Un topónimo ligado al mundo subterráneo
Pozo Airón, en la Sierra de Camaces |
En el término de Ciudad Rodrigo, en la Sierra de Camaces, existe un pago denominado Pozo Airón (MTN, Hoja 500, edición 1945). Recuerdo haber visitado el lugar y bajado a él hace más de 30 años, en compañía de algunos miembros de la Asociación Amigos de Ciudad Rodrigo. Se trata probablemente de una antigua mina. Quizás sea el mismo que cita el agustino César Morán en su Reseña Histórica y Artística de la provincia de Salamanca (1946), aunque no está en término de Sahelices, como parece inferirse de la cita que da el agustino.
Seguramente se trata del mismo lugar al que se refiere Casiano Sánchez Aires, en su Breve Reseña Geográfica, Histórica y Estadística del Partido Judicial de Ciudad Rodrigo (Ciudad Rodrigo 1904, pág. 178). El autor lo sitúa en el término de Castillejo de Martín Viejo y escribe de él lo siguiente:
“No llama menos la atención de
aquellas sencillas gentes otro sitio en término de Castillejo, titulado
el Pozo Airón en la sierra de Campaneros, camino de Ciudad Rodrigo á
Vitigudino, cisterna profunda formada de varios y sinuosos cuerpos,
acerca de la cual se cuentan curiosas y fantásticas anécdotas. ¡Quién
dice que es la boca de un túnel que antiguamente comunicaba con dicha
ciudad!: quien, que tenía comunicación con el Águeda, en prueba de lo
cual añaden que algunas cabras que allí se despeñaron, parecieron
después en el rio á legua y media de distancia!: otros, que arrojaron en
dicho pozo un perro vivo, y fué á encontrar salida en el Piélago Sordo:
que ha sido cueva de ladrones!! que… pero lo probable es que sea una
escavación hecha para explotar alguna mina de hierro, como lo indica la
constante oxidación que se observa en los bordes de su entrada”.
César Morán escribe en su Reseña: “En
lo alto aparece Sexmiro, y más abajo el puente sobre el Agueda que
enlaza las dos orillas, la de Sahelices, donde se ve una antigua mina de
hierro llamada el pozo Airón, divinidad de las simas insondables, con
la orilla izquierda de Barquilla, donde hay otro verraco ibérico…” (Salamanca, 1946, pág. 23).
El pozo está cerca de Castillejo de Dos Casas, donde se conservan diversas leyendas ligadas a la sima.
Pero el topónimo lo encontramos en más lugares.Relativamente cerca de Ciudad Rodrigo, en los Arribes del Duero, en Pereña, hay otro lugar al que llaman Pozo Airón. Se trata de una caverna excavada por el agua. Aquí se darían cita, por tanto, dos de los elementos al que Airón va asociado: una cavidad y el agua. Puede verse esto en
Pero el topónimo lo encontramos en más lugares.Relativamente cerca de Ciudad Rodrigo, en los Arribes del Duero, en Pereña, hay otro lugar al que llaman Pozo Airón. Se trata de una caverna excavada por el agua. Aquí se darían cita, por tanto, dos de los elementos al que Airón va asociado: una cavidad y el agua. Puede verse esto en
http://personales.com/espana/salamanca/Perena/Airon/htm
El topónimo en España
En España hay más de sesenta topónimos
“Airón”, ligado a las aguas, a las fuentes y al mundo subterráneo. También en Portugal, cerca de Braga, varias localidades llevan el topónimo Airâo.
Airón fue una divinidad indígena prerromana del occidente europeo. Su culto se registra tanto en Francia como en la Península Ibérica, asociado al agua (fuente de vida) y a la vegetación, pero también a las profundidades y al inframundo.
