REINO DE LEÓN

domingo, 22 de abril de 2018

Nueva crónica portuguesa (4)

LOS REMEDIOS DE LAMEGO. UNA ESCALA HACIA EL CIELO

José Ignacio Martín Benito


Estanque de la primavera y Los Remedios
Es día de la Inmaculada, festivo en Portugal, y los viajeros han decidido subir a Los Remedios. El santuario corona el promontorio que preside la ciudad y parece competir con el cerro del castelo. Diríase que ambos –castillo y santuario- son los protectores de los lamecenses. Y es que la milicia y lo celeste siempre han ido unidas de la mano, y si no que se lo pregunten a Fernando I, conquistador de Lamego, cuando recibió aviso del apóstol Santiago previo a la toma de Coimbra. Tierras belicosas estas del Duero, que enviaron a sus hijos a combatir más allá de la patria de Luso, como lo recuerda el monumento levantado a la memoria de os mortos en la Gran Guerra y, en especial, al Batalhão de Infantaria 9, de Lamego en su acción del 14 de marzo de 1918 en Neuve Chapelle.

A Los Remedios se sube por escalera zigzagueante desde el parque de la avenida Visconte Guedes Teixiera. Hay aquí un ambiente prenavideño, con luces y estrellas, y casetas que venden vinos, licores y otros productos de la tierra. A lo largo del parque y alineadas con el santuario hay cuatro fuentes o estanques, una por cada estación, con esculturas de bulto identificadas como primavera, estio, outono e inverno. Reparan los viajeros en que Lamego es una ciudad de fuentes. Y es que el culto a las aguas pervive en estas tierras del Duero, a pesar del esfuerzo que hizo San Martín Dumio, prelado de Braga, intentando catequizar a los rústicos de su arzobispado, allá por el siglo VI de la era cristiana.

El parque parece un lugar de encuentro, pero también de tránsito; es un espacio cerrado y a la vez abierto, en cuyos extremos están, respectivamente, el palacio episcopal y el santuario. Vista desde abajo, la subida a Los Remedios se debe antojar a romeros y devotos como una nueva escala de Jacob, un vínculo entre la tierra y el cielo. La escalera recuerda mucho a la del Bom Jesús do Monte, en Braga.
Fuente de los gigantes y santuario de Los Remedios.
Hoy el día ha amanecido frío y con niebla; quizás por eso no haya devotos en la escalera. Tan sólo algún turista despistado, pero eso sí, en el tramo alto. Seguro que en la romería del 6, 7 y 8 de septiembre la imagen es bien distinta; es lo que los viajeros se imaginan, que por entonces no estarán aquí para contarlo. Así que hoy la escalera forma parte del escenario, pero es de poca utilidad, ya que la mayor parte de los devotos han subido por la estrada con sus carros a rendir culto a Nuestra Señora. Los viajeros harán lo propio.

Los alrededores de Los Remedios están llenos de vehículos, pues la mañana, ya se dijo, no está para subir a pie. Del interior del templo llegan rezos y cánticos. Los viajeros esperan a que terminen los oficios para entrar y, mientras hacen tiempo, descienden algunos tramos de la monumental escalinata para admirar la Fuente de los Gigantes y demás arquitectura en el Largo dos Reis.

Termina la misa. Salen los fieles, precedidos por un pequeño cortejo de monaguillos que acompañan al oficiante. Este se coloca en la puerta y con mucho afecto se despide uno a uno de los feligreses conforme van saliendo.

Los viajeros entran en el templo, donde permanecen todavía algunos devotos; preguntan en la sacristía por algún libro de la historia del santuario. El comissario les indica que hay uno, escrito por el sacerdote que acaba de oficiar, y que lo pueden adquirir en la lonja. Compran el libro, que el autor les firma, deseándose mutuos parabens.
Largo dos Reis. Obelisco.

Tras bajar de Los Remedios, los visitantes buscan las iglesias de San Francisco y de Santa María de Almocave, pero ambas están cerradas. Tras cruzar un parque con bancos, en cuyo respaldo se representan escenas de transporte de vinho en ajados y maltrechos azulejos, se dirigen a lo que queda del mosterio das Chagas,. De la iglesia salen los fieles de misa y entran los viajeros. El monasterio fue fundación del obispo de Lamego Antonio Telles de Meneses en el siglo XVI, como se recuerda en sendas lápidas, tanto en el exterior o portada del mediodía, como en otra, más grande, en el presbiterio. Aquí también está la tumba del benefactor, del que se guarda una copia de su retrato en la sacristía.

El celestial y eclesiástico paseo llega a su fin. Es hora de confortar el cuerpo. El salón principal del restaurante Novo está ocupado por una celebración, pero en el comedor interior los viajeros encuentran una mesa y degustan un arroz com polvo. La tarde les espera.

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