REINO DE LEÓN

sábado, 30 de junio de 2018

Nueva crónica portuguesa (6)

REGRESO A CALIABRIA



El monte Calabre (Almendra, Portugal).
Los viajeros han vuelto a Caliabria “dezoito anos depois”. Y lo han hecho con un ejército. Entonces, en octubre del nuevo milenio, eran sólo una fuerza exploradora, compuesta por cuatro profesores y dos canónigos de Ciudad Rodrigo. Al atardecer, con los canónigos de guardia en la parte baja, los cuatro soldados asaltaron la cumbre trepando campo a través las pronunciadas laderas del castelo. En el planalto solo se toparon con los restos de la derruida muralla, algunas piedras amontonadas, retamas, almendros y pasto agostado. Los habitantes de la fortaleza ha mucho tiempo que abandonaron estos campos de soledad. Entonces, como hoy, el azul se hizo dueño del cielo y de las aguas del río que lame mansamente los perfiles del monte Calabre.

Hoy, un domingo de mediados de junio, los viajeros han vuelto con una tropa integrada por efectivos rayanos, dispuesta a comprobar que Caliabria sigue desierta y que nadie perturba la paz de aquellos parajes. Serían poco más de las diez de la mañana, hora portuguesa, cuando el medio de centenar de asaltantes se dispuso en desordenada fila, a acometer una maltrecha y empinada subida para encaramarse a la cima de lo que fue la antigua ciudad visigoda.

Ahora, los nuevos soldados han trocado la panoplia por el avituallamiento: las lanzas por bastones y cayados, las cimeras por gorras y sombreros y las espadas por botellas y cantimploras. La única resistencia que se encuentran es la densa vegetación, el calor asfixiante, y los empinados riscos. En determinado momento hacen una parada "á sombra duma azinheira que já não sabia a idade" y, entonan “Grandola, vila morena”, como si de un nuevo himno de conquista se tratara.
Muralla de Caliabria.

Pero este es un ejército de paz y los enviados sólo buscan los fantasmas de los antiguos pobladores, entre ellos el de los obispos calabrienses, tanto los de los visigodos que fueron a los concilios de Toledo y Mérida, como los que les sucedieron, alguno de los cuales ni siquiera llegó a tomar posesión de sus episcopales dominios. Fue el caso de Domingo, al que Fernando, rey de León, le hizo obispo de Ciudad Rodrigo, pero con el título de Caliabria, que así quería dar legitimidad a la nueva diócesis. A buen seguro, Domenicus nunca subió a la cima de la vieja ciudad. Sí lo hizo don José da Cruz Policarpo, a quien el papa nombró en 1978 auxiliar de Lisboa con el título de bispo de Caliabria. Pero don José se encontró también con la soledad de un paisaje cubierto de almendros y los restos de una muralla en la que entonó vísperas.

Llegados a la cima y a la sombra de outra azinheira, los viajeros conversan en animada platica sobre el pasado del velho castelo y de cómo el cuerpo de San Apolinar –supuesto obispo de Caliabria martirizado en época de Trajano- habría cruzado en barca el Douro para llegar hasta la cercana Urros, donde todavía se le venera.

En estas y otras cuitas estaban, cuando los exploradores deciden que es llegada la hora de tomar el botín o tesoro de la ciudad, y que no es otro que centenares de instantáneas capturadas con sus modernos artilugios. Alguno, como el que escribe, dejó allí perdida para siempre la tapa de su cámara fotográfica. Comprobada la quietud del lugar, deciden que no deben perturbar más la paz de estos desiertos, y se disponen a enfilar el descenso por la cara oeste del cerro, en busca de un camino que lo bordea hacia el mediodía, en medio de olivos y viñas modernizadas con el riego por goteo.
El Duero desde Caliabria.
Pero es hora de recomponer el cuerpo, muy azotado por el esfuerzo. Tras una parada en los restos arqueológicos del "Olival dos Telhões", donde se lamentan de su grado de conservación, los viajeros ponen rumbo a la sede da Junta de Freguesia de Almendra. Es hora del almuerzo o merenda partilhada. Também é hora de confraternizar os laços ibéricos e de fronteira, juntamente com o vinho destas terras.





