martes, 29 de noviembre de 2016

Los puentes de barcas en España (1)

UN PASO FIJO Y FLOTANTE
Columna Trajana. Puente de barcas.
El sistema de pasos flotantes fijos, sobre barcas, se conoce ya desde la Antigüedad. Herodoto describe como el rey persa Jerjes I mandó tender uno sobre el estrecho de los Dardanelos, en el Helesponto, próximo a la ciudad de Abidos, en el transcurso de su segunda expedición contra Grecia. El puente fue destruido por la tempestad marina y Jerjes ordenó, como castigo, flagelar el mar. Un segundo puente fue tendido días más tarde, aderezado por 674 trirremes y pentecónteros, sobre el que pasó -esta vez sí- el ejército aqueménida, en un desfile que duró siete días y siete noche sin interrupción.

En la Península Ibérica, las primeras referencias escritas, tanto a barcas de paso como a puentes de barcas, se deben a Julio César en la campaña de Ilerda, el cual mandó reunir todas las barcas que había en el Ebro y con ellas hacer un puente junto a Octogesa[1]:

"Tomada esta resolución, mandan coger barcas por todo el Ebro y conducirlas a Octogesa. Estaba esta ciudad a la ribera del Ebro, distante veinte millas de los reales. Aquí disponen formar un puente de barcas, y haciendo pasar dos legiones por el Segre, fortifican su campo con un vallado de doce pies".

La técnica de construcción era de la siguiente manera, como relata el propio César en la construcción de un puente de barcas en Brindisi.

"En lo más estrecho de la garganta del puerto, de ambas orillas donde era menos profundo el mar, tiró un muelle y un dique. Prosiguiendo más adelante, donde por la mucha hondura no se podía echar dique, colocaba contra el muelle dos órdenes de barcas chatas de treinta pies en cuadro. Asegurábalas por las cuatro esquinas con otras tantas áncoras, para que no se moviesen con las olas. Concluidas y asentadas las primeras, unía con ellas en la misma forma otras de igual grandeza. Cubríalas con tierra y fagina para entrar y correr sin embarazo a la defensa, y por la frente y por los costados las guarnecía con verjas y parapetos. De cuatro a cuatro barcas erigía una torre de dos altos, para defenderlas más cómodamente del ímpetu de los navíos y de incendios".
(Comentarios de la Guerra Civil, Libro primero. Cayo Julio César).

Al-Idrisi en su Descripción de España, obra escrita entre 1147 y 1158, se refiere al puente de barcas de Murcia: “Medina Mursia es capital de la tierra de Tadmir, y está en la llanura de la tierra sobre Nahr-Alabiad, y sus aguas riegan sus arrabales, y está sobre la ribera del rio, y se entra en ella por puente fabricado de barcas[2]”. Por otra parte, son bien conocidos los puentes flotantes sobre el Ebro, el Tajo, el Guadalquivir, el Júcar y el propio Duero. Jerónimo Zurita en los Anales de Aragón, refiere que cuando en 1148 Ramón Berenguer IV puso sitio a Tortosa, cerró el paso de la puente, que estaba armada sobre barcas. Este paso se mantuvo en el tiempo y lo reproduce el grabado de Antón Van den Wyngaerde (1563) en la vista de Tortosa


Tortosa. Grabado de Van Der Wyngaerde, 1653.


Tortosa, década de 1930
A él se refiere también Enrique Cock en el Viaje de Felipe II en 1585, Antonio Ponz en su Viage de España (1783) y también Madoz en su Diccionario de mediados del siglo XIX.

"El puente para entrar en la Ciudad (Tortosa) es de madera, sobre nueve o diez barcas". (A. Ponz).

El Ebro contó también con otros puentes de barcas en Gallur y Zaragoza[3]

En el Tajo hubo puente de barcas en Zorita de los Canes, según refiere A. Ponz a finales del siglo XVIII. En Aranjuez hubo otra de estas estructuras [4]; otro puente de barcas fue el denominado de La Luria, en los términos de las villas de Garrovillas y Alconétar[5]. Por aquí cruzaban el río la mayor parte de las cabañas merineras trashumantes, como daba cuenta Gil y Carrasco en 1843: "Cruzan el Tajo la mayor parte de las cabañas por Almaraz y por Alconétar, pero como en ninguno de los dos hay puente servible y las barcas, sobre pequeñas para tal multitud de cabezas, serían tardas y costosas, suelen fabricar un puente de barcas, que apellidan en Extremadura la Luria y proporciona paso a los ganados". ("El pastor trashumante", en Los españoles pintados por sí mismos. Biblioteca de Gaspar y Roig). En Guadalajara también hubo un puente de barcas sobre el Henares, como señala A. Ponz -en sustitución del puente de piedra, que estaba roto a mediados del siglo XVIII.

También Sevilla tuvo puente de barcas sobre el Guadalquivir, que se mantuvo hasta 1853 y que servía de comunicación entre la orilla de Triana con la del Algarafe[6]. El sevillano existía ya en época musulmana y fue clave en el asedio de las tropas de Fernando III para la conquista de la ciudad, pues servía de paso para el aprovisionamiento de esta. De ahí que su destrucción el 3 de mayo de 1248 por las tropas cristianas resultara a la postre decisiva para la toma de la ciudad andaluza.


Puente de barcas de Triana (Sevilla).

