y 187.
[4] I. CADIÑANOS BARCEDI, Op. cit. pág. 392.
[5] Ibidem
[6] E. FERNÁNDEZ PRIETO, "La nobleza en la edad moderna en los territorios de la actual provincia de Zamora". Historia de Zamora, Tomo II. La Edad Moderna. Zamora 1995, pág. 396.


También te puede interesar:


- La Puebla de Sanabria y sus fortificaciones 
- El paso del río Tera en La Puebla de Sanabria
- ¿Pallozas en Sanabria?
La guerra en Sanabria y Tras-os-Montes
- Bandidos en Sanabria: el paso de los puertos 
- Trampas de lobos en Sanabria
- El Lago de Sanabria y las tempestades
- Oro en Lubián




 

domingo, 22 de abril de 2018

Nueva crónica portuguesa (4)

LOS REMEDIOS DE LAMEGO. UNA ESCALA HACIA EL CIELO

José Ignacio Martín Benito


Estanque de la primavera y Los Remedios
Es día de la Inmaculada, festivo en Portugal, y los viajeros han decidido subir a Los Remedios. El santuario corona el promontorio que preside la ciudad y parece competir con el cerro del castelo. Diríase que ambos –castillo y santuario- son los protectores de los lamecenses. Y es que la milicia y lo celeste siempre han ido unidas de la mano, y si no que se lo pregunten a Fernando I, conquistador de Lamego, cuando recibió aviso del apóstol Santiago previo a la toma de Coimbra. Tierras belicosas estas del Duero, que enviaron a sus hijos a combatir más allá de la patria de Luso, como lo recuerda el monumento levantado a la memoria de os mortos en la Gran Guerra y, en especial, al Batalhão de Infantaria 9, de Lamego en su acción del 14 de marzo de 1918 en Neuve Chapelle.

A Los Remedios se sube por escalera zigzagueante desde el parque de la avenida Visconte Guedes Teixiera. Hay aquí un ambiente prenavideño, con luces y estrellas, y casetas que venden vinos, licores y otros productos de la tierra. A lo largo del parque y alineadas con el santuario hay cuatro fuentes o estanques, una por cada estación, con esculturas de bulto identificadas como primavera, estio, outono e inverno. Reparan los viajeros en que Lamego es una ciudad de fuentes. Y es que el culto a las aguas pervive en estas tierras del Duero, a pesar del esfuerzo que hizo San Martín Dumio, prelado de Braga, intentando catequizar a los rústicos de su arzobispado, allá por el siglo VI de la era cristiana.

El parque parece un lugar de encuentro, pero también de tránsito; es un espacio cerrado y a la vez abierto, en cuyos extremos están, respectivamente, el palacio episcopal y el santuario. Vista desde abajo, la subida a Los Remedios se debe antojar a romeros y devotos como una nueva escala de Jacob, un vínculo entre la tierra y el cielo. La escalera recuerda mucho a la del Bom Jesús do Monte, en Braga.
Fuente de los gigantes y santuario de Los Remedios.
Hoy el día ha amanecido frío y con niebla; quizás por eso no haya devotos en la escalera. Tan sólo algún turista despistado, pero eso sí, en el tramo alto. Seguro que en la romería del 6, 7 y 8 de septiembre la imagen es bien distinta; es lo que los viajeros se imaginan, que por entonces no estarán aquí para contarlo. Así que hoy la escalera forma parte del escenario, pero es de poca utilidad, ya que la mayor parte de los devotos han subido por la estrada con sus carros a rendir culto a Nuestra Señora. Los viajeros harán lo propio.

Los alrededores de Los Remedios están llenos de vehículos, pues la mañana, ya se dijo, no está para subir a pie. Del interior del templo llegan rezos y cánticos. Los viajeros esperan a que terminen los oficios para entrar y, mientras hacen tiempo, descienden algunos tramos de la monumental escalinata para admirar la Fuente de los Gigantes y demás arquitectura en el Largo dos Reis.