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lunes, 25 de junio de 2018

Puentes fortificados de España y Portugal (y 2)

BESALÚ, TOLEDO, PINOS PUENTE, BALMASEDA Y UCANHA


José Ignacio Martín Benito


Puente de Besalú . Foto wikipedia.
Puente de Besalú (Girona) sobre el río Fluviá

Levantado sobre el lecho del río Fluviá, de trazado irregular y oblicuo. Es un puente que se cita ya en el siglo XI. Continuamente reparado, una de las principales reparaciones debió ser en 1680. La estructura tiene siete arcos; el primero se incluye dentro del recinto de las murallas. La torre fortificada es de planta hexagonal levantada sobre el quinto pilar.

Los puentes de Toledo: San Martín y de Alcántara

Ambos sobre el río Tajo. El de San Martín comunica le oeste de la ciudad con la Judería y con San Juan de los Reyes. Se construyó en el siglo XIII. Fue parcialmente destruido en la guerra civil castellana, entre Pedro I y Enrique II. Ha experimentado varias reformas. En época de Carlos II se ensancharon los accesos y durante el reinado de Carlos IV el puente se pavimentó. Las torres fortificadas son de planta poligonal y se encuentran en ambos extremos. hay torres fortificadas de planta poligonal.
El puente de Alcántara no deja de ser una redundancia, pues (Al-Qantara en árabe significa "el puente"). Es un puente de dos arcos situado a los pies del castillo de San Servando. Probablemente de origen romano, no obstante las primeras noticias históricas datan del año 788 durante el periodo islámico de Toledo. Reforzado y reconstruido en 997, durante la época de Almanzor. Cuenta también con dos torres. La más cercana a la ciudad se construyó en el siglo XIII y fue reconstruida durante el reinado de los Reyes Católicos. En 1721 fue sustituida por una puerta barroca. La torre principal. situada en el extremo opuesto es de época medieval.

Puente de Alcántara en Toledo. Foto wikipedia.

Pinos Puente (Granada)

Este puente salva el barranco del río Cubillas en Pinos Puente (Granada). Su origen es de la época islámica. Está construido en fábrica de sillería, a soga y tizón. La curva del arco central tiende a la herradura. La torre de defensa del puente fue volada por la artillería en el siglo XV. En el siglo XVIII se construyó en su lugar una capilla dedicada a la patrona del lugar, Nuestra Señora de las Angustias.

Puente sobre el río Cubillas, en Pinos Puente (Granada). Foto Patronato de Turismo de Granada.

Puente de la Muza en Balmaseda (Vizcaya)

Construido en piedra de sillería, con tres arcos de medio punto, para salvar el curso del río Cadagua. La torre data del siglo XV.


Puente sobre el río Cadagua en Balmaseda (Vizcaya). Foto wikipedia.


La ponte de Ucanha (Portugal)

Se levanta sobre el río Varosa, en el camino de Lamego a Riba Côa. El puente con la torre fue levantado en 1465 por don Fernando, abad del monasterio cisterciense de Salzedas, como entrada a las tierras del coto monástico. El pontazgo se pagaba pues al monasterio; así estuvo hasta 1527 cuando Ucanha pasó a depender directamente de la Corona portuguesa. En su interior hay una pequeña sala de exposiciones que recuerda al hijo ilustre de Ucanha, Leite de Vasconcelhos.

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miércoles, 20 de junio de 2018

Puentes fortificados de España y Portugal (1)

FRÍAS, CÓRDOBA, ZAMORA Y  PUENTE CONGOSTO


José Ignacio Martín Benito

Puente de Frías sobre el Ebro. Foto Ayuntamiento de Frías.

El paso de los ríos ha sido siempre un reto. El control de un vado era también en control de gentes, viajeros, ganado o mercancías. Varias villas y ciudades se preocuparon de defender el paso. Por eso alguos puentes de piedra se defendían mediante la construcción de torres, situadas en los extremos del viaducto o en el centro de la estructura.

