A ORILLAS DEL ÓRBIGO
Virgen de la Vega (Benavente. |
José I. Martín Benito
Como escribíamos en un post anterior, el culto a la Virgen de la Vega de Benavente -presente en su escudo de armas- está muy ligado a un suceso extraordinario: el socorro mariano a las huestes cristianas contra los musulmanes en una batalla que, según las crónicas, tuvo lugar a "orillas del río Órbigo". De ahí deriva el culto a la Virgen en su ermita de Cimanes de la Vega, que fue trasladado también a Benavente y que, probablemente, sea el mismo que se recuerda en la ermita de la Virgen de la Vega, en Vecilla de Transmonte.
Como escribíamos en un post anterior, el culto a la Virgen de la Vega de Benavente -presente en su escudo de armas- está muy ligado a un suceso extraordinario: el socorro mariano a las huestes cristianas contra los musulmanes en una batalla que, según las crónicas, tuvo lugar a "orillas del río Órbigo". De ahí deriva el culto a la Virgen en su ermita de Cimanes de la Vega, que fue trasladado también a Benavente y que, probablemente, sea el mismo que se recuerda en la ermita de la Virgen de la Vega, en Vecilla de Transmonte.
Diversos historiadores se han ocupado de esta gesta. José Ledo del Pozo, en su Historia de Benavente narra y fecha
esta batalla en el 812[1].
Respecto a la tradición del socorro divino, el autor no hace sino recoger una “tradición constante derivada de padres á
hijos”. Seguramente esa tradición estaba presente cuando en 1751 el vecino
de Benavente Juan Espada compuso las conocidas décimas con motivo de las
fiestas que celebró la villa con motivo del nacimiento de su Conde[2]. Pero
la leyenda ya debía circular bastante antes, como recoge Dueñas Torío en la Descripción de las fiestas que celebró la
villa de Benavente el año de 1674 al nacimiento de su conde[3]. De ello colegimos
que la leyenda ya circulaba, al menos, en el siglo XVII, sin poder precisar
cuando se gestó.
El origen de dicha leyenda
está, sin duda, en la batalla de la Polvorosa, que tuvo lugar en el 878, según
refieren las crónicas medievales. Pero a lo que no aluden ninguna de las
crónicas es a la supuesta intervención mariana, lo que nos sitúa la formación
de la leyenda en un momento post quem
a la redacción de las crónicas.
De ella, la más antigua, por
ser prácticamente contemporánea es la Crónica
de Albelda. Esta es una de las crónicas de la monarquía asturiana, escrita
durante el reinado de Alfonso III[4].
Entre los sucesos que narra está el de la batalla de la Polvorosa, a orillas
del Órbigo, ocurrida en el año 878[5].
“...Y en los mismos días, en la era 916,
Almundir, hijo del rey Mohamed, y el general Iben Ganim, vinieron desde Córdoba
a Astorga y León con una hueste de sarracenos. Pero también una gran hueste que
venía de otro lado siguiendo al ejército, que era de Toledo, Talamanca,
Guadalajara y de otras plazas, unos trece mil en total, fue aniquilada por
nuestro príncipe en el lugar de Polvorosa, junto al río Órbigo. El mismo
Almundir, cuando pretendía dirigirse al castillo de Sublancio, se enteró de lo
que había ocurrido en Polvorosa”.
Batalla entre cristianos y msulmanes, con estandarte mariano. |
La batalla de la Polvorosa pervivió en las crónicas medievales. En
el siglo XIII escribía De rebus Hispaniae
(De las cosas de España) el arzobispo de Toledo, don Rodrigo Jiménez de Rada.
Para la elaboración de su Historia,
el Toledano debió manejar otras crónicas y fuentes, lo que le permite narrar
sucesos más lejanos en el tiempo, como la citada batalla, relatada en la Crónica de Albelda, en el Cronicón de Sampiro y en la Crónica Najerense [10].
También la Crónica General de España, escrita entre 1270-1289[11]
alude a la batalla de la Polvorosa. Es aquí por primera vez donde aparece el
nombre del rey de Mérida, Orés, pues en las crónicas anteriores el caudillo
muslim aparece bajo otro nombre.
649.