Termina la misa. Salen los fieles, precedidos por un pequeño cortejo de monaguillos que acompañan al oficiante. Este se coloca en la puerta y con mucho afecto se despide uno a uno de los feligreses conforme van saliendo.

Los viajeros entran en el templo, donde permanecen todavía algunos devotos; preguntan en la sacristía por algún libro de la historia del santuario. El comissario les indica que hay uno, escrito por el sacerdote que acaba de oficiar, y que lo pueden adquirir en la lonja. Compran el libro, que el autor les firma, deseándose mutuos parabens.
Largo dos Reis. Obelisco.

Tras bajar de Los Remedios, los visitantes buscan las iglesias de San Francisco y de Santa María de Almocave, pero ambas están cerradas. Tras cruzar un parque con bancos, en cuyo respaldo se representan escenas de transporte de vinho en ajados y maltrechos azulejos, se dirigen a lo que queda del mosterio das Chagas,. De la iglesia salen los fieles de misa y entran los viajeros. El monasterio fue fundación del obispo de Lamego Antonio Telles de Meneses en el siglo XVI, como se recuerda en sendas lápidas, tanto en el exterior o portada del mediodía, como en otra, más grande, en el presbiterio. Aquí también está la tumba del benefactor, del que se guarda una copia de su retrato en la sacristía.

El celestial y eclesiástico paseo llega a su fin. Es hora de confortar el cuerpo. El salón principal del restaurante Novo está ocupado por una celebración, pero en el comedor interior los viajeros encuentran una mesa y degustan un arroz com polvo. La tarde les espera.

También te puede interesar:

- Gente de Raya en Lamego  
- Riberas del Balsemâo o la espera del rey Sisebuto  
- Mosteiros y pontes 
- Por la Raya (1). León en Riba Côa 
- Por la Raya (2). Serras de Marofa y Malcata  
- Por la Raya (3). Rey Wamba 
- Por la Raya (4): Monsanto, la aldea más portugesa


martes, 17 de abril de 2018

El paso de los ríos

SOBRE BARCAS Y PUENTES 

José I. Martín Benito

El mayor embarazo que hay en los caminos y
el mas peligroso es el haber de pasar una barca”.

(Fr. Martín Sarmiento, 1757) 

Barca de Aldea del Puente (río Esla), en la década de 1930.

Los ríos han sido, desde la Antigüedad, una fuente de riqueza: por la aportación de recursos, en especial la pesca, por el aprovechamiento de sus aguas para el riego de los campos o por la canalización de las mismas para mover la piedra de un molino. Los ríos han jugado también un papel destacado en la configuración de la red de comunicaciones. Por un lado, debe tenerse en cuenta que los cursos de agua han originado valles y estos han condicionado la apertura y trazado de veredas y caminos; por otro, y desde tiempos antiguos, el hombre aprovechó el lecho fluvial como vía de tránsito y surcó sus aguas recurriendo a diversos sistemas de embarcación y navegación[1].

Al mismo tiempo, los cauces suponían un obstáculo que era preciso franquear, para lo cual se buscaban vados, que podían atravesarse a pie o en caballerías. Pero los ríos han sido vadeables sólo en determinadas épocas, cuando el caudal disminuía como consecuencia de la estación seca. Sin embargo, cuando subía el nivel de las aguas, los vados ya no eran la solución. Para cruzarlos en cualquier época del año se recurrió a soluciones técnicas, como la construcción de pasos fijos o móviles. Esto es, se tendieron puentes (de madera o de piedra) o se recurrió a pasos flotantes, las barcas.

Los primeros requerían grandes esfuerzos, no sólo técnicos, sino también económicos, tanto en su construcción como en su continuo mantenimiento, debido al deterioro ocasionado por la fuerza de las aguas.

