Muy pocos fueron los puentes que se tendieron sobre los ríos zamoranos. Se podrían contar con las manos: el de Castrogonzalo, el de Toro y el de Zamora fueron acaso los más importantes y que, en mejores o peores condiciones, han llegado a nuestros días. El de Castrotorafe se lo llevó una riada en el siglo XV. El de Milles (llamado puente del Priorato o de Deustamben), desapareció también en los tiempos medievales. Y del de Benavente o del Jardín, sobre la Madre Vieja del Órbigo, apenas queda un muñón, inmortalizado por artísticas fotografías con el Torreón del Parador al fondo.
Nos ocupamos en este post y otros que seguirán del puente de piedra de la ciudad de Zamora, una construcción que sucedió a otra más antigua, cuyos restos se encuentran aguas más abajo. La imagen de Zamora va unida a la peña donde se asienta la ciudad y al río Duero. Es una arraigada imagen, de la que ya se da cuenta en el Romancero:
“Allá, en Castilla la Vieja,
un rincón se me olvidaba:
Zamora había por nombre,
Zamora, la bien cercada;
de un lado la cerca el Duero,
del otro Peña Tajada…”
Puente sobre el Duero (Zamora). |
Y sobre el Duero, los puentes, el de piedra y el de hierro. El primero data, cuando menos, del siglo XIII; el de hierro es de finales del siglo XIX, proyectado por el ingeniero Prudencio Guadalajara. Es posible que el de piedra sea el mismo al que en 1167 se le conocía como “pontem novum”. Se diferenciaría así de un puente más antiguo, cuyos restos pueden verse aún derruidos sobre el lecho del río a la altura del barrio de Olivares.
El actual puente de piedra está construido con piedra arenisca, en fábrica de sillería, y cuenta con 16 arcos de forma apuntada (12 grandes y cuatro pequeños en los extremos), con distintos aliviaderos, a modo de arquillos sobre pilas. Une el centro de la ciudad con los barrios situados en la margen izquierda del Duero. En la documentación se le denomina Puente Mayor, para diferenciarlo de otros puentes, como los de Villagodio.
En sus extremos estuvo defendido por dos torres, ya desaparecidas. Estas torres jugaron un papel destacado en la batalla que en 1476 se dio en la defensa del puente de Zamora, acosado por Alfonso V de Portugal durante la guerra de sucesión a la Corona de Castilla (Hernando del Pulgar: Crónica de los Reyes Católicos, cap. XLI). En aquella ocasión, las torres fueron defendidas, entre otros, por Francisco de Valdés y en atención a esa defensa, los Reyes Católicos le concedieron en 1495 la merced de poderse enterrar en el monasterio de Nuestra Señora de la Victoria, de la Orden jerónima, que se fundó en Zamora, y que habría de levantarse en el lugar de la batalla. Otro de los caballeros que se halló en defensa de las torres y puente de Zamora fue Nuño de Villalobos (Archivo General de Simancas. Registro General del Sello, 1492 y 1495).
[Continuará]
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