José I. Martín Benito
“El mayor
embarazo que hay en los caminos y
el mas peligroso
es el haber de pasar una barca”.
(Fr. Martín Sarmiento, 1757)
Los ríos han sido, desde la Antigüedad, una fuente de riqueza: por la aportación de recursos, en especial la pesca, por el aprovechamiento de sus aguas para el riego de los campos o por la canalización de las mismas para mover la piedra de un molino. Los ríos han jugado también un papel destacado en la configuración de la red de comunicaciones. Por un lado, debe tenerse en cuenta que los cursos de agua han originado valles y estos han condicionado la apertura y trazado de veredas y caminos; por otro, y desde tiempos antiguos, el hombre aprovechó el lecho fluvial como vía de tránsito y surcó sus aguas recurriendo a diversos sistemas de embarcación y navegación[1].
Al mismo tiempo, los cauces suponían un obstáculo que era preciso franquear, para lo cual se buscaban vados, que podían atravesarse a pie o en caballerías. Pero los ríos han sido vadeables sólo en determinadas épocas, cuando el caudal disminuía como consecuencia de la estación seca. Sin embargo, cuando subía el nivel de las aguas, los vados ya no eran la solución. Para cruzarlos en cualquier época del año se recurrió a soluciones técnicas, como la construcción de pasos fijos o móviles. Esto es, se tendieron puentes (de madera o de piedra) o se recurrió a pasos flotantes, las barcas.
Los primeros requerían grandes esfuerzos, no sólo técnicos, sino también económicos, tanto en su construcción como en su continuo mantenimiento, debido al deterioro ocasionado por la fuerza de las aguas.
Al mismo tiempo, los cauces suponían un obstáculo que era preciso franquear, para lo cual se buscaban vados, que podían atravesarse a pie o en caballerías. Pero los ríos han sido vadeables sólo en determinadas épocas, cuando el caudal disminuía como consecuencia de la estación seca. Sin embargo, cuando subía el nivel de las aguas, los vados ya no eran la solución. Para cruzarlos en cualquier época del año se recurrió a soluciones técnicas, como la construcción de pasos fijos o móviles. Esto es, se tendieron puentes (de madera o de piedra) o se recurrió a pasos flotantes, las barcas.
Los primeros requerían grandes esfuerzos, no sólo técnicos, sino también económicos, tanto en su construcción como en su continuo mantenimiento, debido al deterioro ocasionado por la fuerza de las aguas.
El paso del Águeda por las tropas británicas, 1812. |
Resultaba más fácil y menos costoso establecer pasos móviles sobre los cauces (las barcas), si bien el tránsito en estas plataformas flotantes era menos fluido y más lento, además de ser más arriesgado y peligroso, sobre todo en época de aguas crecidas. El establecimiento de barcas como recurso para pasar los ríos, ha sido una constante en el interior peninsular a lo largo del tiempo. En algunas localidades, las barcas de paso se han mantenido hasta las últimas décadas del siglo XX.
Barca de Villaflor (Zamora). Embalse del Esla. Década de 1970. |
[1] F. ALONSO ROMERO: “Las embarcaciones y
navegaciones en el mundo celta de la Edad Antigua a la Alta Edad Media”, En V.
ALONSO TRONCOSO (coord.): Guerra, exploraciones y navegación: del mundo
antiguo a la edad moderna: curso de verano (U.I.M.P., Universidade de A
Coruña): Ferrol, 18 a
21 de julio de 1994, pp. 111-145.
ENLACES:
En este blog hemos ido publicando diversas entradas sobre el paso de los ríos mediante el uso de barcas o de puentes.
Incluimos aquí varios enlaces, conscientes de que pueden interesaros.
Los últimos barqueros
Barcas del Duero
Barcas del Porma (1)
Barcas del Porma (2)
El paso del Tera en La Puebla de Sanabria
Barcas de los Valles de Benavente
La barca de Fermoselle
Puentes de barcas en España (1)
Puentes de barcas en España (2)
Napoleón en Benavente
El paso del Águeda en Ciudad Rodrigo
El puente de piedra de Zamora (I)
El puente de piedra de Zamora (II)
Reparaciones en el puente de Zamora
El puente de piedra en la literatura
El paso del Esla en Castrogonzalo
Para saber más:
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