Barca. Dibujo de Hildebrand. Grabado de Moynet. |
José I. Martín Benito
El paso de los cauces fluviales mediante el uso de embarcaciones ha constituido, sin duda, un potencial riesgo para la seguridad de personas, ganados y mercancías. Con la proliferación de puentes o viaductos desde mediados del siglo XX, apenas hoy somos conscientes de lo que en otras épocas supuso pasar de una orilla a otra. Sin embargo, pasar un río entrañaba dificultades, que se dejaba en manos de la pericia de los barqueros, pero también en invocar la protección del cielo.
El paso de los cauces fluviales mediante el uso de embarcaciones ha constituido, sin duda, un potencial riesgo para la seguridad de personas, ganados y mercancías. Con la proliferación de puentes o viaductos desde mediados del siglo XX, apenas hoy somos conscientes de lo que en otras épocas supuso pasar de una orilla a otra. Sin embargo, pasar un río entrañaba dificultades, que se dejaba en manos de la pericia de los barqueros, pero también en invocar la protección del cielo.
En
la geografía hispana varios son los pasos de barca ligados a la ayuda divina. Como
los caminantes que, implorando el auxilio de San Rosendo, pudieron cruzar el
río Cádavo en una embarcación cuyo barquero resultó ser el propio santo[1];
o los peregrinos ingleses que venían de romería a Santiago en 1211, cuya barca
naufragó en el río a la altura de Tolosa, pero que pudieron salir del agua gracias
al socorro de Santo Domingo[2].
La ayuda mariana
A
la Virgen de
Monserrat se encomendaron los barqueros de San Vicente dels Horts en la crecida
del río Llobregat la noche del 31 de agosto de 1617, cuando se rompió la maroma
de la barca, saltaron al agua y pudieron salvar sus vidas[3].
Barca en el río Llobregat, Principios del siglo XX. |
Algo similar le ocurrió al ermitaño del santuario de Nª Sª del Viñero de El Grado,
que en compañía de otras personas cruzaba en barca el río Cinca; tras romperse
la sirga y ser arrastrada la embarcación invocaron el auxilio de la Virgen y pudieron ponerse a
salvo, tras la cual mandaron fabricar una barquilla como ex voto al santuario[4].
A la Virgen de
los Llanos de Hontoba (Guadalajara) invocaron los pasajeros de la barca de
Acequilla en 1615, cuando al cruzar el Henares, el río rompió la parte donde
estaba asegurada la maroma, de modo que el agua comenzó a anegar la embarcación
con riesgo de hundimiento, pero, finalmente, pudieron salir libres de tal
peligro[5].
A
la Virgen del
Camino de León se encomendaron en 1677 dos peregrinos que iban a Santiago
cuando la corriente arrastró la barca en la que cruzaban el río Narcea en
Cornellana (Asturias); enderezada la nave pudieron ponerse a salvo, lo que
atribuyeron a la “providencia maravillosa del Cielo”[6].
La intercesión de la
Virgen María resultó también providencial para el auxilio de
Fray Leandro, descalzo de la Santísima Trinidad, que cayó con la mula al río
Tajo cuando iba a tomar la barca para cruzarlo, pero que pudo ser socorrido por
los de la embarcación[7].
Santos y ríos
La propia Santa Teresa de Jesús y sus acompañantes pudieron también sobrevivir
a la rotura de la maroma de la barca cuando pasaban un río camino de Sevilla[8].
En otras ocasiones, son los propios santos los que, al no poder utilizar la
barca, pasan el lecho del río, transportados por la divinidad o caminando sobre
las aguas, como se atribuye a San Pedro de Alcántara en el Guadiana, Alconétar
(Tajo) y Boecillo (Duero)[9].
Otras veces, basta extender una prenda sobre las aguas y esta se convertirá en
balsa de paso; lo hizo San Bernardino de Siena que, al no quererle pasar el
barquero el Ebro en La Puebla,
extendió su manto sobre las aguas, encima del cual pudo pasar el río, junto a
otro compañero franciscano[10].
También Santa María de la
Cabeza, esposa de San Isidro Labrador, extendió su mantilla
para pasar a la otra orilla del río y visitar la ermita de Nª Sª de la Piedad[11].