El paso del Águeda por las tropas británicas, 1812.
Resultaba más fácil y menos costoso establecer pasos móviles sobre los cauces (las barcas), si bien el tránsito en estas plataformas flotantes era menos fluido y más lento, además de ser más arriesgado y peligroso, sobre todo en época de aguas crecidas. El establecimiento de barcas como recurso para pasar los ríos, ha sido una constante en el interior peninsular a lo largo del tiempo. En algunas localidades, las barcas de paso se han mantenido hasta las últimas décadas del siglo XX.
Barca de Villaflor (Zamora). Embalse del Esla. Década de 1970.



[1] F. ALONSO ROMERO: “Las embarcaciones y navegaciones en el mundo celta de la Edad Antigua a la Alta Edad Media”, En V. ALONSO TRONCOSO (coord.): Guerra, exploraciones y navegación: del mundo antiguo a la edad moderna: curso de verano (U.I.M.P., Universidade de A Coruña): Ferrol, 18 a 21 de julio de 1994, pp. 111-145.
 
ENLACES:

En este blog hemos ido publicando diversas entradas sobre el paso de los ríos mediante el uso de barcas o de puentes.

Incluimos aquí varios enlaces, conscientes de que pueden interesaros.

Los últimos barqueros
Barcas del Duero
Barcas del Porma (1)
Barcas del Porma (2)

El paso del Tera en La Puebla de Sanabria
Barcas de los Valles de Benavente
La barca de Fermoselle
Puentes de barcas en España (1)

Puentes de barcas en España (2)   
Napoleón en Benavente   
El paso del Águeda en Ciudad Rodrigo 
El puente de piedra de Zamora (I) 
El puente de piedra de Zamora (II)
Reparaciones en el puente de Zamora
El puente de piedra en la literatura 
El paso del Esla en Castrogonzalo  

Para saber más:

jueves, 12 de abril de 2018

Los ríos en la estrategia militar

LAS BARCAS DEL ESLA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA 
Barca inutilizada.

José Ignacio Martín Benito


La guarda de los pasos fluviales constituyó uno de los objetivos de la estrategia militar. Durante la Guerra de la Independencia, la partida de Tomás García Vicente procuró hacerlo en la línea de los ríos Duero, Esla y Tera; con este motivo, en 1810, dieciséis soldados de la Legión de Honor de Castilla, comandados por el alférez Casiano Vicente, se enfrentaron a 1.400 franceses en la defensa de la barca de Villalcampo[1].

La destrucción de las barcas del Esla

Las barcas jugaron su papel en esta contienda, sobre todo en la famosa retirada hacia La Coruña del ejército británico, comandado por sir John Moore y perseguidos por Napoléon y, en concreto, en la conocida como "Carrera de Benavente". En los últimos días de 1808 los ingleses trataron de entorpecer y obstaculizar el avance de las tropas francesas, inutilizando puentes y barcas que dejaban a sus espaldas. Así, según informa el capitán Alexandre Gordon, componente del 15º de Húsares, el mando inglés envió un escuadrón a destruir las barcas del río Esla entre San Cristóbal y Valencia de don Juan, entre ellas la de la Villafer[2]:


“Día 28. A las diez de la mañana, mientras los hombres estaban muy ocupados con la comida de los animales, sonaron los clarines dando la orden de “¡A los caballos!” y formamos con gran prisa, como consecuencia de un informe de que los franceses habían forzado el paso por el puente, esto, sin embargo, demostró ser una falsa alarma, y se envió al regimiento otra vez al acuartelamiento, con la excepción del escuadrón izquierdo, que se envió a destruir las barcas del río entre San Cristóbal y Valencia".
Barca de Aldea del Puente (Esla).
La barca de Villafer

La barca de Villafer, a dos leguas del pueblo anterior, está en la margen izquierda del río; como sucedió que la barca estaba en nuestro lado, cargando pasajeros, se puso inmediatamente a trabajar con ella un grupo, pero, al no tener instrumentos adecuados para este fin, costó mucho tiempo y trabajo dejarla inservible. Se enviaron destacamentos para destruir las barcas de los otros pasos, y, tras dejar apostados unos exploradores a caballo para observar el pueblo, marchamos sobre una legua más adelante, hasta Villalpando, donde nos consideramos perfectamente a salvo, pues los españoles nos habían asegurado que el río no era vadeable”.