Capítulo de commo el rey do Alfonso vençio los moros que tenien çercado
Benavent et Çamora[12]
“
Andados V annos del regnado del rey don
Alfonso el Magno -et fue esto en la era de DCCC et LXXIX annos, et andava
otrossi estonces ell anno de la Encarnation del Señor en DCCCXLI anno, et del
imperio de Lotario emperador de Roma en cinco –este rey don Alfonso estándose
ell en su tierra assessegado et en paz, llegol mandado como Ores rey de Merida
le avie entrado en la tierra con grand hueste et que fincara sus tiendas sobre
Benavent et la tenia cercada. Et este rey don Alfonso, luego que estas nuevas
le llegaron, cogiose con su yent, la que luego all ora pudo aver, et fuese pora
Benavent quanto pudo, et fallo y los moros así comol dixieran. Et en llegando,
firio luego en ellos, et vencio el rey don Alfonso al rey Ores, et moriron y
muchos moros; et con ellos mato y el
rey don Alfonso a aquel Ores rey de Merida. Et cuenta aquí la estoria de cómo
en esta batalla fue Bernaldo muy bueno, et lidio y muy de rezio. Vençuda esta
batalla alli, llegaron y a este rey don Alfonso estas otras nuevas: como otro
moro poderoso que avie nombre Aclaman era venido con muy grand hueste sobre
Çamora, et que la tenie cercada. El rey don Alfonso otrossi luego que lo oyo,
tomose con unos pocos de caballeros que fincaran con el, ca todos los otros se
fueran pues que la batalla de Benavent fuera vençuda et librada, et el rey
metiose con aquellos pocos que aduzie dentro en la villa, et envio luego
mandado por toda su tierra de lo que avie fecho, et como se metiera en Çamora,
et quel acorriessen”.
* * *
De
todo ello se infiere que la formación de la leyenda es, necesaria
mente, posterior a finales del siglo XIII, ya que las crónicas se limitan a narrar la batalla, pero no hacen intervenir auxilio divino alguno, a pesar de que ello no resultaba ajeno a los cronistas. Por lo tanto, en algún momento entre el siglo XIV y el siglo XVII debió formarse la leyenda y debióse adoptar el icono mariano sobre el puente como referencias en las armas de la villa de Benavente, tal como nos aparece ya en el siglo XVII.
mente, posterior a finales del siglo XIII, ya que las crónicas se limitan a narrar la batalla, pero no hacen intervenir auxilio divino alguno, a pesar de que ello no resultaba ajeno a los cronistas. Por lo tanto, en algún momento entre el siglo XIV y el siglo XVII debió formarse la leyenda y debióse adoptar el icono mariano sobre el puente como referencias en las armas de la villa de Benavente, tal como nos aparece ya en el siglo XVII.
[1] J.
LEDO DEL POZO, Historia de la nobilísima
villa de Benavente. Benavente 2003, pp. 134-139.
[2]
Cual Betulia
Benavente
lloraba
desconsolada,
de Ores, rey
moro, cercada
con doce mil de
su gente:
D. Alonso, rey
valiente
de León al
cerco llega,
y de sangra
mora riega
la campaña
hasta la hermita,
en que esta
Judit bendita
fue libertad de
la vega.
Si con al
piedra David
del torrente
del Cedron
fue del mundo
admiración,
ganando la
mayor lid;
tu Hija lamas
feliz,
piedras tirando
á dos manos,
venciste los
africanos,
que cercan á
Benavente,
negándoles paso
al puente,
para librar los
cristianos.
J. LEDO DEL POZO, Historia de la nobilísima villa de Benavente.
Benavente 2003, pág. 138.
[3] Según recoge LEDO DEL
POZO, Op. cit., pág. 139.
[4]
“Crónica Albeldense”. En Crónicas
Asturianas. Introducción y edición crítica de Juan Gil Fernández,
Traducción y notas de José L. Moralejo y estudio preliminar de Juan I. Ruiz de
la Peña. Oviedo, 1985.
[5] Ibidem, XV, 12 –28, pág.
251.
[6] E.
FLÓREZ, España Sagrada. Theato
Geographico-Historico de la Iglesia de España. Origen, divisiones, y limites de
todas sus provincias. Antigüedad, Traslaciones, y estado antiguo y presente de
sus Sillas, con varias Dissertaciones criticas.Tomo XIV. De las iglesias de
Abila, Caliabria, Coria, Coimbra, Ebora, Egitania, Lamego, Lisboa, Ossonoba,
Pacense, Salamanca, Viséo, y Zamora, según su estado antiguo. Reedición de
la de 1758, Madrid 1905, pág. 423. El Cronicón entre las pp. 419-457.
[7] E. FLÓREZ, op. cit., pág. 440.
[8] Ver
la edición de la Crónica Najerense, a
cargo de Juan A. Estévez Sola. Akal. Clásicos latinos medievales y renacentistas.
Marid 2003, pp. 31-32.
[9] Crónica najerense, op. cit.
pág. 132
[10] Ibidem, pág. 181.
[11] R. MENÉNDEZ PIDAL,
“Estudio sobre la Primera Crónica General” (1955). En apéndice a la edición de
la Primera Crónica General de España.
Madrid 1977. Tomo II, pp. 849-892.