MOTINES EN TÁBARA (ZAMORA) (y 2)
El motín de 1911. El incendio del palacio.
Iglesia de Tábara. |
El motín comenzó a las tres de la tarde del día 22 de febrero de 1911, cuando grandes
grupos formados por niños y mujeres recorrieron las calles, enarbolando
banderas y letreros y dando mueras a don Agustín Alfageme. A las ocho de la
tarde el motín se reprodujo participando ahora el pueblo en masa: apedrearon
los balcones y miradores del palacio, la casa del guarda del monte El Encinar,
partieron las puertas de las paneras y se apoderaron de 800 fanegas de trigo;
finalmente incendiaron los edificios, entre ellos parte del palacio y del
ex-convento de dominicos, destrozaron los muebles de la casa palacio y talaron
los árboles del Jardín (foto 1). Según fuentes orales, en El Bosque los
amotinados prendieron fuego a las traviesas del ferrocarril. Tras los sucesos
se reconcentraron en la villa fuerzas de la Guardia Civil; a primeros de marzo
la benemérita procedió a la detención de cuatro vecinos de Tábara acusados de
haber participado en el incendio y robo del palacio[1].
"Un pueblo que se derrime"
Los hechos, a pesar de su contundencia, no fueron
abordados por el Consistorio, al menos de manera oficial. Las actas municipales
no aluden para nada al motín[2]. Sin
embargo, sus contemporáneos lo vivieron como una auténtica revuelta
antiseñorial, resultado de una situación larvada durante años. Así se desprende
de un texto manuscrito, que lleva por título: “Un pueblo que se derrime. Tábara” [3]. El
texto está fechado el 8 de noviembre de 1914 y firmado por Ramón Vega, uno de
los muchos vecinos de la villa que aparece como comprador en la escritura de
1915 y que, además, tomó parte activa en el motín, pues fue uno de los
detenidos por la Guardia Civil en los primeros días de marzo de 1911[4]. Esta
última circunstancia quizás fue determinante para escribir el manuscrito, en el
que justifica el levantamiento popular. Comienza su pequeño ensayo con el
recuerdo de la donación de la Tierra de Tábara, en 1371, de Enrique II a Gómez
Pérez de Valderrábano, lo que es considerado por Ramón Vega como una
disposición que condenó a aquella generación y a las siguientes “a la miseria y a la esclavitud”, para
añadir: “Los tiempos pasando,
transmitieron a nuebos privilegiados aquellos territorios y las generaciones
que venían aguantando resignados el látigo feudal en sus sufridas espaldas”.
Alude R. Vega a la sentencia de 31 de enero de 1844 que declaró al marqués
“señor territorial y solariego de la villa de Tábara y su tierra”, y al que
nuestro informante define como “nuevo
dueño de vidas y haciendas”, con lo que, a su juicio, los tabareses
quedaban como esclavos vitalicios. A continuación esgrime el derecho natural y
lo opone a las leyes humanas para afirmar que la creación del señorío de Tábara
es contrario a las leyes de la naturaleza, que hacen a todos los hombres
iguales:
Manifestación obrera. |
“Lo que sí hemos
de demostrar hasta la ebidencia es que Enrique II no pudo en ningún caso donar
lo que no era suyo, ni lo nuebos dueños de aquellos dominios ennagenar los
derechos de otros.
El
infante recién nacido tiene igual derecho a la tierra que el hijo del más
humilde campesino y una ejecutoria que viene directamente de la naturaleza se
sobrepone a todas las leyes humanas, a todos los títulos escritos y es el
derecho haber nacido.
El
negar el aire, el agua y la tierra a un ser que nace impone a tanto como
arrojarlo al río y como nadie tiene derecho a quitar la vida a nadie, tanpoco
nadie tiene derecho a negar los elementos de vida como Enrique 2 se los negó a
los tabareses”.