En la ciudad de Toledo, sobre el Tajo, hubo otro puente de barcas durante la Edad Media, denominado de La Cava, situado junto al Castillo Viejo de Judíos y que prestó sus servicios hasta la construcción del puente de San Martín en época de Alfonso X. El Júcar se cruzaba en Cullera por un puente de barcas. En muchos lugares, caso de Cullera y Tortosa no fue fácil hacer puentes de piedra, dado que las técnicas de ingeniería no resolvían determinados problemas. Cullera fue autorizada a hacer un puente de piedra, pero en 1585 desistió de ello, pues se vió obligada a reconocer que el fondo era demasiado arenoso y los pilares se hundían. Y lo mismo ocurría en Sevilla, donde por estas mismas circunstancias fue imposible hacer uno de piedra hasta la segunda mitad del siglo XIX, a pesar de la riqueza de la ciudad. Puente de barcas hubo también en la bahía de Gibraltar sobre el río Guadarranque y en el vado de Palmones (I. López de Ayala, Historia de Gibraltar, 1792). En Andalucía, sobre el Guadalete, se tendía otro puente sobre nueve barcas con piso de tablons entre Puerto Real y Puerto de Santa María, con una extensión de 250 pies. Otro era el Puente de Alejandro, sobre siete barcas, situado a la entrada del Puerto de Santa María. Ambos puentes tenían sus compuertas y maniobras para dar paso a los barcas que iban y venían desde la bahía de Cádiz (Antonio Vegas, Diccionario Geográfico Universal, Madrid 1795, Tomo V, pág. 182).

También se tendieron puentes de barcas sobre el Duero. El río, ya en las proximidades de su desembocadura, se cruzaba por uno de estos en Vilanova de Gaia, en las cercanías de Oporto[7].

Puente de barcas sobre el Duero. Vilanova de Gaia y Oporto.
El puente de barcas resultaba especialmente útil en las operaciones militares. Diversos son los tratados que de ello se ocupan[8]. En el Tratado de Artillería de 1753 se describe la construcción de puentes militares o plataformas flotantes sobre barcas, pontones y lanchas:

La parte principal de un puente militar son las barcas sobre que se ha de establecer, pues la solidez y justas proporciones de ellas con el peso que han de sostener, dependen la firmeza y seguridad del puente… Las barcas sobre que se hayan de fabricar los puentes militares más sólidos, y capaces de dar paso á las piezas más gruesas de artillería, y de sostenerse en los ríos más caudalosos y anchos, tendrán 35 pies 5 pulgadas de popa á proa; el largo del cuerpo de ellas, ó de la parte sobre que debe cargar el puente, que es el espacio recto comprendido entre las argollas, será de 18 pies…. Los pontones son unos esqueletos ó armazones de barcas pequeñas, cubiertas exteriormente con planchas de cobre”[9].
Con motivo de la Guerra de Restauración de Portugal, un puente de barcas se tendió sobre el Miño en Salvatierra en 1659, arrimado a una cadena de madera (Benito Vicetto: Historia de Galicia, Tomo VII, Ferrol 1873, pág. 95). Por él pasó el 12 de septiembre el ejército de Galicia, al mando de don Rodrigo Pimentel, capitán general de Galicia, camino del fuerte de San Luis Gonzaga (Valença do Minho, Portugal).
Puente de barcas. Columna de marco Aurelio (Roma),

La hermandad de la O cruza el puente de barcas en Sevilla.

Tratado de artillería, de Diego de Ufano, 1612.

Tratado de Artillería, 1816. Puente de barcas.

Campaña de Portugal de Felipe V. Pasaje del rey nuestro señor por puente de barcas que se construyó sobre el Tajo para ir desde la provincia de la Beyra a la de Alentejo el día 30 de mayo de 1704.
Puente de barcas por donde pasó el Rey don Phelipe Quinto el día 30 de mayo de 1704.

(Continuará: Los puentes de barcas en España: la Cuenca del Duero)

Para saber más:

http://ledodelpozo.blogspot.com.es/2015/08/jose-ignacio-martin-benito-barcas-de.html


[1] P. QUETGLAS: “El camino que lleva a Otogesa”. En A. MORENO HERNÁNDEZ (coord.): Julio César: textos, contextos y recepción. De la Roma clásica al mundo actual. Madrid 2010, pág. 107.


[2] M. AL-IDRISI: Descripción de España de Xerif Aledris, conocido por El Nubiense, con traducción y notas de D. José Antonio Conde. Madrid 1799, pág. 74.



[3] R. MULLOR SANDOVAL: Al pasar la barca… Historias particulares de las barcas de paso en Aragón. Cuadernos de Aragón, nº 37. Institución “Fernando el Católico”. Diputación de Zaragoza. Zaragoza 2007, pp. 14-16.



[4] J. A. ÁLVAREZ DE QUINDOS Y BAENA: Descripción histórica del Real Bosque y Casa de Aranjuez. Madrid 1804, pág. 277.






[6] J. Mª DE MENA: Historia de Sevilla. Edición digital.



[7] J. GÓMEZ DE ARTECHE: Geografía histórico-militar de España y Portugal. Madrid 1859. Tomo II, pág. 167



[8] A. DE ZEPEDA Y ADRADA: Epitome de la fortificacion moderna, asi en lo regular, como en lo irregular, reducida à la Regla, y al Compas, por diversos modos, y los mas fáciles para mover la tierra; y otros diversos tratados de la perspectiva, geometria practica y del modo de sitiar y defender las plazas y de la construccion de las baterias y minas y artificios de fuego. Brusselas 1669., Cap. V, pp. 282 y ss.



[9] T. DE MORLA: Tratado de Artillería para el uso de la Academia de Caballeros Cadetes del Real cuerpo de Artillería. (1785). Tomo I, pp. 554-588. Segunda Edición, corregida por disposición del Excmo. Sr. D. Martín García y Loygorri. Segovia 1816.

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