El paso del Esla por los franceses a finales de 1808. Al fondo el puente inutilizado de Castrogonzalo.

El paso del Esla en 1808.

A esta destrucción alude el concejo de Villafer cuando en 1815 entabla pleito con el de Benavente acerca de los derechos de echar barca en el río, argumentado que: “habiendo sobrevenido la desgracia de la guerra, el ingles tomo la medida de quemar la varca para estorbar por ella el transito del enemigo, sin que la villa de Benavente cuidase de reponer otra, haciendolo los de Villafer, quienes construyeron no una sino dos, que fueron quemadas”[3].

Puente de Castrogonzalo.
Pero durante la Guerra de la Independencia no sólo se destruyeron los pasos móviles. El puente de Castrogonzalo, principal paso del Esla, fue también inutilizado, como señala Gordon:

“Habiéndose determinado que se destruyera el puente del Esla para entorpecer el avance enemigo, un grupo de ingenieros se empleó en minarlo cuando cruzamos el 27 y la noche siguiente se le hizo volar”.

Destruido el puente, los franceses buscaron pasos alternativos, inspeccionaron el río en busca de vados, registraron las orillas para localizar barcas y árboles para construir balsas. Así lo narra el oficial polaco, enrolado en el ejército napoleónico, Dezydery Chlapowski, que atravesó el río a nado y encontró las barcas en la orilla opuesta, encontrándose con el fuego enemigo. Por esta acción se le concedió la Legión de Honor:


“El Emperador envió a alguno de nosotros con destacamentos de la guarda, a la derecha y a la izquierda, a lo largo del río para buscar barcas o árboles para hacer balsas.

A un millar de pasos, cerca de un pueblo abandonado, encontré entre la maleza algunos pequeños barcos, situé en cada uno 2 “voltigeurs” y regresamos a fuerza de remar hacia el Emperador.

En cada uno de estos barcos hice cruzar el río a algunos “voltigueurs”, con los que partió el oficial de ordenanza Fodoas. Algunos escuadrones siguieron a los “voltigueurs”, en parte vadeando el río cuando hacían pie y otros a nado en lugares profundos. También llegaron tanto la división de caballería, como la artillería. El Emperador ordenó a la caballería cruzar el río por un vado que se encontraba un poco más arriba, obligando a los escuadrones a aproximarse lo más cerca posible, sin que hubiese distancias entre ellos, y los oficiales en su lugar. Esta columna apretada formó una presa humana y un poco más abajo el agua descendió. El Emperador hizo pasar por este lugar a la artillería que logró cruzar el río sin mojar sus municiones. Cuando dicha artillería estaba en la orilla opuesta, el Emperador cruzó a su vez con todos nosotros. Por la noche llegamos a Benavente, congelados y mojados. Era a finales de diciembre de 1808”
[4] 

Barca de Villaflor. Archivo Iberdrola.

 [1] T. GARCÍA VICENTE: Documentos relativos a las operaciones de la Legión de Honor de Castilla que mandaba en 1808 y 10 el brigadier don Tomás García Vicente, que la creó. Madrid 1843, pp. 2-3.
[2] J. I. MARTÍN BENITO: Cronistas y viajeros por el norte de Zamora. Benavente 2004, pág. 213.
[3] Archivo Municipal de Benavente. Leg. 90, 5.
[4] J. I. MARTÍN BENITO: Cronistas y viajeros…, pp. 251-252
.

También te puede interesar:

Los últimos barqueros
Barcas del Duero.
Barcas del Porma (1)
Barcas del Porma (2) 

El paso del Tera en La Puebla de Sanabria
Barcas de los Valles de Benavente
La barca de Fermoselle
Puentes de barcas en España (1)
Puentes de barcas en España (2)
 

Napoleón en Benavente 
El paso del Águeda en Ciudad Rodrigo