En el libro que trata de la Descripción de España (Las Antigüedades de las ciudades de España, Madrid 1792, pág. 175), cuenta Ambrosio de Morales, que cerca de la villa llamada el Castillo de Garci Muñoz (La Almarcha), en La Mancha, hay un lago del mismo nombre, no muy grande, pero muy profundo, al que no se le conoce fuente ni manantial “y sustenta en todo tiempo su lleno de una manera. Y por ser aquella tierra tan seca es más notable y extraña aquella abundancia de agua allí queda y estantía”.
Como decíamos más arriba muchas son las leyendas ligadas a estas simas, entre ellas la de Tejerina (León). También han dejado su huella en la tradición de romances y canciones. Una canción de Orellana la Vieja (Badajoz), donde hay otro pozo Airón dice: "Tire media naranja a la laguna /cualisquiera que la vea/ dice ques una./ Tire la otra mitad al pozo Airón / Cualisquiera que la vea dice que son do´s".
Por su parte, en una de las versiones de Los de los Siete Infantes de Lara se romancea:
Airón fue una divinidad indígena prerromana del occidente europeo. Su culto se registra tanto en Francia como en la Península Ibérica, asociado al agua (fuente de vida) y a la vegetación, pero también a las profundidades y al inframundo.
En el libro que trata de la Descripción de España (Las Antigüedades de las ciudades de España, Madrid 1792, pág. 175), cuenta Ambrosio de Morales, que cerca de la villa llamada el Castillo de Garci Muñoz (La Almarcha), en La Mancha, hay un lago del mismo nombre, no muy grande, pero muy profundo, al que no se le conoce fuente ni manantial “y sustenta en todo tiempo su lleno de una manera. Y por ser aquella tierra tan seca es más notable y extraña aquella abundancia de agua allí queda y estantía”.
Poza Airón o Poceirón (Aldea del Pinar (Burgos). |
Por su parte, en una de las versiones de Los de los Siete Infantes de Lara se romancea:
Ya se van los siete hermanos/ ya se van para Aragón;
los calores eran fuertes/ agua non se les topó.
Por el medio del camino/ toparon un pozo Airón;
echaron pares y nones/ al más chico le cayó.
Lo atan con una cuedra/, lo echan al pozo Airón;
por el medio de aquel pozo/ la cuerda se les rompió.
El agua se le hizo sangre;/ las piedras culebras son
cuelbras y alacranes/ le comen el corazón.
- Esperad vos, mis hermanos/, quiero decir una razón:
Si vos pregunta la mi madre, la direx, ¡atrás quedó!
Si vos pregunta el mi padre/, le direx: ¡al pozo Airón!
Si vos pregunta la mi mujer/, la direx: viuda quedó.
Si vos preguntan los mis hijos/, les direx: huérfanos son
Cómo llegar al pozo Airón desde Ciudad Rodrigo
Mi amigo y compañero en el Centro de Estudios Mirobrigenses, José Ramón Cid Cebrián, nos lo indica: "Resulta complicado llegar al Pozo Airón sin conocer la zona; son caminos
o roderas de fincas ganaderas sin señalización alguna. El lugar se
encuentra en la linde de las dehesas Valdecarros y Campanero, en lo alto
de la Sierra de Camaces. Desde Ciudad Rodrigo se puede ir por el
antiguo camino de Villavieja de Yeltes, que sale de la derecha de la
carretera de Lumbrales, nada más pasar el puente de la vía del tren; se
pasan las fincas o caseríos de La Mug, Capilla de la Sierra y
Valdecarros. Al cruzar el Caserío de Valdecarros continúa el camino por
el Valle que atraviesa la Sierra de Camaces y, en la parte alta al lado
de una fuente de piedra, hay que coger una rodera que sale a la
izquierda y sube a la cima de la sierra. Allí existe una caseta forestal
de la Junta de Castilla y León, desde donde se divisa una gran
extensión de terreno y en verano hay un guarda para vigilar los fuegos;
desde esta cima, último trayecto al que se puede llegar en automóvil, en
dirección noreste, pasando el alambrado de la raya de Campanero (el
caserío se divisa en el valle), a unos 100 metros se encuentran las
bocas del Pozo Airón".