Puente de Triana (siglo XVI)
El puente era algo así como la llave de la ciudad. Servía de paso, sí, pero también de control de las personas, mercancías y ganados, que debían satisfacer el impuesto del pontazgo o portazgo. A su papel en la fiscalidad hay que unir su contribución a la defensa. Sabido es que la torre del Oro en Sevilla es una construcción defensiva, que guardaba el puerto fluvial, pero también el puente de barcas de que unía la ciudad Sevilla con el castillo de Triana. El propio puente estaba defendido por una torre como se ve en el grabado que acompañamos.

Pero vamos a citar aquí algunos puentes fortificados de la ibérica península.

Puente de Frías (Burgos)

Uno de los más conocidos puentes fortificados españoles es de la ciudad de Frías, sobre el río Ebro. Se trata de una construcción de 143 metros de largo, con nueve arcos. En el centro del viaducto se eleva un torreón gótico de planta pentagonal, del siglo XIV. Su construcción parece que puede estar relacionado con el cobro del pontazgo.

El puente y torre de la Calahorra (Córdoba) 
Puente sobre el Guadalquivir y torre de la Calahorra (Córdoba). Smartour.

La construcción del paso sobre el Guadalquivir se remonta a la época romana (siglo I a. C.). Reformado en las distintas épocas históricas, la estructura principal es medieval. Una de las principales reformas tuvo lugar 1876. La torre de la Calahorra, es una fortaleza de origen islámico, situada en el extremo del puente, en la margen izquierda del Guadalquivir. El puente data del siglo I a. C. y durante toda su historia ha experimentado varias remodelaciones. La estructura principal data de la época medieval, siendo la reforma más relevante la que se produjo en torno al año 1876.

El puente de Zamora sobre el Duero

La construcción se remonta al siglo XIII. En sus extremos estuvo defendido por dos torres, ya desaparecidas. Estas torres jugaron un papel destacado en la batalla que en 1476 se dio en la defensa del puente de Zamora, acosado por Alfonso V de Portugal durante la guerra de sucesión a la Corona de Castilla (Hernando del Pulgar: Crónica de los Reyes Católicos, cap. XLI). En aquella ocasión, las torres fueron defendidas, entre otros, por Francisco de Valdés Tanto las torres como su pretil estuvieron almenadas. Sobre una de las torres se hallaba la figura de la Gobierna, veleta de hierro forjado, que enviaba el reflejo del sol al otro lado del Duero y que actualmente se encuentra depositada en el Museo Provincial. Rodrigo Méndez Silva, en su Población General de España (1675) dice de Zamora: “Tiene hermosa puente con dos torres, 300 almenas, diez y siete ojos”. Las dos torres del puente se derribaron en 1906, junto al pretil de piedra.

Puente del Congosto sobre el río Tormes

Una provisión de los Reyes Católicos ordenó levantar este puente, por lo que deducimos que el paso del río en esta zona tuvo que ser en barca. De hecho, momentos hubo que hubo que recurrir a las embarcaciones. En 1911 la fuerza de la corriente hizo que volcara una barca que cruzaba el río, pereciendo ahogados dos pastores que llevaban a bordo diez ovejas con destino al mercado de Piedrahíta.
Castillo y puente sobre el Tormes (Puente Congosto, Salamanca).

(Continuará: Besalú, Toledo, Pinos Puente, Balmaseda y Ucanha) 

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viernes, 15 de junio de 2018

Los caminos a Galicia durante la Edad Media

LA RUTA DEL VALLE DEL TERA. MONASTERIOS Y RELIQUIAS

José Ignacio Martín Benito

Iglesia de Santa Marta de Tera (Zamora).
Los caminos entre el centro y el sur de la Península debían confluir en el entorno de los Valles de Benavente. Esas vías fueron utilizadas por los ejércitos musulmanes y cristianos en sus desplazamientos. El valor de cruce de caminos se puso de relieve en los acontecimientos de la batalla de Polvorosa, sucedida en el año 878 a orillas del Órbigo. En ella se enfrentaron las huestes de Alfonso III contra dos cuerpos de ejército musulmanes. Uno procedía de Córdoba y había tomado el camino del norte contra Astorga y León, remontando la vía de la Plata; el otro procedía del centro, de Toledo, Talamanca, Guadalajara y otras plazas[1].