Todas estas reflexiones sirven a R. Vega para justificar
los posteriores levantamientos, tanto el de 1898 como el de 1911, presentando a
los habitantes de la Tierra de Tábara como “esclabos
repugnantes al látigo feudal” que “se
resentían á suportar resignados el yugo opresor del amo y señor”. Por todo
ello, “sin duda pensando un día que á sus
hijos no podían legarles un casar, que la livrea de esclabo pensaron en
sacudirla y pisotearla y enarbolando en una mano la bandera de la libertad y de
la justicia y en la otra la tea incendiaria acudieron como un solo hombre
multitud de pueblos reunidos correspondientes a aquel señor, al Palacio del
señor de vidas y haciendas i obligándose en aquellos momentos que las leyes
castigan los delitos e inpulsados por el derecho que tienen a la vida, pegaron
fuego al Palacio haciendo huir a sus moradores..[5]” Así
se refiere Ramón Vega al motín de 1898; al de 1911 le dedica menos líneas y, en
todo caso, lo presenta como una consecuencia del primero: “Don Juan Ron enagenó aquellos dominios y el nuevo propietario vio arder
otra bed su palacio, porque los de la Tierra de Tábara habían ya pisoteado la
librea de la esclabitud”.
Finalmente, la venta de las propiedades
que habían formado parte del patrimonio señorial, es presentada por Ramón Vega
como una conquista social, como el resultado de una lucha de los tabareses por
la tierra: “... y al encontrarse con la
actitud de los tabareses que a toda costa querían emanciparse y reconociendo el
derecho moral que los asistía (el propietario) les cedió todas aquellas propiedades en virtud de unos miles de duros
que a fuerza de sacrificios han abonado honrradamente en cinco años y
firmándose hoy la escritura de propiedades de aquellos terrenos que el Rey don
Enrique 2 se los dego por derecho”.
La venta de Alfageme comenzó a
formalizarse, por tanto, en 1910, para lo cual en Tábara se creó una sociedad
presidida por don Manuel Casado. Los compradores fueron depositando distintas
cantidades en un plazo de cinco años, tal como alude R. Vega[6]. Con
la compra-venta, en la que intervinieron 186 adquirientes, una parte del
término de Tábara, pasó de ser propiedad concentrada a ver la aparición de
pequeñas propiedades. Sin embargo, fue la decisión de vender el monte del
Encinar entre los vecinos de otros pueblos limítrofes, lo que dio paso al
descontento general entre los propios vecinos de la villa, lo que desembocó en
el amotinamiento de 1911, como hemos visto.
El texto forma parte de mi trabajo:
"Crisis obrera y conflictividad social en el nordeste zamorano
(1898-1920). I. El periodo 1911-1913 ". Brigecio, 11. Benavente, 2001,
pp. 115-139.
[1]El Heraldo de Zamora, 24 y 25 de febrero, 7 de marzo de 1911. Los testimonios orales
me han sido transmitidos por D. Enrique López, tabarés. Recoge también
información oral sobre el motín L. A. SÁNCHEZ GÓMEZ, Op. cit. pp. 66-67.
[2] Con posterioridad a los hechos, el Ayuntamiento se reunió en
sesión ordinaria el 4 de marzo bajo la presidencia del alcalde D. Pedro Boya
Ríos y, tras la lectura de los boletines oficiales y de la correspondencia,
sólo se ocupó del nombramiento de los talladores de la próxima declaración de
soldados. Archivo Municipal de Tábara. Actas
Municipales.
[3] Se trata de un manuscrito de dos páginas, a doble columna.
Archivo familiar de D. Manuel García Fincias (Tábara).
[4] Ramón Vega Ferrero, figura
como empleado, casado y habitando en la calle de la Victoria. Escritura de compra-venta y división de
fincas... Fue detenido junto a los vecinos Leoncio Diez Fernández (tal vez
hermano de Pedro Díez Fernández, comprador nº 24), Rafael Fresno Pernía
(también comprador, con el número 5), y Pedro Casas Caballero (quizás hermano
de Andrés Casas Caballero, comprador nº 56). El Heraldo de Zamora, 7 de marzo de 1911.
[5] Así justifica Ramón Vega el primero de los motines, seguramente
el de 1898. Según su nieto, Manuel Vega Casado, Ramón Vega, oriundo de la
Maragatería, fue el cabecilla de la revuelta ¿de cual de ellas?. Cfr. SÁNCHEZ
GÓMEZ, L. A., Op. cit., pág. 67.
[6] Baste como ejemplo el siguiente recibo: “He recibido de D. Domingo Fincias Hernández, vecino de esta villa de
Tábara, cabecero en la compra hecha a D. Agustín Alfageme Pérez, la cantidad de
mil cincuenta y seis pesetas á cuenta de referida compra y correspondiente al
primer plazo. Tábara, once de octubre de mil nuevecintos once. El Presidente de
la Sociedad. Manuel Casado (Firma)”. Archivo particular de D. Manuel García
Fincias. Tábara.
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