Relato de ficción sobre el Pozo Airón, en El memorial de Salazar.
Relato de ficción sobre el Pozo Airón, en El memorial de Salazar.
Como siempre
me han resultado curiosas las cosas antiguas, cuando la ocasión lo requería
interrogaba a los curas de las aldeas sobre el particular. Fue así que, recién
llegado a este obispado, cuando por mandado de su señoría reverendísima realicé
visita a Castillejo de dos Casas, llegué a tomar conocimiento de la sima que
dicen el Pozo Airón. Tales cosas me contó el beneficiado de este lugar que le
rogué me acompañara, para verlo con mis propios ojos y formarme cabal idea
del mismo.
El
citado pozo se encuentra en la sierra de Campaneros, en la cercanía del camino
de Ciudad Rodrigo a Vitigudino. Nos levantamos temprano, para poder así
esquivar mejor el calor, pues era entrado el mes de junio. En compañía de tres
hombres que conocían el paraje, allá que nos acercamos el beneficiado, el
criado que me acompañaba y yo. Íbamos provistos de varias varas de soga y de
hachones, pues decían los lugareños que la bajada arrojaba cierto peligro y al
cabo de unos metros comenzaba a perderse la luz solar. Habrían transcurrido cerca
de dos horas de marcha, sorteando peñas, tomillo, jarales, encinas y robles
cuando llegamos a nuestro destino. De pronto advertí que el sol se había
ocultado tras unas negras nubes, que los trinos de los pájaros habían cesado y
que los grillos y chicharras guardaban silencio. Advertí también que los
lugareños e, incluso, el cura, se santiguaban y humillaban la cabeza.
No he de negar
a Vuestra Majestad que sentí un escalofrío cuando pude asomarme a aquella boca
de garganta profunda que se abría hacia el interior de la tierra y que, según
contaban algunos, comunicaba con la misma morada del diablo. Pero repuesto y
anteponiendo el raciocinio a la debilidad y el valor al miedo, iniciamos los
preparativos para poder descender a la sima. Yo contaba entonces cincuenta y
cinco años de edad y por mi naturaleza, y porque el Señor no me había retirado
cierta soltura –que siempre he sido de complexión delgado-, había tomado la
decisión de que lo que hubiera allí abajo debía verlo con vista de ojos.
Fue que atamos
varios cabos de soga a dos robles cercanos y el extremo suelto lo anudamos a
nuestra cintura con gran firmeza, para utilizarlo a modo de escala y, con sumo
cuidado y sintiéndonos seguros, comenzamos a bajar. Lo hicimos dos de los
hombres que llevábamos y yo mismo, que el beneficiado se excusó diciendo que
andaba algo suelto del vientre. Mientras, el tercero de los hombres vigilaba la
boca del pozo e iba soltando lentamente la cuerda, a medida que descendíamos.
Mi criado bastante tenía con cuidar de las caballerías, que tampoco era mozo
intrépido.
No
recuerdo muy bien cuánto tardé en bajar, aunque a mí se me hizo, en honor de la
verdad, una eternidad y eso que el descenso no tendría más de diez varas.
Cuando por fin lo hice, abajo me esperaban mis dos compañeros de aventura que,
según supe, no era la primera vez que descendían a aquel abismo. En el fondo,
rocas desprendidas y tierra amontonada de alguna escorrentía, indicaban que el
lugar llevaba muchos años abandonado.