San Francisco de Paula, navegando sobre su manto. |
Para saber más:
[1]
Ordoño de Celanova. Vida y milagros de San Rosendo. Edición, traducción y estudio por Manuel C. Díaz y
Díaz, María Virtudes Pardo Gómez y Daría Vilariño Pintos La Coruña, 1990, pp. 169-171.
[2]
Fr. J. LÓPEZ: Flos sanctorum del beato
Santo Domingo y su orden de predicadores. Valladolid 1622, fol. 16 v. y Fr
D. SUÑER: Vida y milagros de Santo
Domingo de Soriano. Perpignan 1651. pp. 36-39.
[3]
Libro de la historia y milagros, hechos a
invocación de nuestra Señora de Montserrate. Barcelona 1627, pág. 287.
[4]
R. A. FACI: Aragón, reyno de Christo, y
dote de Maria Santissima, exaltado por la columna immobil de Nuestra Señora del
Pilar y favorecido con los santissimos misterios de Jesus sacramentado,
reliquias de la Santa Cruz,
y otras; con las Santissimas imágenes de Nuestra Señora, apariciones, y
patrocinio de muchos santos. Tercera y quarta parte. Tomo segundo. Madrid
1750, pág. 149.
[5]
A. de SAN IGNACIO: Historia de la
invención de la santa, y milagrosa imagen de Nuestra Señora de los Llanos, y de
sus milagros. Madrid 1719, pág. 295.
[6]
J. de VILLAFAÑE: Compendio histórico en
que se da noticia de las milagrosas y devotas imágenes de la Reyna de cielos, y tierra,
María Santissima, que se veneran en los mas celebres santuarios de Hespaña.
Salamanca 1726.
[7]
Fr. LUCAS de la
PURIFICACIÓN: Quarta
parte de la Chronica de los descalzos
de la Santísima
Trinidad, redempción de cautivos. Granada 1732, pp.
62-63.
A la ayuda mariana se
encomendaban también los que intentando cruzar un río, sufrían algún percance;
fue el caso del soldado Alonso de la
Peña que en 1468 cayó con su caballo a las aguas del
Guadalentin y, tras encomendarse a la
Virgen de Guadalupe, pudo salir a flote, “assentado sobre el
agua, como si fuera una barca, sin tragar gota, ni hundirse, ni causarle miedo,
ni pena caso tan temeroso”, tras lo cual logró asirse a un hilo verde “como si
fuera una maroma recia” y ponerse a salvo. D. MONTALVO: Venida de la soberana Virgen de Guadalupe a España, su dichosa invención y de los milagrosos
favores que ha hecho a sus devotos. Lisboa 1631, pp. 27-28.
[8]
Fr. D. de YEPES: Vida, virtudes y
milagros de la bienaventurada virgen Teresa de Jesus, madre y fundadora de la
nueva reformación de la orden de los descalzos y descalzas de nuestra Señora
del Carmen. Madrid 1796, pág. 383 y Madrid 1797, pág. 85.
[9]
J. de SANTA MARÍA: Chronica de la
provincia de San Ioseph de los descalços de la Orden de los Menores de nuestro Seraphico Padre
S. Francisco. Madrid 1615, pág.115 y M. DE SAN JOSÉ: Historia de las vidas y milagros de nuestro beatro padre Frai Pedro de
Alcántara, de
el Venerable Frai Francisco de Cogolludo y de los religiosos insignes en
virtudes que ha hauido en la
Reforma de Descalços que el mismo venerable padre ynstituyo
en la Orden de
nuestro Seraphico Padre San Francisco con la fundaçion de las provinçias
que de ella han proçedido. Arévalo 1644, pp. 80-81.
[10] J.
de AMIAX: Ramillete de Nuestra Señora de
Codes. Pamplona 1608, pág. 99 (r).
[11]
Fr. N. J. de la CRUZ:
Corona de cortesanos y laudo de
labradores o espejo de labradores y exemplar de cortesanos. La vida, virtudes y
milagros de San Isidro Labrador. Madrid 1741, pág. 55.
La barca de Fermoselle
El paso del Tera en La Puebla de Sanabria
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