El camino del valle del Tera
 
La ruta del Tera, que discurría remontando el valle de este río y, después la alta Sanabria, conducía también a las tierras del noroeste, una vez salvados los puertos de Padornelo y La Canda. Ya desde el siglo X se sitúan en su entorno diversos monasterios, los cuales, entre sus diversas funciones, sirven también de hospedaje a los transeúntes. En el año 930 el presbítero Hanimino entregaba sus propiedades y pertenencias cuando ingresó como monje en la comunidad del monasterio de San Cipriano de Trefacio, y lo hacía para el sustento de los pobres y peregrinos que vinieran a hospedarse en el cenobio[2]. Lo mismo se especifica en la donación de Vigo de Sanabria que hace el rey Ordoño III a la abadía de San Martín de Castañeda en 952[3]. Las referencias al paso y socorro de peregrinos continúan en la centuria siguiente. Sirva, como ejemplo, la donación que en el año 1018 hizo el clérigo Juan al monasterio de Castañeda, cuando le donó la villa de Asurvial, para que sirviera de “cobijo para los hermanos y para los huéspedes y peregrinos que ahí vienen”[4]. Fórmulas estas que se repiten también en la donación de bienes en Villageriz y Fuentencalada que hizo Monio Martínez al monasterio de Santa Marta de Tera en 1115: “Para remedio de mi alma y de la de mis padres, y para la luz de la iglesia y para el hospedaje de pobres y de monjes que allí lleguen”[5].
 
San Martín de Castañeda (Zamora)
Monasterios

Y es que varios eran los monasterios que servían de refugio a los viajeros que hacían el camino por el valle del Tera y Sanabria. La ruta estaba jalonada por monasterios que hundían sus raíces en la época mozárabe. En Colinas de Trasmonte estaba el de Castroferrol. En Abraveses, en el entorno del que luego fue santuario de la Virgen de la Encina, se ubicaba el de San Pelayo; en Navianos de Valverde, el de Santiago, en lo que hoy es la dehesa de Malucanes, el cual pasó a ser propiedad del monasterio de Santa Marta en 1051, por donación de los condes Sancho Jiménez y María. Precisamente, Santa Marta de Tera, al ir agregando las posesiones de otras comunidades, se convirtió en la principal abadía del curso medio y bajo del valle. Otro centro era el de San Miguel de Camarzana. Más alejados, pero en el mismo entorno estaban los de San Pedro de Zamudia, San Salvador de Villaverde (en San Pedro de la Viña) y San Fructuoso en Ayóo de Vidriales. Por su parte, en tierras sanabresas, se enclavaron los monasterios de San Julián y Santa Basilisa en Vime de Sanabria, San Juan en Ribadelago, San Ciprián, cerca de Trefacio y, el más conocido y principal centro del alto Tera, San Martín de Castañeda[6].

Reliquias
 
Santiago peregrino. Santa Marta de Tera.
En su recorrido por el valle del Tera, los peregrinos visitaban también los santuarios y las reliquias que se guardaban en las iglesias abaciales. Uno de los mejores casos conocidos es, precisamente, el de Santa Marta de Tera. El monasterio había sido fundado a finales del siglo IX o principios del X. Aquí, según un documento de 1033, se rendía culto, junto a Santa Marta, mártir astorgana del siglo III, al Salvador, San Miguel Arcángel, y los apóstoles Santiago, San Andrés y San Mateo. El fervor religioso que despertaban las reliquias contó entre sus devotos al propio Alfonso VII, el Emperador, el cual, aquejado de una grave dolencia moral, invocó a Santa Marta y obtuvo curación. Por eso, en agradecimiento, viajó hasta su iglesia de la ribera del Tera en 1129 y confirmó todos los privilegios y el coto del cenobio. En el documento de confirmación se añadió que: “En su iglesia (de Santa Marta de Tera) el Señor devuelve la vista a los ciegos, oído a los sordos, el andar a los cojos; cura a los mancos, sana a los enfermos, limpia a los leprosos, expulsa a los demonios de los cuerpos posesos y hasta los prisioneros aherrojados se ven libres doquiera que se encuentren” [7]. Obsérvese que esta fórmula recuerda las virtudes curativas que se atribuían a Santiago en Compostela: el apóstol devolvía “la vista a los ciegos, oído a los sordos, palabras a los mudos, la vida a los muertos...”.