Aquelarre,, de Francisco de Goya, 1797. |
Liberados
de las escalas comenzamos a caminar por una galería ligeramente descendente, en
fila de a uno, pues la holgura de la misma no daba para ir en compaña. A los
pocos pasos se fue perdiendo la claridad que venía desde el cielo y las sombras
se fueron adueñando de aquel espacio, por lo que tuvimos que prender las teas
que llevábamos consigo. Después de caminar unos doscientos pasos, llegamos a
una especie de sala, más o menos circular, donde podrían caber bien holgadas
veinte personas, que tenía una especie de poyo corrido alrededor de la pared y,
en el centro, una gran piedra, hija de la roca madre, que no había sido
desbastada. Uno de mis acompañantes dijo que allí se reunían las noches de
plenilunio las brujas y hechiceros para hacer sus conjuros y adorar al demonio,
que en forma de macho cabruno colocaban sobre la roca, y a él se lo había
contado su abuelo, cuando de niño bajó por vez primera a aquellos dominios. De
la sala salía de nuevo otra galería, esta más estrecha que la anterior. Una
boca de aire nos dio en la cara y apagó la llama de uno de los hachones y luego
comenzamos a oír como silbidos muy agudos, lo que según contaron mis acompañantes era el aliento del diablo y su
llamada, por lo que desistían de continuar, que de allí nunca habían pasado por
ser cristianos temerosos de Dios y de las fuerzas del averno.
Cuando
pudimos ver de nuevo la luz del día, di gracias al Altísimo. La ascensión
resultó ser más fácil que la bajada, pues los de arriba casi me alzaron en
volandas. Y ya todos juntos, nos dispusimos a dar cuenta de un poco de pan,
vino y queso y a comentar lo que allí abajo habíamos visto y de lo que se creía
y contaba acerca de aquella sima. Y uno de los lugareños, que parecía el más
avispado y aficionado también, como yo, a las cosas antiguas, dijo haber oído
que el pozo era la boca de un túnel que llevaba hasta la ciudad. Los otros, sin
embargo, añadían que bien podía ser, pero que también tenía comunicación con el
río y en prueba de ello añadieron que algunas cabras que por allí se
despeñaron, aparecieron después en el Águeda, que dista de aquí legua y media.
Pero todos creían también que era o había sido aprovechado como guarida de
ladrones, o en reuniones de brujas y hechiceros que se reunían allí para hacer
sus conjuros.
En esto estábamos cuando, de pronto,
advertimos que de la boca del pozo comenzaba a salir humo, de lo cual resultó
que mis acompañantes, muy alarmados, huyeron despavoridos, persignándose y
clamando la ayuda divina, sin detenerse siquiera a saber o comprobar la
procedencia de aquello. No sin cierto temor me acerqué a la boca del pozo, y
pude ver la causa: una de las teas que habíamos abandonado cuando iniciamos la
escala había prendido unas matas verdes que se criaban en el fondo, donde
llegaba la claridad y esta era la razón y no otra.
Yo, tengo para
mí, que más que todas las cosas de fabulación que dicen, el citado pozo es una
mina de hierro abandonada, pues se veía óxido en las paredes. Y la corriente
que sentimos y los silbidos que oíamos allá dentro deben ser producto del aire
que se mezcla por alguna grieta o embocadura oculta. Cuándo se fabricó no lo
puedo decir, pero bien podría ser obra de romanos o de moros, como otras que he
visto yo en mi tierra de Lorca. De otro Pozo Airón tuve noticia en otra visita
que hice a Las Arribes al año siguiente, donde me informaron de la existencia
de una caverna excavada por el agua en el lugar de Pereña, que es ya del
obispado de Salamanca y esta no es mina, sino capricho de la naturaleza. Así
que, por aquí, deben llamar Airón a todas aquellas cavidades que penetran en el
interior de la tierra. Y según cuenta Ambrosio de Morales, cerca de la villa
llamada el Castillo de Garci Muñoz, en la Mancha, hay un lago del mismo nombre, no muy
grande, pero muy profundo, al que no se le conoce fuente ni manantial. Y el
nombre de Airón debió ser el de alguna divinidad de las simas y de los abismos,
a la que adoraban o rendían culto los naturales de Hispania, antes que nuestra santa fe se propagara por ella.
Interesante artículo e investigación. Airón, deidad prerromana. Gracias por compartir, salud.
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