José I. Martín Benito
Tras la guerra de las Alpujarras (1568-1571), buena parte de la población morisca fue deportada del Reino de Granada y repartida por los territorios del interior peninsular, a los reinos de León y Castilla. El 19 de diciembre de 1570 se dieron instrucciones al regidor segoviano Antonio de la Hoz para que se trasladara a Toledo y allí recogiera la mitad de, aproximadamente, 4.500 moriscos, que don Juan de Austria había enviado a la ciudad del Tajo, para ser conducidos a Ávila, Salamanca, Toro, Zamora y Fuentesaúco, y entregarlos a las ciudades de dichas poblaciones.
Los moriscos que llegaron al obispado zamorense en los últimos días de diciembre de 1570 hicieron el viaje a pie, a razón de cuatro o cinco leguas diarias. El itineario que siguieron hasta llegar a Zamora y Toro fue vía Ávila, desde aquí a Villoruela, donde se bifurcaron los que debían entregarse al corregidor de Salamanca y, finalmente, los que caminarían más al norte, buscando el valle del Duero.
La columna tardó en torno a un mes en hacer el trayecto desde Olías del Rey (Toledo) hasta Zamora. Muchos de ellos murieron en camino. Se calcula que el 9% pereció en el camino. En los primeros días de la estancia y aún después en Zamora la mortalidad se eleva al 13,5 %. En Toro, el corregidor Juan Briceño informaba al Rey: “los moriscos que se me entregaron por el comisario de vuestra Magestad vinieron tan enfermos que fue neçesario poner la mayor parte dellos en ospitales para que los curasen, de los quales se an muerto la mas parte dellos y no an quedado en esta çiudad y su tierra y villa de Pedrosa que es exento de su juredizion sino hasta catorze o quine casas”.
Las condiciones de la marcha fueron, en efecto, muy duras. Muchos salieron ya muy enfermos, como reconoció el propio comisario De la Hoz en su Memorial; además, mal alimentados, tuvieron que soportar los rigores del frío meseteño en los últimos días del otoño y primeros días del invierno, teniendo que atravesar las sierras de Gredos y de La Paramera. Una buena parte debió llegar extenuada, cuando no perecieron víctima de las enfermedades y epidemias que se propagaron, entre ellas el tifus. Por si fuera poco, algunos incluso fueron despojados de sus bienes (joyas, dinero, perlas...) después de muertos. De los 128 moriscos que llegaron entre finales de diciembre de 1570 y primeros de enero de 1571 a la ciudad de Zamora, 61 eran hombres, 41 mujeres y 26 entre niños y niñas.
Por la relación de los moriscos entregados en Toro el 13 de enero de 1571 sabemos de qué lugares del Reino de Granada procedían los recién llegados. Eran oriundos de Trevélez, Motril, Monachil, Gabia la Chica, las Guájaras Bajas y Alhendín, en la vega de Granada, lugares todos ellos situados al sur de esta ciudad. Se trataba en su mayor parte de “moriscos de paz”, esto es, que no habían intervenido en el conflicto alpujarreño. Tan sólo las Guájaras (altas y bajas) habían rendido obediencia y homenaje a Aben Humeya en el momento del levantamiento.
En 1610 se decretó la expulsión de los moriscos de ambas Castillas, Extremadura y La Mancha. De poco sirvió la protección de la Iglesia y de su obispo. La mayor parte de la población morisca abandonó las tierras de Toro y Zamora para tomar el camino del exilio.
Tras la guerra de las Alpujarras (1568-1571), buena parte de la población morisca fue deportada del Reino de Granada y repartida por los territorios del interior peninsular, a los reinos de León y Castilla. El 19 de diciembre de 1570 se dieron instrucciones al regidor segoviano Antonio de la Hoz para que se trasladara a Toledo y allí recogiera la mitad de, aproximadamente, 4.500 moriscos, que don Juan de Austria había enviado a la ciudad del Tajo, para ser conducidos a Ávila, Salamanca, Toro, Zamora y Fuentesaúco, y entregarlos a las ciudades de dichas poblaciones.
Los moriscos que llegaron al obispado zamorense en los últimos días de diciembre de 1570 hicieron el viaje a pie, a razón de cuatro o cinco leguas diarias. El itineario que siguieron hasta llegar a Zamora y Toro fue vía Ávila, desde aquí a Villoruela, donde se bifurcaron los que debían entregarse al corregidor de Salamanca y, finalmente, los que caminarían más al norte, buscando el valle del Duero.
La columna tardó en torno a un mes en hacer el trayecto desde Olías del Rey (Toledo) hasta Zamora. Muchos de ellos murieron en camino. Se calcula que el 9% pereció en el camino. En los primeros días de la estancia y aún después en Zamora la mortalidad se eleva al 13,5 %. En Toro, el corregidor Juan Briceño informaba al Rey: “los moriscos que se me entregaron por el comisario de vuestra Magestad vinieron tan enfermos que fue neçesario poner la mayor parte dellos en ospitales para que los curasen, de los quales se an muerto la mas parte dellos y no an quedado en esta çiudad y su tierra y villa de Pedrosa que es exento de su juredizion sino hasta catorze o quine casas”.
Moriscos granadinos. |
Las condiciones de la marcha fueron, en efecto, muy duras. Muchos salieron ya muy enfermos, como reconoció el propio comisario De la Hoz en su Memorial; además, mal alimentados, tuvieron que soportar los rigores del frío meseteño en los últimos días del otoño y primeros días del invierno, teniendo que atravesar las sierras de Gredos y de La Paramera. Una buena parte debió llegar extenuada, cuando no perecieron víctima de las enfermedades y epidemias que se propagaron, entre ellas el tifus. Por si fuera poco, algunos incluso fueron despojados de sus bienes (joyas, dinero, perlas...) después de muertos. De los 128 moriscos que llegaron entre finales de diciembre de 1570 y primeros de enero de 1571 a la ciudad de Zamora, 61 eran hombres, 41 mujeres y 26 entre niños y niñas.
Por la relación de los moriscos entregados en Toro el 13 de enero de 1571 sabemos de qué lugares del Reino de Granada procedían los recién llegados. Eran oriundos de Trevélez, Motril, Monachil, Gabia la Chica, las Guájaras Bajas y Alhendín, en la vega de Granada, lugares todos ellos situados al sur de esta ciudad. Se trataba en su mayor parte de “moriscos de paz”, esto es, que no habían intervenido en el conflicto alpujarreño. Tan sólo las Guájaras (altas y bajas) habían rendido obediencia y homenaje a Aben Humeya en el momento del levantamiento.
En 1610 se decretó la expulsión de los moriscos de ambas Castillas, Extremadura y La Mancha. De poco sirvió la protección de la Iglesia y de su obispo. La mayor parte de la población morisca abandonó las tierras de Toro y Zamora para tomar el camino del exilio.
(Continuará)
Para saber más, véase J. I. MARTÍN BENITO: Los moriscos en el obispado de Zamora. Ed. Semuret. Zamora 2003.
Para saber más, véase J. I. MARTÍN BENITO: Los moriscos en el obispado de Zamora. Ed. Semuret. Zamora 2003.