[1] Crónica Albeldense, en J. GIL FERNÁNDEZ, J. L. MORALEJO y J.I. RUIZ DE LAPEÑA, Crónicas Asturianas, Oviedo, 1985, pág. 177 y Chronicon de Sampiro, en E. FLÓREZ, España Sagrada, Tomo XI. Madrid 1905, pág. 440.
[2] M. FERNÁNDEZ DE PRADA, El Real monasterio de San Martín de Castañeda. Madrid 1998, pág. 138, nota 124.
[3][3] M. FERNÁNDEZ DE PRADA, Op. cit., pp. 114-115.
[4] M. FERNÁNDEZ DE PRADA, Op. cit., pp. 141-143.
[5] A. QUINTANA PRIETO, Santa Marta de Tera. Zamora 1991, doc. VIII, pp. 200-201.
[6] Sobre los monasterios y su papel en las comunicaciones, véase R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, “Monasterios, caminos de peregrinación e infraestructura viaria en el norte de Zamora”, Brigecio, 10, pp. 45-66.
[7] A. QUINTANA PRIETO, Santa Marta de Tera. Zamora 1991.


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domingo, 10 de junio de 2018

Nueva crónica portuguesa (5)

EN BUSCA DEL DOURO. PROCESIÓN EN SAN MARTINHO DE MOUROS
José Ignacio Martín Benito

El Duero en el Paso dé Régua.

A primera hora de la tarde luce el sol en Lamego. Los viajeros han decidido buscar el Duero y sus miradores camino de Resende. No saben muy bien por qué les atrae el nombre del lugar. Acaso, se dicen, porque les evoca a Mendo Afonso de Resende, un viajero que corrió la Raya entre 1537-1538 para comprobar la demarcación fronteriza, por mandato del rey de Portugal. Salen de Lamego, camino de Régua, por una carretera nacional muy tortuosa, plagada de curvas y jalonada por terrazas de vid y olivos. Se topan con el Duero en el Paso dé Régua; aunque, en verdad, se habían topado mucho antes, cuando preparaban el libro de las barcas de paso y descubrieron aquel trajín de embarcaciones en el óleo de Joâo Baptista Ribeiro. En esta tarde de diciembre no hay barcos en el río. Sólo más adelante, desde un mirador camino de Resende, observarán un crucero que se desliza remontando el Duero dejando una estela fluvial. Hasta las cumbres llegan los ecos del megáfono que explica a los viajeros la visita. El barco es blanco, el lecho fluvial azul y la tarde gris, pues el sol se ocultó de nuevo y el cielo amenaza lluvia. 

Iglesia de Barró.

Señalizaciones en la estrada indica la presencia do Románico Atlántico. De ahí que la próxima parada será la Igreja do Barró, que se encuentra al lado del cementerio o, tal vez, el cementerio buscó el cobijo y la protección de la iglesia. Los viajeros bajan al templo con la esperanza de encontrarlo abierto, pero tendrán que conformarse con tomar unas instantáneas del exterior, pues está fechado

Sâo Martinho de Mouros.
Mejor suerte tendrán en San Martinho dos Mouros, donde los fieles se congregan en el templo-fortaleza para venerar a la Inmaculada. El templo es una recia construcción en granito, con los vanos en saetera.

Acabada la misa los acólitos salen en procesión, con la imagen de la Virgen encaramada en una peana con túmulo de flores. El gris de la tarde lo rompe la descarga pirotécnica, cuyo estruendo repercute en los ecos de valles y barrancos. A los viajeros le recuerda aquella víspera del Carmen en Cangas de Narcea de 1981. Allí fue de noche. En Sâo Martinho son las 4 de la tarde, pero tampoco hay sol. Los fieles protegidos con paraguas salen de la iglesia y en cortejo procesional se adentran en la población. Unas devotas se han quedado en la iglesia, rezando. Los viajeros hacen fotografías de la magna construcción, mientras se preguntan si no estarán perturbando la oración. Cuando quieren llegar a Resende la tarde ya declina. Casas y figuras se vislumbran entre dos luces. Apenas tendrán tiempo de dar un pequeño paseo por la población, tras decidir que no buscarán el Duero, pues la noche se les echa encima. En eso estaban, cuando de nuevo les asalta el recuerdo de Mendo Afonso de Resende; pero los viajeros no han venido para hacer ninguna demarcación y deciden volver a Lamego.

En la ciudad se nota cierto ajetreo. La Taberna está más concurrida que las noches anteriores. Varias personas salen de cenar y dirigen sus pasos al Teatro Ribeiro Conçeiçâo, donde les espera una función.

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martes, 5 de junio de 2018

Iglesias románicas de Benavente (2)

SAN JUAN DEL MERCADO

José Ignacio Martín Benito 


San Juan del Mercado.

De la construcción de San Juan del Mercado hay constancia documental de 1181. Este año, doña Aldonza, hija del conde Osorio y de la condesa Teresa llegaba a un acuerdo con Pedro de Areis, prior de la Orden del Hospital de San Juan, para seguir la construcción del templo que ella misma había iniciado en torno a 1164, esto es, en los años en que la corona leonesa lleva a cabo la repoblación de la villa. Desde 1181 pues la iglesia estuvo vinculada a los sanjuanistas. El interior tiene tres naves, con crucero que no sobresale en planta, pero sí en alzado. La cabecera lleva tres ábsides, uno por cada nave, con bóveda de crucería. En el exterior se abren tres portadas. La más monumental es la del mediodía, del siglo XIII, con programa iconográfico donde se representan profetas y precursores en las jambas y la Epifanía en el tímpano y arquivoltas. En el intradós del arco apuntado que cobija la portada van pintados, en grupos de dos, los ancianos del Apocalipsis. La puerta norte es similar a la misma de Santa María del Azogue, si bien la de San Juan es más pequeña. En la del oeste, que se abre a la nave central, van arquivoltas sobre molduras sin decorar, salvo la primera, con doce relieves, de temas florales y zoomorfos. Entre los capiteles de las columnas, destaca uno figurado donde se representa el tema de la dama y el caballero.

Varias son las pinturas al fresco que decoran los muros del interior, en especial las de la cabecera. Destaca la del ábside central con tema que alude al titular de la iglesia: San Juan bautizando a Cristo; en los lunetos, figuras de los evangelistas, mientras que la bóveda se decora con motivos platerescos. Los ábsides laterales recibieron también pinturas, así como parte del muro de la Epístola. Dentro del arte mueble varias son las piezas dispersas por la iglesia. Cabe señalar el retablo de la imposición de la casulla a San Ildefonso, con varias tablas: El Nacimiento, La Epifanía y otras dos alusivas al obispo toledano. En la predela, seis apóstoles, entre los que se ha representado a Santiago peregrino. Como obras escultóricas destacan dos piedades, un crucificado gótico y varias imágenes de santos: San Blas, San Antón, San Crispín, San Juan, Santa Lucía, Santa Águeda...), entre otras.

El resto de iglesias con que cuenta Benavente son de reciente factura. Entre ellas cabe señalar, como testimonio de la vinculación jacobea, la nueva parroquia de Santiago Apóstol, creada en 1988 en uno de los barrios situados en torno al camino de los Maragatos o de Astorga. La iglesia es obra el arquitecto Manuel Calvete y alberga modernas esculturas en madera de cedro del claretiano P. Segundo Gutiérrez, entre ellas una de Santiago peregrino.

Para saber más:

HIDALGO MUÑOZ: Elena: La iglesia de SanJuan del Mercado de Benavente. Centro deEstudios Benaventanos "Ledo del Pozo". Salamanca 1997. 
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